Hombre, soledad y sentido
Quizá hemos logrado matar a Dios o quizá simplemente ha muerto porque así tenía que ser. Como sea, el mundo se muestra más ligero para el hombre puesto que éste ya no debe someterse a lo divino, no son más las leyes ajenas a los mortales quienes rigen. Se ha quitado un gran peso de encima, pero quizá se ha colocado uno mayor. Cierto es que el mundo es más ligero, al mismo tiempo que el hombre se vuelve más pesado. La piedra que sostenía Dios sobre nosotros, ha caído. Sin Dios ni energías supremas que todo lo gobiernen somos libres, así, con el trono vacio, ha llegado la hora del mortal, es él quien deberá tomar el lugar. Las leyes ahora son completamente establecidas por el hombre, del mismo modo que nuestro destino.
El sentido de la realidad nunca más será dado por Dios ¿Que importa el sentido, si nos hemos quitado el peso de la divinidad? El problema es que al morir ésta, nos cede la antorcha mientras se ha marchado con el sentido que ella tenía del hombre, volviéndose nuestro trabajo el recuperarlo, si es que todavía lo hay. En dado caso que no, corresponderá al hombre crear uno nuevo. Ahora pensamos que somos libres, razón dada mientras se cree que las acciones solamente le conciernen a uno, pero, ¿no será que entre más se piensa que nada tiene sentido de no ser para sí mismo, más inmerso se encuentra el hombre en el sinsentido? Actuar como si tuviésemos la razón de lo que hacemos, simplemente es una forma de confiar en el ego. Pero, cuál es el sentido para el hombre -al que se ha mirado como un animal político por naturaleza- si pensamos que lo único que cobra importancia, lo hace solamente para cada uno de nosotros. Desde este punto de vista, entre más libres somos, más atados a nosotros mismos. Pensar así, incluso da el fundamento para situar al hombre realmente como lobo del mismo. Quizá debamos detenernos un poco antes de confiar en que sea así y reflexionar sobre esto.
Parecería hasta aquí, que nos encontramos sostenidos en la nada, pero no es así, se debe recordar que no se ha quitado al asidero, se ha tomado su lugar, la humanidad se asga de sí misma, sostenida de su razón. Quizá la solución esté en ella, por lo tanto en nosotros mismos (no como individuos, sino como humanidad). A lo mejor el pensamiento que se ha construido a través del tiempo sea una forma vernos a nosotros mismos en nuestra realidad propia, la cual nos aísla al uno del otro, sostenidos en la búsqueda del ideal de la felicidad personal.
Pensar que cualquiera de nuestras acciones nos involucra únicamente a nosotros, siendo que éstas solamente cobrarán sentido para quien las realiza. Hará que inmediatamente salte a la vista un problema cuando pensemos en el bien, si lo pensamos como aquello que es bueno y común a todos. Visto de esta manera, al realizar un acto bueno solamente será así, respecto con aquello que sea bueno para quien lo cree de este modo; será peor si se piensa que no hay sentido, siendo que nada importe, ni la realización del propio acto. La pregunta nuevamente será ¿Si nada importa o cobra importancia solamente para uno, no se imposibilita que exista la comunión entre el hombre? La respuesta podría ser sí, aunque se puede dar la formación de una sociedad de individuos, quienes solamente luchan por sus intereses personales, siendo el común, cada uno ver por sí mismo. Al ser así nuevamente nos encontramos con el hombre como depredador y depredado, sin perder la posibilidad de ser en cualquier momento alguno de los dos o ambos. Quizá el rumbo del hombre está dictado por sí mismo, la salida parece ser la búsqueda de la felicidad, según las leyes con las que se rige cada uno, la importancia de éstas se vuelve un acto individual, pero quizá aun haya quien considere la existencia de un bien común a todos, que se permita la posibilidad de un convenio, no por miedo al hombre, sino por la búsqueda de este bien que sea común a todos, quien crea que es más deseable alcanzar el bien de todos, al acto de alcanzar el bienestar personal. Para esto, quizá se deba comenzar a buscar un ideal que rija a la humanidad.
Bio.
No sé si sea tan fácil, si sólo baste, para empezar, con buscar un ideal que rija a la humanidad. Si efectivamente carecemos de sentido, somos una caña que piensa, y nuestra situación actual muestra ese sinsentido; parecería necesario que todos, como humanidad, hubiésemos dejado ya de creer en dios, que efectivamente todos carecemos de sentido. Siendo así, si alguien encontrase ese ideal, y aún cuando sí fuese posible y probable el rey filósofo. ¿cómo creer que de pronto todos volveríamos a creer?
Si nos arrastramos sedientos por el piso, totalmente abandonados al sinsentido de nuestra existencia, vagando en este desierto que crece, y esperamos que la salvación venga de la renovación de un ideal, o de un ideal nuevo, ambos refrescantes, ¿no será que confiar en aquel que nos da agua en el desierto es una consecuencia más de nuestro sinsentido? ¿No será que no nos queda más que atenernos a lo que venga?
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algunos comentarios:
– yo tampoco creo que sea así de fácil. me parece que es una salida muy cómoda el decir: lo que está mal es el individualismo, por lo que hay que pensar y hacer propuestas humanitarias (en el sentido de «que apunten a la humanidad toda, y que todos copartimos), pues esas son las buenas y las que ya no se hacen o las que casi nunca se han hecho. no creo que sea así el asunto.
como que me me sonó medio maniqueo el asunto. yo creo que la clave del asunto está en lo que Luzma siempre recordó: el problema de la relación individuo-comunidad. no creo que tal problema se solucione con adoptar partido por uno u otra, pues ambos extremos son igualmente deficientes.
por cierto que tampoco me parece que sea tan claro que la situación actual sea puramente individualista, pues hay que recordar que por todos lados escuchamos que hay propuestas, soluciones y movimientos sociales (que no dudo que se originen en cierta voluntad por hacer algo más allá de uno mismo), o reacciones masivas en pro de la ayuda a las víctimas de desastres de todo tipo, ya huracanes, sismos, guerras o cualquier cosa así. En ese sentido, no todos somos unos egoístas en todos los aspectos de nuestras vidas. tal vez el problema apunta más hacia la raíces de las ideas, las cuales, aunque efectivamente tienen mucho que ver con el individualismo según creo, no son lo mismo que las posturas éticas, políticas y sociales que son sus frutos.
sospecho que es probable que estas cosas tengan más que ver con el asunto con el que abres el escrito y que hacia el final me pareció un poco olvidada: la muerte de la divinidad. habría que darle más vueltas, ¿no creen?
– había varias otras cosas que se me ocurrieron pero mjor sólo una más. Eso de «las leyes ahora son completamente establecidas por el hombre, del mismo modo que nuestro destino», me hizo mucho ruido, porque creo que es una de las ideas fundamentales que constituyen nuestro «imaginrio colectivo» y de las cuales estamos convencidos todos… sí, todos. Cuando releí este asunto, casualmente estaba en el trabajo, y vino a mi mente el asunto ese de la otra crisis («la de verdad», dirían los diarios y muchos otros), la económica. si todo depende de nosotros, entonces ¿porque existen crisis económicas? dudo que en verdad nosotros tengamos en nuestras manos el control de la economía (ni nosotros ni los dueños de los medios de producción) y hagamos lo que hagamos, la crisis está allí. a lo más que aspiramos, por ello, es a que no pegue tan fuerte. pensar en que habría solución a esos asuntos si todos pensaramos bien, es decir, no individualistamente, es de entrada bonito, pero creo que en el exceso de los cuentos de hadas, y, en seguida,peligroso, pues nos puede desilusionar tanto el ver que no pasa, que nos quedaríamos inactivos y desilusionados a esperar con Heidegger la muerte; u otras consecuencias semejantes.
¡cáspita! creo que por ahora ahí le dejo, pues sólo iba a escribir unas líneas.
¿qué piensan todos con respecto a lo dicho?
que descansen.
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Hay que hacer una anotación: las leyes -las de las legislaciones- sí pueden ser completamente establecidas por el hombre y al mismo tiempo se conserva la limitación natural de la obra humana. Otra cosa es que bajo el mismo nombre queramos ubicar a las «leyes» de la naturaleza o a las «leyes» divinas, cambiando el sentido de en qué consiste legislar; y ahí sí, llegamos al punto que planteas.
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de acuerdo. sin embargo, no sé, como que las «leyes» de la economía, o lo que sea y como se llame aquello que rige a la economía particularmente, no me parece una legislación establecida por los hombres (por lo menos no me parece que la oferta, la demanda, la inflación, la deflación, los intereses, y todas esas cosas, dependan de la misma manera de los hombres que las legislaciones tipo constituciones, reglamentos, leyes, normas y demás, ya civiles, mercantiles, penales, et cetera).
por supuesto que no equiparo a estas cosas con leyes naturales ni divinas; simplemente tampoco con las que tú dices. (de allí la obscuridad de estos asuntos del dominio y control o no del hombre sobre todas las situaciones).
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¿No será que las «leyes» de la economía no son leyes? ¡A pero como dicen que es ciencia, pues ya ves!
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de acuerdo, a mí también me choca. sin embargo, eso la hace todavía más misteriosa, en cierto sentido.
por otro lado, podríamos decir que sus movimientos sí dependen de los hombres, pero sólo masivamente, pues lo que la determina son las mencionadas oferta, demanda y todo eso; y creo que las cosas masivas no funcionan (por lo menos no como soluciones ni nada parecido)…
maldita, maldita sea.
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Creo que estás partiendo del supuesto de que todo individualismo es malo, y que lo bueno es formar un ideal de hombre que se piense como un ser que vive en comunidad.
Estoy de acuerdo con Námaste Heptákis y con martinsilenus en que para solucionar el problema del individualismo baste con formar un nuevo ideal de hombre.
A lo ya dicho agregaría el problema de la formación del destino mediante la conformación de determinadas leyes por parte del hombre, pues no sé si quepa hablar de destino cuando ya no hay una dividad capaz de regirlo.
Si bien el hombre toma el lugar de la dividad y procura gobernarse a sí mismo, eso no implica que éste adquiera dividad, y junto con ello la capacidad de formarse un destino, pues el mortal no es capaz de conocer el futuro, mientras que Dios al ser un ser que rige el destino necesariamente conoce lo que ha de suceder.
Además no me queda claro que se pueda hablar de un destino cuando la vida se ha tornado en un sinsentido, pues la idea de destino conlleva la idea de una finalidad, es decir, de un sentido.
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Cabe, quizás, hablar del destino en un contexto cristianamente ateo y bajo la perspectiva de la vida como sinsentido si consideramos:
a) Que dios no es, necesariamente, a excepción del cristianismo, omnisapiente y omnipotente (no sé cual sea primero, o si uno es consecuencia del otro, pero creo que tocaría a Martinsilenus decirnos qué pensaría él de esto), y por tanto no es el «tejedor» de los destinos.
b) Que la finalidad destinal no es, necesariamente, algo que vaya más allá de la mera naturaleza humana.
Así, podríamos pensar el destino humano como la necesidad inherente al ser del hombre, tal como lo plantea Eduardo Nicol.
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Hubo un pequeño punto en el texto que me sonó bastante.
Aquello que el hombre en tanto adquiere la libertad proveniente del Dios Creador, se vuelve, ahora, esclavo (por decirlo de algún modo) de sí mismo. Algún maestro sofista y poco apoyado (..) hablaba de que la independencia es sólo la dependencia a uno mismo. A uno mismo! Al final, dependes cómo cualquier otro mortal; al crear un sentido de dependencia hacia algo, dígase Dios, tú, una silla, etc., dinivinizas en cierta medida, dicho objeto.
Y no creo en un «ideal común» o un «bien común», a menos que hablaramos de la República platónica; en cuyo caso aún tengo mis reservas.
Y eso del sinsentido humano, bueno, AntCo ya hemos hablado mucho de eso.
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Se que el hombre en tanto que hombre se encuentra subordinado a la ley natural, cosa que le da el caracter de mortal. Cuando pienso en el destino de éste, no puedo pensar más allá de la muerte, considerandola como el único destino del hombre. Por otro lado, el concepto que tengo de Dios, solamente me refleja una construcción del pensamiento, de modo tal que el destino del hombre tampoco pueda ser alcanzado por ahí. Esto respecto de las leyes naturales, de las cuales, hasta ahorita, el hombre no puede escapar. De este modo cuando hablo del destino, al pensar en un destino hecho por la divinidad, solamente lo hago como referente de que éste estuvo ahí y que algún día se penso así o quizá se siga pensando, pero dudo sea de la misma forma, como ya he mencionado para mí la única posibilidad de conocer nuestro destino, es la muerte. Al ser ésta, algo de lo cual no podemos escapar toma inmediatamente el lugar de destino. No intento hacer a un lado las leyes construidas por el hombre, a las cuales, si se ha de someter, será por convenio y no por necesidad.
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Se había escapado un aspecto de tu respuesta, AntCo, que me genera duda. Cuando se afirma que, haya o no Dios, haya o no ley natural, «la única posibilidad de conocer nuestro destino es la muerte», estamos suponiendo que tenemos destino. ¿Qué nos permite suponerlo?
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