Afirmar a la ligera que acto virtuoso es todo el que se ubica entre el exceso y el defecto, nos puede conducir a juzgar erróneamente que ciertas virtudes son vicios o a la inversa, y esto se debe especialmente a que los límites entre el exceso y el defecto no se pueden marcar claramente, de modo que lo bueno o malo de aquellos actos que se ubican en el escabroso terreno entre exceso y defecto depende de las circunstancias en las que estos se presentan.
Uno de estos actos es el cuchicheo, el cual parece ubicarse entre el habla y el silencio, y dependiendo de cómo se presente cada uno de los extremos ya mencionados (si es que esos son realmente los extremos), podremos calificar al cuchicheo como algo bueno o como algo nocivo para la vida política, es decir, en comunidad.
Pero para poder ver en qué momento el cuchicheo es conveniente para la comunidad, y en qué momento es nocivo, es necesario saber antes qué es eso a lo que nombramos con tal término. Si buscamos cuchicheo en el DRAE, encontramos que éste es el nombre con el que se designa el acto de cuchichear, y que este acto consiste en hablar en voz baja o al oído a alguien de modo que otros no se enteren de aquello que se está diciendo[1], así como también vemos que esta palabra tiene su origen en la voz onomatopéyica cuchichiar, que es el término con el que se habla del canto de la perdiz (cuchichí), el cual normalmente es emitido cuando ésta ave llama a sus perdigones.
De lo anterior podemos deducir al menos cuatro aspectos importantes del cuchicheo, a) para que el cuchicheo se haga presente es necesario que haya una persona dispuesta a hablar y otra dispuesta a prestar atención a lo que se le dirá en voz baja o al oído; b) para que se pueda hablar a alguien al oído o en voz baja es necesario que el que escucha tenga confianza en el hablante, pues por algo le permite acercarse tanto, y por alguna razón está dispuesto a prestar atención a lo que se le dirá en voz baja sin perder palabra respecto a lo que se le dice; c) además el cuchicheo supone una distinción entre nosotros y los otros, distinción que se aprecia cuando vemos que aquellos que cuchichean pretenden que lo dicho no sea escuchado por los demás; y d) para que el cuchicheo se haga presente es necesario en primer lugar un ambiente en el que se supone ha de predominar el silencio, por ejemplo durante un discurso, donde se supone que el auditorio va a escuchar lo que el orador va a decir, o en el contexto de un estado totalitario, donde alzar la voz puede ser considerado un delito y por ende es muy probable que se reciba un castigo por ello.
Si queremos ver en qué momento el cuchicheo es virtuoso o vicioso, nos conviene detenernos a examinar las características ya mencionadas a fin de que podamos ver si éstas efectivamente nos dicen con suficiencia qué es éste y si en efecto aquello de lo que hablamos se ubica entre el silencio y el habla.
Así pues, lo primero a considerar es que a) para que el cuchicheo se haga presente es necesario que haya una persona dispuesta a hablar y otra dispuesta a prestar atención a lo que se le dirá en voz baja o al oído, lo anterior implica que este acto humano es un acto comunitario, de modo que no se puede llevar a cabo en soledad, si bien se puede pensar en voz alta, no por ello se está cuchicheando, pues el cuchicheo implica hablar en voz baja y al oído del oyente, así pues éste es un diálogo con otro, con un otro que inclina su oído hacia el hablante para escuchar, es decir, el cuchicheo es un acto que puede influir en la vida política de una comunidad.
En tanto que son al menos dos los dialogantes que cuchichean, y en tanto que el cuchicheo es el resultado de la disposición de estos para hablar y para escuchar atentamente aquello que se dice en voz baja, podemos ver que este acto humano no puede darse en silencio, más bien es un modo de comunicar que supone la emisión de sonidos, aún cuando estos sean tan bajos como los de la perdiz llamando de cerca a sus perdigones, pero esa emisión de sonidos busca mantener el silencio que hay en torno a los dialogantes, de tal manera que nadie externo a ellos los descubra.
Por otra parte, vemos que b) para poder hablar a alguien al oído o en voz baja es necesario que el que escucha tenga confianza en el hablante, pues la cercanía que exige el decir algo al oído en tanto que se habla en voz baja supone que aquel que escucha confía lo suficiente en el otro como para permitirle acercarse tanto, cercanía que bien puede poner en peligro a quien escucha cuando se acerca el hablante, pues esta cercanía deja vulnerable a quien escucha ante quien habla, en especial cuando el que se acerca parece tener otras intenciones al acercarse. Pensando en el origen de la palabra cuchicheo, podemos apreciar que la confianza que tiene el oyente en el hablante es similar a la que tienen los perdigones en la perdiz, pues ni el oyente ni los perdigones esperan que el hablante o la perdiz se acerquen con la intención de destruirlos.
Además de la confianza que muestra el auditorio respecto a las intenciones del hablante, éste también muestra confianza en que aquello que se le dirá es algo importante, o algo que no puede esperar para ser comunicado, de modo que se muestra dispuesto a acercar su oído a los labios de aquel que habla, disposición que bien supone dejar a un lado aquello que se está escuchando y que no tiene prioridad ante lo que se escuchará de labios del hablante. Así pues la cercanía que entre los dialogantes supone el cuchicheo, sólo se puede dar cuando efectivamente hay confianza en que el otro no nos hará daño y en que aquello que nos va a decir es mucho más importante que lo que se estaba atendiendo.
Por otra parte también hay que considerar que c) el cuchicheo supone una distinción entre nosotros y los otros, distinción que se aprecia en el hecho de que no todos deben enterarse de lo que se está exponiendo al oyente, de modo que es claro que la conversación que se da mediante el cuchicheo implica cierto grado de intimidad, pues aquello que se ha de decir cuchicheando pertenece al orden de lo privado, es decir, pertenece al orden de aquellas cosas que han de permanecer ocultas en el silencio una vez terminada la conversación.
En tanto que aquello que se dice mediante el cuchicheo pertenece al orden de lo íntimo y, por ende al de lo privado, éste acto humano comienza a mostrarse como algo problemático en el momento en que aquello sobre lo cual se dialoga pertenece al orden de la vida pública, es decir, a lo que compete a toda la comunidad, pues el cuchicheo en este caso se acerca excesivamente al silencio cuando aquello sobre lo que se habla ha de ser conocido por todos.
Por otra parte, hay que tomar en cuenta que para hablar sobre cuestiones íntimas con el amigo, el cuchicheo no tiene porque llegar a ser algo necesario, pues bien se puede buscar un lugar en el cual existan las condiciones apropiadas para charlar sin ser escuchado, a menos que no exista tal debido a un constante afán por hacer de la vida privada algo público.
Lo anterior, nos lleva a la cuarta característica que sobre el cuchicheo he mencionado en el presente texto, d) para que el cuchicheo se haga presente es necesario un ambiente que suponga el predominio del silencio, respecto a dicho ambiente, hay al menos dos posibilidades, α) cuando se pretende entablar un diálogo entre la comunidad a fin de encontrar aquello que es mejor para ésta, diálogo que supone a su vez la disposición del auditorio para escuchar atentamente a cada uno de los que hablan y así juzgar y elegir lo que es mejor para la comunidad misma, por ejemplo cuando hay elecciones; y β) cuando un diálogo comunitario deviene en monólogo, es decir, cuando un hablante impone su discurso sin permitir que éste sea criticado por el auditorio, por ejemplo cuando se establece un régimen totalitario.
En el primer caso, el cuchicheo impide que haya un verdadero diálogo entre la comunidad, pues aquellos que se dedican a cuchichear, muestran su desinterés por la vida pública y su preocupación por sus vidas privadas, es decir que se aíslan de la comunidad para atender aquellos asuntos que sólo les competen a unos cuantos; en una comunidad de cuchicheantes, no es posible que se pueda elegir a conciencia entre aquello que es mejor para la comunidad, pues los múltiples hablantes que hay ahí impiden que se escuche con atención aquello que se ha de juzgar como conveniente o inconveniente para la vida de todos.
Respecto al segundo caso, podemos notar que cuando el supuesto diálogo comunitario deviene en monólogo, el silencio que se impone obliga quizá a que surja el cuchicheo, pues sólo mediante la discreta conversación con los amigos es posible salir bien librado cuando se está criticando a ese monólogo que trata de cerrar las puertas al interés de los cuchicheantes por la vida política; en este contexto el cuchicheo emerge como algo necesario, pues el silencio impuesto por aquel que tiene permanentemente el uso de la palabra sólo puede comenzar a romperse mediante el nacimiento de aquel. Sin embargo, el cuchicheo en este contexto, no deja de ser un problema, pues al ser un diálogo que se entabla con unos cuantos lleva al orden de lo privado aquello que es propio de lo público, dejando latente el riesgo de que un monólogo acabe siendo sustituido por otro.
De todo lo anterior se desprende que el cuchicheo es efectivamente aquello que se encuentra entre el silencio y el habla, pues mediante éste los dialogantes procuran hablar sin romper el silencio que los rodea. Sin embargo, el que éste sea bueno o malo para la comunidad depende de la relación que haya entre ésta y el ambiente en el cual se da el cuchicheo, es decir, en un ambiente donde lo que predomina es el monólogo totalitario, y por ende el silencio del resto de la comunidad, el cuchicheo es una virtud, pues mediante éste es posible mantener con vida al interés de la comunidad por lo que de ella está haciendo la voz cantante en ese momento, y junto con ello el interés por buscar cómo cambiar las cosas; pero en un ambiente donde lo que prevalece es un intento porque la comunidad mantenga un diálogo que le permita elegir lo mejor, el cuchicheo es un vicio, pues permite un exceso de hablantes y junto con ello abre la puerta a la posibilidad que dichos hablantes se preocupen más por lo privado que por aquello que pertenece al orden público, y junto con ello a toda la comunidad.
Así pues parece que entre más saludable sea la vida política de una comunidad menos presente se hace el cuchicheo, pues en un caso es necesario y en otro es un exceso, el problema con ambos es que no hay manera de distinguir entre lo que pertenece a la comunidad, lo que es público, de lo que es propio del individuo, lo que es privado.
Maigoalida de la Luz Gómez Torres.
[1] Cfr. La entrada para cuchichear del DRAE.