Cada dia que pasa nos hacemos infinidad de preguntas, tratamos de cuestionar hasta lo mas obvio. Me parece importante, en esta ocasión, preguntarme acerca de la vida y la muerte. Hace una semana corría la noticia de un espectacular asalto en un centro comercial, por el norte de la ciudad, en esta ocasión los ampones lograron llevar consigo una buena suma de dinero, y de paso, algunas vidas, las cuales fueron catastróficas. Este hecho no paso inadvertido entre los pobladores de esta zona, ya que, algún periódico bastante amarillista mando a un escuadrón bien capacitado para alardear la noticia por las calles, como si se tratara de una festividad próxima, algún concierto masivo, o algo parecido. EL hecho fue indígnate, aunque en lo personal no repare en aquellas personas que perdieron la vida gracias a este hecho. Nunca me imagine el dolor que pudieron sufrir, familia, amigos, y todos aquellos que los conocieron. EL fin de semana pasado, sin embargo, el hecho se repitió. Un fuerte accidente le quito la vida a un joven excelente, y muy ciertamente, un buen amigo. Este lamentable hecho me puso a pensar en la vulnerabilidad a la que estamos expuestos dia a dia.
Es un hecho que no podemos encerrarnos en nuestras casas y esperar la muerte como algún proceso natural. Seria excelente que en ese momento evitáramos el dolor o sufrimiento y “descansemos en paz”; sin en cambio, las cosas son totalmente distintas. Nos reconocemos en un entorno social violento, amenazador, inhumano, e irresponsable. No podemos dejar de preocuparnos por nosotros mismos ni un solo momento. Lo peor del caso es que nos hacen olvidar lo malo de nuestro entorno con baratijas y objetos que en algún momento desearemos. Es decir, consumir es la clave para poder olvidar nuestros problemas.
EL punto es que, sin ningún empacho disfrutamos nuestras vidas, de la manera más vulgar e irresponsable que se pueda imaginar. Nos creemos merecedores de arruinar nuestras vidas y las de los demás. No nos importa nada. Es por eso que en momentos en los que este hecho se pone ante tus ojos, la reflexión comienza. Aunque no me he de salvar de mis acusaciones, he comenzado con la reflexión. Apreciemos mas la vida, antes que a la muerte. Ser una buena persona no significa rezar y pedirle a Dios misericordia; me parece mejor respetar tus valores y a los de los demás. No es vida el estar tristes, mal humorados, o de “genio”, y aunque se piense que no podemos alcanzar la felicidad, construyámosla a momentos, no estamos seguros si mañana los podremos vivir. Y, finalmente y a mi parecer lo más importante, no olviden a sus seres queridos, demuéstrenles amor y cariño sin que ellos lo pidan. Sera una buena despedida si es que parten pronto.
Con esto, no es mi intención dar una cierta lista de cosas que deben de hacer para ser felices ne la vida y superar la muerte. Lo que pretendo es que comiencen esa reflexión, que valoren la vida y sus momentos, que hagan lo que hagan sonrían y disfruten por hacerlo. Simplemente quiero que en el perecer de algunos comience el nacimiento de muchos.
Y todavía es más triste nuestra realidad.
Viaja uno en el transporte público, lo asaltan y… entonces decimos que salimos bien librados, que al menos no nos golpearon, que seguimos vivos, etc. Y después, otra vez en el transporte público, uno ve los rostros de los otros, porque invariablemente no se ven los propios, y de pronto piensa que no se vale lo que vivimos. Y uno intenta poner buena cara. ¿Cuánto tiempo ha de pasar para que la realidad vuelva a rebasar los buenos deseos y se nos desmorone la sonrisa?
A inicios de mes, en una comida del Presidente con varios empresarios, uno de nuestros pensadores liberales cerró su discurso, elaborado en torno a la advertencia de la posible conversión de nuestro país en un Estado fallido, con lo siguiente: «El domingo pasado comí en el centro y vi a las familias mexicanas caminar plácidamente por las calles, como hace siglos. Sé que esa paz tiene algo de ilusorio, pero aquellas caras mexicanas no engañan. No son inquilinos de este país. Llevan generaciones de habitarlo y amarlo. Debemos proyectar esas caras al exterior». Él no nos pudo decir cómo. Comparte nuestros buenos deseos, nuestras esperanzas ¿Y…?
¿No es desesperante?
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No sé que sea más triste y desesperante, que no haya manera de mantener las caras apacibles de los habitantes de este país; o que sea necesario comprar baratijas para olvidar tantos sinsabores.
Por cierto, hablando de las baratijas que consumimos, me estaba preguntando si la viloencia, la irresponsabilidad, el comportamineto inhumano y amenazador, no se ha convertido ya en una más de esas baratijas que consumimos, pues por algo acuden tantos repoteros a cubrir tanta nota roja que personas a evitarlas.
Ese consumo de violencia, hace que la sociedad sea impasible ante los azotes que está recibiendo.
Esto no sólo es desesperante, es lo suficientemente confuso como para perderse. ¿Será que todavía es posible hacer algo, más allá de sentir desesperación?
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