La vanidad es sin duda uno de los puntos medulares de la critica que hace Nietzsche al cómo se han realizado los juicios valorativos de las acciones humanas, las implicaciones que surgen de esta problemática acontecen en todos los ámbitos en los cuales el hombre se encuentra inmerso, como se expondrá a continuación. Para observar el cómo se va desarrollando esta critica, atenderé a dos obras del filósofo, Humano demasiado humano y El viajero y su sombra, dentro de la primera obra las sub-secciones: La Inocencia de la perversidad e Irresponsabilidad e inocencia. En cuanto a la segunda obra mencionada, fijaremos la atención en: De la experiencia más intima del pensador y Querer ser justo y querer ser juez. En las primeras secciones mencionadas se puede observar la teoría que realiza Nietzsche en torno a la Irresponsabilidad de los actos, en las siguientes, ésta se relaciona con la vanidad y sus implicaciones de manera más detallada.
Durante milenios, siglos, décadas, la historia de la moral y el comportamiento humano, nos han mostrado la creencia de que el hombre posee la libertad de elegir que le es mejor y que le es peor para su desarrollo como individuo, así como también el hecho de que posee los medios suficientes para ser conciente de las implicaciones de sus actos, se le ha dado a la humanidad un poder inmenso para emitir juicios valorativos, se ha creado la idea de un hombre que es en sí y para sí, un hombre en el cual todas acciones son a partir de él y para él. Un individuo libre, omnipotente, capaz de dar valor a todo aquello que lo rodea. Un hombre ahogado en su vanidad. Un ejemplo básico; el comer, lo primero que mueve al individuo para realizar esta acción es, el impulso natural, el deseo de satisfacer sus necesidades primarias, el estómago pide alimento con urgencia, “ruge”, es una exigencia, sobreviene la reacción, buscar algo para satisfacer esta exigencia, es aquí donde entra otro factor, la opción de ingerir lo primero que este a la mano, o bien, algo más suntuoso, una torta de jamón, o una baguette con jamón serrano, queso parmesano y demás condimentos. ¿Qué podrá ser más placentero? ¿Ingredientes simples y a la mano, o ir en búsqueda de otros y realizar el proceso de mejora?.
Es, en la necesidad de completud, que el hombre busca más de lo que está a su alcance, la creencia de que merece algo mejor, más placentero, y que su esfuerzo forzosamente conlleva la gratificación, un mérito. Es así, que pone calificativos a las acciones que realiza en cuanto a la satisfacción de su deseo y en su mejora. Si de necesidades básicas, damos un salto a las acciones morales, el hombre se ve inmerso en un complejo sistema de acciones con las cuales se añada una gratificación, un reconocimiento. La demostración de superioridad frente a otros, es el motivo mediante el cual el hombre ve realizada la su obra. “Un solo deseo del individuo, el del goce de sí mismo (unido al temor de frustrarse en él), se satisface en todas las circunstancias, cualquiera que sea el modo como el hombre pueda, es decir, deba obrar… Los grados del juicio deciden en que dirección se dejara arrastrar cada uno por este deseo…”[1] El hombre pese a todas las ideologías sociales o religiosas, tiene la necesidad de sentirse dueño de sí mismo, de saberse libre de optar y libre de actuar, aunque sus acciones afecten a terceros, éste orgullo desmedido de mostrar de lo que es capaz, para así sentirse en paz consigo mismo, y con la creencia de que esta forma de ser, le permite un conocimiento real y certero de sí mismo. O bien que es su voluntad la que ha actuado.
Esta perspectiva del hombre y su vanidad, se ve reflejada tanto en arte como en ciencia, religión o filosofía, como consecuencia de la creencia en el carácter independiente de los valores, la moral tradicional creyó también que las leyes morales valen para todos los hombres: si algo es bueno es bueno para todos, si algo no se debe hacer no es correcto que lo haga nadie. Esto es, precisamente, lo que indicaba el imperativo categórico kantiano y la conclusión a la que se podía llegar también a partir de la consideración tomista de la ley moral como consecuencia de la ley natural, y ésta de la ley eterna. Nietzsche niega este segundo rasgo del dogmatismo moral: si realmente los valores existiesen en un Mundo Verdadero y Objetivo podríamos pensar en su universidad, pero no existe dicho Mundo, por lo que en realidad los valores se crean, y por ello cambian y son distintos a lo largo del tiempo y en cada cultura. Una vez criticado el fundamento absoluto que sirve de soporte a la validez de la moral, no se puede pensar en su universalidad. Los valores morales no tienen una existencia objetiva, no existe un ámbito en el que se encuentren los valores como realidades independientes de las personas, no existen los valores como una de las dimensiones de las cosas, ni como realidades que estén más allá de éstas, en un supuesto mundo objetivo. Los valores los crean las personas, son proyecciones de nuestra subjetividad, de nuestras pasiones, sentimientos e intereses, los inventamos, existen porque nosotros los hemos creado. Sin embargo, es frecuente olvidar este hecho, de ahí que habitualmente los vivamos como objetivos y los sintamos como mandatos, como exigencias que vienen de fuera (de la ley de Dios, de la Naturaleza o de la conciencia moral). El dogmatismo moral consiste precisamente en olvidar que los valores dependen de nosotros, consiste en mantener que tienen una existencia objetiva.
En su teoría de La irresponsabilidad de los actos vemos que Nietzsche llama al lector a un análisis de la inocencia, o la falta de conciencia que es propia de los actos realizados, la fuerza primordial que determina el curso de todas las cosas no es consciente, aunque esporádica y fugazmente se manifiesta de este modo precisamente en nosotros, los seres humanos; pero incluso en este caso la conciencia no tiene carácter sustantivo, ni crea un nivel de realidad nuevo o independiente.
En esta visión podemos notar primeramente las modificaciones de los términos desde una perspectiva social y de cómo este modo de vida es desde ambos casos llevado hacia el ámbito moral, puesto que estos son modos de vivir, de un lado con mayores posibilidades de satisfacción, con acciones enfocadas a una finalidad meramente individual, es decir, acciones que permiten el bienestar del individuo que las realiza, su conservación, su obtención de placer en mayor medida, casi necesario.
Sin embargo el hecho de que el hombre por primera vez se enfrente a una realidad en la que el no es dueño de sus actos, y por consiguiente no es dueño de sí mismo, es un trago muy amargo puesto que su mundo se ve destruido y en caos, “La completa irresponsabilidad del hombre respecto a sus actos y a su ser es la gota más amarga que el investigador tiene que tragar, cuando se ha habituado a ver en la responsabilidad y el deber los títulos de nobleza de la humanidad. ”[2]
Pero, ¿qué sucede frente a esto?, en primera instancia, el hombre se hace conciente de que no es libre, y que aquello que había juzgado pierde su valor, y por ende, la jerarquía en la que se había situado se derrumba ante sus ojos sin que el pueda detenerla. Todo es necesidad. Y todo acto realizado satisface esa necesidad, es con miras hacia ella y para ella. El placer que se obtiene es simplemente eso, no tiene grado de bueno, ni de malo. Pero muy pocos son lo que realmente quieren acercarse a esta realidad, ya que ella sólo causa angustia, temor y dolor.
No me quedó claro el salto de las necesidades básicas a las acciones morales, sobre todo porque me genera muchas dudas. Con el fin de aclararlo considero que, mínimamente, cabe hacer:
Primero, indicar si hay alguna otra necesidad que no esté abarcada por las básicas y cómo aviene la moralidad a ella.
Segundo, siguiendo con el punto anterior, también sería conveniente preguntar si la satisfacción de las necesidades básicas implica moralidad.
Tercero, y último, demostrar si las necesidades básicas son más fundamentales que las acciones morales en general, a fin de exhibir que aquello que se asume como principio es realmente principal.
¿Cómo ves?
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A lo dicho por Námaste Heptákis, por el momento sólo puedo añadir una duda:
Tomando en cuenta que el hombre se percata de su carencia de libertad, ¿de dónde surgen entonces los valores que creyó instituir en un principio? En especial considerando que no hay Dios, no hay Naturaleza, no es muy claro que haya necesidad y al parecer al final tampoco hay hombre.
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