ENIGMA
ANTONIO CORIA
Una vez que en el hombre ha surgido la conciencia de sí, de su estar en el mundo, así como la temporalidad en su cosmos (del cual forma parte), percibe lo intrínseco de la muerte, al existir ella como parte de la propia vida, surge con ello una serie de interrogantes.
Quizá comience preguntándose el ¿por qué?, tanto de las cosas como de sí mismo, continúe con un ¿para qué? de todo aquello que él es y por las cosas que se ve rodeado. Siguiendo este camino causal de preguntas, llegará al punto en donde tenga que dar respuestas a todo aquello que ha sido sometido a su juicio, y se encontrará en un determinado momento en el cual ya no podrá responder más. Ahí pasará la antorcha -la cual ha iluminado el camino hasta ese momento- a la divinidad, construirá mitos y dará realidad a su existencia.
El hombre verá fuera de sí mismo la posibilidad de obtener esas respuestas, dado que la verdad absoluta pertenece al dios y es él quien celosamente la resguarda. Desde la antigüedad y quizá hasta nuestros tiempos, en ocasiones la divinidad, aparentemente, ha dado la oportunidad al hombre de conocer más allá de lo que se muestra en su inmediatez, pero no lo hace de facto, quizá sea por probar a éste respecto a la capacidad de sí mismo; por comprobar su autoridad divina; o por alguna razón superior a cualquier tipo de comprensión humana, que el dios permite al mortal saber más de aquello que es común para él.
Lo hace en forma de enigma, no muestra la realidad, hace que el mortal la descubra por sí mismo -aunque de cierto modo influenciado por el ser superior-, donde las cosas reales están unidas por cosas imposibles, es un recurso proveniente de la divinidad, donde ésta muestra el futuro o de algún modo ayuda al hombre mostrando una revelación oculta, pero el dios la da en forma de acertijo. De modo tal deja las cosas que deberían ser claras y precisas a manos de la interpretación mortal, siendo por medio de este pathos, que el dios incita al hombre, provocándolo a desobedecerle: mientras el dios transmite la revelación al oráculo, este hará una interpretación de ella, pero no se debe olvidar que el enigma es ambiguo y, aunque tiene impresa por una cara la verdad, por la otra se encuentra algo verosímil o completamente falso de aquello que es en realidad lo revelado por lo divino al oráculo.
El enigma tiene un gran relieve para la civilización arcaica de Grecia, sobre todo en relación con los orígenes de la sabiduría: tiene una importancia autónoma que se sale de la esfera estrictamente apolínea.
De modo alguno la sabiduría era algo proveniente de lo divino, pero a los dioses pareciera que les agrada el enigma y repudian lo que es manifiesto. Es por ello que la sabiduría al ser algo que es propio de los dioses también es algo entregado al mortal de una forma oscura, siendo el hombre quien tiene que develarla.
Apolo aquel, el que hiere de lejos, se le puede atribuir un carácter de crueldad, con respecto al enigma en la tradición griega, su acción hostil en los enfrentamientos del mundo humano, tanto él como el enigma parece herir de lejos, dejando como resultado una lucha en donde son participes, el mortal y el dios. En este punto el arma decisiva es la sabiduría. Así el enigma permite que el hombre se enfrente al dios desde un mismo nivel o por lo menos da la posibilidad de enfrentarlo, lucha que no se podría dar si se considera la diferencia de ámbitos.