La última de las maravillosas y extraordinarias aventuras del super agente secreto Cöpen Haggën (mejor conocido como Der Dänizscherzstung) que, después de salvar al mundo de los maquiavélicos y apocalípticos planes de su archi-némesis el Doctor Ciruela (quien quería convertir en mutantes al ejército de zombies que él mismo había creado a partir del virus de la Peste Malásica para apoderarse del globo terráqueo), terminó en el hospital luego de desbarrancarse de Montaña Ciruela en una lucha a muerte con el último de los zombies, el terrible General Braineater.

√\~√\~√\~√\~√\~√\~~√\~~~~~~~ «¡desfibrilador!» ~~~~√\~√\~√\~√\~√\~~~~­­­­­­­­­­

Gazmogno

Ser y Canto

SER Y CANTO

A lo largo de la historia del hombre, en todas y cada una de las sociedades tanto antiguas como modernas, ha sido necesario dar paso a la resolución de las incógnitas que la existencia y la estancia de éste en el mundo generará. Por ello la creación de una cosmología y de una cosmogonía (sacando los conceptos del mundo griego para adaptarlas a cualquier sociedad) da realidad a la existencia, primeramente del hombre y su estancia en el mundo; segundo da realidad al mundo, del cual él también forma parte. Aquí es donde el mito cobra su importancia y se convierte en realidad ya que no puede ser considerado como mito. Pero el mito solamente cumple con la función de dar razón del mundo, pero no de las acciones del hombre, dado que de ello se encarga la religión, ésta con respecto al mito, da las normas que rigen la sociedad, en función a la realidad que en mito ha dado y la cual sirve a la religión para establecer las normas de la sociedad. Une vez que la religión ha cumplido con dar las respuestas necesarias y el orden que le corresponde es necesario dar paso a algo que vaya más allá de ella en cuyo caso, eso que va más allá necesariamente tendrá que ser la filosofía. Es claro que si hablamos de la filosofía desde el punto griego, no puede negarse su existencia en él, pero qué pasa al momento de hablar de ella desde otros pueblos, ya sean pueblos orientales, anglosajones, prehispánicos, etc. ¿No se encuentran rasgos de filosofía en ellos? ¿Lo único que se muestra en dichos pueblos es sólo mito y religión? Si consideramos que la filosofía solamente debe ser analítica y en función al tratado, podemos contestar afirmativamente la primer pregunta realizada y decir que efectivamente en aquellas sociedades no hay rasgos de filosofía, pero si consideramos que la filosofía con este carácter analítico y solamente es un progreso de la filosofía, la cual en sus primeros tiempos y respecto a la etimología de la palabra, era considerada como la sabiduría y aquel que tenía la capacidad de poseerla era considerado un sabio, por lo tanto está presente la capacidad de que en dichos pueblos haya filosofía como tal. En algún momento el hombre observa su estancia en el mundo, se verá parado frente a todo aquello que le rodee, ahora es consciente de que está. Quizá piense que se encuentra de la misma forma en la cual las cosas están –si las concibe inferiores, puesto que puede hacer uso de ellas o superiores a él, siendo éstas a las que se ve sometido, sin pensar en los fenómenos, no cobra importancia en este momento-, puede pensar que por algo se encuentra ahí, lo cual generará la incógnita de un ¿por qué? Ya ha dado cuenta de estar en algún lado. De esto debe búsqueda para la solución a la pregunta elaborada. Aunque para dar salida a este problema tendrá que ir más allá. La pregunta misma lo obliga a hacerlo. Encontrará una respuesta a su duda en los fenómenos, los cuales son superiores a todo y no son dominados por nada, algo debe de moverlo todo, algo en algún momento decidió un orden para todo aquello que se percibe, algo tiene el por qué en sus manos. Ahora el por qué, lo ha llevado hasta un punto en el cual dicho hombre ha sido puesto por un algo en el mundo, la razón de esto todavía es desconocida para el hombre, debido a que la pregunta tiene una respuesta que es ajena, primero debe dar razón acerca de quién es aquel que tiene el por qué en las manos. Así el hombre, continuará elaborando preguntas y dando solución a las mismas. Seguirá creando seres que den realidad a su creencia e historias en función de los mismos que permitan ampliar el margen de su realidad inmediata. Cada una de estas cosas servirá para colocar una pieza más en el rompecabezas de su existencia. Después de elaborar una complicada red de preguntas y respuestas, intentando conocer quién es aquel o aquellos que han producido su realidad, ha dado vida al algo creador. Quizá ya no se vuelva a ver más a este ser creador como un algo, sino como un alguien que sea lo divino o pertenezca a ello. De un cierto modo ajeno a la realidad inmediata, aunque poseedor y señor de la misma. A éste le será creada una historia que al mismo tiempo narra la creación del hombre. Podría, ahora sí, obtener la información acerca de su por qué, siempre que el ser superior lo permita. El hombre ha creado un mundo en el cual resuelve las preguntas ¿Qué? ¿Quién? y ¿Cómo? indirectamente ha dado una respuesta al por qué inicial, del cual considero ha quedado claro la respuesta pertenece a ese algo creador. Con la construcción que ha realizado sobre de un mundo y la forma en que éste ha sido creado, lo cual supera su conocimiento –sin olvidar que el ser creador ha sido creado por él, aunque no genere la conciencia de ello-, el hombre da realidad a su existencia, la narración que en algún momento sirvió para responder ciertas incógnitas se ha convertido en realidad. El mito mismo es realidad del hombre y de su origen. El mito siendo una realidad debe ser divulgado como verdadero, dado que aquello se ha considerado como hecho verídico del origen del mundo y por lo tanto del hombre, debe ser visto bajo un carácter de cierto, por ello no será nombrado como mito –en el momento que éste es creado-, ya que de ser así la única realidad que podría adquirir sería la de historia fantástica y solamente existir en tanto que es contada. Por eso mientras lo narrado exige lo verdadero en él, la narración exige la creencia del oyente. El mito puede o no obtener este carácter de realidad dependiendo del tiempo y del espacio. Aquello que ahora es considerado como mito, solamente es para quien lo percibe de este modo, el mito tiene en sí mismo la realidad de un determinado momento con su respectivo punto geográfico. Ahora esta realidad se ha vuelto mito, lo verdadero, aunque en algunos puntos converge entre los distintos pueblos, en otros es completamente distinto -incluso se contrapone-, la verdad está dada por aquella tesis que pueda sostenerse ante la otra, al mismo tiempo que resuelva las incógnitas del nuevo paradigma. La narración de un mito, ya sea oral o escrita, contiene la característica más propia del ser humano: el uso de la razón, siendo ésta la que le dé la característica de realidad. En tanto que el hombre admira un mundo, el cual en ocasiones es ajeno, el razonamiento, la interpretación y la capacidad de verse a sí mismo como parte del todo, será lo que le dé este carácter de real. El mito como se ha visto, surge bajo la necesidad de dar respuestas a cuestionamientos humanos relacionados con el orden natural, pero solamente en tanto que sirve para dar una explicación, la cual dé realidad y porque a las preguntas hechas por el hombre respecto dicho orden, si se sigue por este camino el mito dará un salto a la religión. Ahora será ella quien sirva para dar razón al hombre respecto de lo que es, a las costumbres, a la creencia, la ética, la política, etc. de un pueblo. El mito sirvió para dar razón acerca de la construcción tanto de un mundo como de una realidad concreta. En el momento que ha dado una explicación completa sobre la cosmogonía (la cual nos refiere a la formación del universo conocido por el conjunto de hombres que han acordado en él) y la cosmología (tratando en ella las leyes que rigen el universo conocido) es momento de dar paso a la religión, donde una vez que se ha estructurado la formación del cosmos se encargará de dar forma a las distintas reglas y formas de ser respecto a la acción humana. Hasta ahora, tanto las interrogantes característicamente humanas, como la facultad de responderlas, resultan ser algo propio de todas las sociedades, pueblos y civilizaciones, en sí algo propio de lo humano incógnitas respecto al mundo las cuales el hombre hará todo el intento por responder tanto de él como de aquello por lo que se ve envuelto. También en este momento, debe ser claro que existe cierto tránsito del mito a la religión, así como los cuestionamientos que se generan respecto al mundo, no son propios de una sociedad o de un pueblo, sino que son una inquietud propia de la humanidad, pero qué sucede si la religión –la cual, hasta este punto es nuestra etapa más avanzada del pensamiento- no cumple con la resolución de las incógnitas realizadas por el hombre. Éste tendrá que ir un paso adelante y será por ello que haga el intento por llegar al conocimiento más avanzado, el cual supere todo conocimiento actual. Estamos acostumbrados a pensar que la filosofía es algo propio de las culturas occidentales, y de cierto modo no es falso, debido a que son estas las que llevan la filosofía hasta su cumbre, por lo menos respecto a la razón como tal, la capacidad de analizar y posibilidad de profundizar en los cuestionamientos propios de estos pueblos. Pero al concebir la filosofía de este modo tenemos que aceptar que esta solamente es una superación de la filosofía en sí misma o una evolución de ella. Pensemos en la etimología de la palabra y solamente nos quedaremos con la mitad de ella: σοφία (sofia) lo cual quiere decir sabiduría. Si lo pensamos de este modo la sabiduría es el grado más alto del conocimiento, pero el conocimiento no es el mismo para todas las culturas, varía dependiendo de los mitos costumbres, creencias, etc. Por lo tanto la sabiduría es el conocimiento más alto con respecto a una sociedad. Si se separa la filosofía en dos, pensando que una de ellas es el origen de ella y la otra un momento avanzado de la misma, se puede nombrar a la primera como filosofía de los sabios y a la segunda como filosofía racional . Se ha considerado en mucha ocasiones que la filosofía es algo propiamente, o griego o alemán, y si lo pensamos desde la filosofía racional, así es, pero si lo pensamos desde el punto de vista de la filosofía de los sabios no, puesto que dichos sabios han existido en todas las culturas o por lo menos en las más importantes –y no con esto intento quitar el peso propio de la filosofía occidental, solamente intento dar razón de que existe filosofía en otros lugares, primordialmente para este ensayo, que existe filosofía prehispánica. La filosofía, por principio se encarga de producir sus propias formas, posteriormente se encargará de responderlas, aunque es importante resaltar que dentro de estas culturas por lo menos es notorio el carácter ético que regula la acción humana, y esto comienza a ser filosofía según las dos categorías puestas anteriormente. En los cuestionamientos ya sea relacionados con la estancia en el mundo; o con la muerte; o con la correcta conducta y acción del hombre, se encuentran claramente preguntas que dan muestra del intento por alcanzar este conocimiento que lleva hacia la condición de sabiduría. En culturas como la de los pueblos prehispánicos se ve el intento por dar el brinco del mito al logos –en este punto, no me atrevería a afirmar que dicho brinco se ha logrado, del mismo modo que no me no me atrevo a negarlo- al intentar responder preguntas que se han generado y que son propias de la filosofía por lo menos en un primer momento. En el Popol Vuh se muestra el mito de la creación claramente, la creación de Quiché, así como la del hombre, y aunque no se ve tan claro el tránsito del mito a la razón, deja clara la forma en la que el hombre debe de comportarse en el mundo, y aunque de una forma muy poética, queda claro el rasgo ético que se encuentra en estos pensamiento, los cuales quienes los pensaron se encontraban al nivel de la filosofía de los sabios. Pero no solamente se encuentra en estos pueblos prehispánicos el carácter ético, sino que también es notorio el cuestionamiento por la muerte, éste cuestionamiento aunque no existe un tratado acerca de él, da muestra del pensamiento que se tenía de la vida la muerte y la estancia en el mundo. Nezahualcóyotl con sus poemas deja de una forma muy clara que estos cuestionamientos no solamente eran las preguntas realizadas, sino se intentaba dar una respuesta, la cual tiene el intento de ir más allá de la respuesta que el mito podía arrojar sobre él, al mismo tiempo que cobra conciencia de la condición trágica del hombre y no deja fuera a ésta de su pensamiento. Del mismo modo que en las obras de Homero se encuentra el carácter filosófico, se encuentra en el Popol Vuh – con sus respectivas diferencias claro está-, este muestra claramente la ética que dirige la acción humana: su comportamiento, formas y costumbres. Aunque dicha acción se encuentra mediada por la divinidad, por lo tanto el hombre tendrá que actuar en función a ella. Es importante no restarle el verdadero papel y así el peso que tiene la filosofía occidental sobre estas civilizaciones, ya que el tránsito del mito al logos en la cultura griega simplemente es innegable, se muestra claramente este brinco y demuestra su posición ante las otras culturas. No por ello debemos negar que existan rasgos de filosofía, por lo menos de una forma básica, en los pueblos prehispánicos. Los cuestionamientos de quienes pensaron sobre el hombre, nos muestran su capacidad de análisis, y aunque no hay muestra clara de ello -ya que no existen pruebas escritas en las cuales en las cuales se fragmente el pensamiento- queda de cierta forma claro entre líneas la condición de sabio, teniendo con ello la facultad de su arte ser llamada sabiduría, y si anteriormente se había dicho que la etimología de la palabra filosofía se relaciona en un primer momento con la sabiduría, entendiendo a ésta como el intento de alcanzar el máximo conocimiento y no restando la importancia que tiene para el mudo la filosofía griega de quien propiamente es la palabra filosofía, se puede afirmar que hay filosofía prehispánica.

La primera carta

“No sé como comenzar a decir esto. ¿Debe ser tan difícil siempre?  Alguna vez escuche decir que el amor no podía dividirse, tal como el amor de amigo, de hermanos, etcétera. Parecería que es cierto. No puedo pensar al amor como una serie de sentimientos diferentes que dependen de la persona por la que sientes este amor. Más bien lo pienso como una unidad, que aumenta o disminuye, y cambia de forma y sentimientos corporales cuando estamos con las diferentes personas a las que amamos. Igualmente podemos amar a nuestras mascotas, o inclusive, a diferentes animales que nos pueden encantar. Pero es aparte.

Estos sentimientos cambiantes que provoca el amor se manifestaron al estar contigo. A pesar del poco tiempo de nuestra relación parece que ese sentimiento ha crecido de manera exponencial. Tal vez a ti no, no puedo saberlo, pero lo que a mí me sucede es no poder dejar de pensarte. Imaginarte en nuestros lugares preferidos, ya sea el árbol elegido, o algún otro lugar que tú conoces igual que yo.

He de confesarme, y decirte que todo esto es sumamente nuevo para mí. Jamás había experimentado algo semejante. Lo que no logro comprender es, si esto es el amor verdadero. Y si no lo es, puede que sea muy cercano a este. No quiero ni pretendo elaborar un tratado exhaustivo del amor, lo único que se es la manera en que has cambiado mi perspectiva de este sentimiento. Me alegra saber que esto solo estará en tus manos y de nadie más, porque sólo tú puedes comprender estas palabras que tan vagamente escribo hoy.

Ahora, el amor, me parece, se va dando como un proceso. Y como tal, lo fuimos pasando con todos sus obstáculos. Hoy que es un día normal, puedo a sentarme a escribir estas palabras, que salen de mi pero son únicas y sólo tú puedes comprender. Me gustaría hacer esto público, gritarlo a los cuatro vientos y hacer una gran fiesta de este sentir tan hermoso que hoy me invade. Y que espero todos lleguen a sentir en algún momento.

 Por ahora las palabras faltan, y no puedo describir lo que es indescriptible. Solo puedo concluir, que hoy te amo. Y quizás no es la mejor manera de expresarlo, pero no supe de que otra forma hacerlo. Así es como esta carta se escribió.”

 

Esa fue la primera vez que lo pude leer. Era mi padre tan afamado escritor. Algunas veces ´puede hojear sus libros sin mucho interés. Pero aquella carta me sorprendió sobremanera. Nunca fuimos muy unidos, y el hecho que fuera un gran escritor siempre fue un gran problema. El hablar con el de sentimientos era imposible, y nunca fue muy cariñoso. Ahora entiendo lo sorprendente que pudo haber sido aquel amor por mi madre. Aquello que lo motivo a expresar su sentir en tan bella carta. Ahora lo puedo entender.     

Una historia de fidelidad simulada

Sobre lectura y educación


Todos leen libros ahora,

dizque para educarse.

Verso 1110 de las Ranas de

Aristófanes leído por Alfonso Reyes


No harán falta muchos argumentos para que la mayoría acepte que la educación nos hace mejores, porque eso es lo que cree la mayoría. Posiblemente se necesiten pocos argumentos para que algunos concedan que la educación es necesaria, porque casi todos están convencidos. Quizá ningún argumento logre convencer a alguno de la discordancia de la lectura y la vida académica, porque creer lo contrario da sentido a la vida de todo aquel que ha sido formado en la academia y a nadie le gusta saberse entrampado. Sin embargo, ensayar una explicación sobre la discordancia de una vida entregada a la lectura y una entregada a la academia sería un buen ejercicio reflexivo, sobre todo para quien ya ha sido formado en los visos de la segunda y los compromisos requeridos para encaminar la vida por la vía preformada implican la renuncia a la primera. A lo mejor vale la pena intentarlo.

Sabemos, por Jenofonte, que Sócrates se reunía a leer junto a sus amigos para buscar algo bueno en los vestigios del texto. Sabemos, por Platón, que Sócrates desconfió de la escritura al grado de relegar la elaboración de algún escrito hasta sus últimos días. Sabemos, por la acusación a Sócrates, que para los ojos atenienses, o al menos para los de una discreta mayoría, Sócrates fue un mal educador. Sabemos, en consecuencia, que Sócrates maleducó a sus amigos por su modo de leer -y por otras cosas más que ahora no vienen al caso-. Digamos, entonces, que algo hay en el modo socrático de leer que lo hace incompatible con la educación. ¿Qué será? Por el primer testimonio podemos afirmar que para Sócrates toda lectura es selectiva, lo cual implica que la lectura en cuanto tal no es valiosa, lo que vale es la ejecución de la lectura: lo que se lee, como se lee, con quien se lee y para lo que se lee. Leer por leer no nos hace mejores necesariamente. Quizá por ello el segundo testimonio nos dice que los textos, y qué otra cosa se lee que no sea texto, suelen embrutecer al alma. Pero de aquí no se pasa con claridad a una mala educación. Según se dice, la malicia de la lectura socrática estaba en su peculiar modo de interpretar algunos pasajes clásicos, digamos que de una manera poco ortodoxa; o lo que es lo mismo, de reconocer en los textos ideas distintas a las regularmente aceptadas. La mala educación promovida por el modo socrático de leer consistiría entonces en pensar de modo distinto al acostumbrado. Busquemos la diferencia. El primer testimonio, que mi memoria afirma como el único pasaje -de todas las fuentes- en que se muestra a Sócrates leyendo, es elocuente: Sócrates piensa distinto porque lee buscando algo bueno para compartir con los amigos, porque lee para platicar. El tercero, por su parte, supone que la acción del educador es la conformación del ser del educando, esto es, que el educando es pensado como carente de ser que necesita mejorarse mediante la educación, que se lee para ser más, que se lee para producir. Ahora vemos la completa diferencia: Sócrates creía que se lee para ser más reales, porque ante todo somos; la discreta mayoría creyó que se lee para ser más, porque lo que somos no es suficiente, ergo ¡hay que producir! De un lado, la lectura nos muestra en un aspecto de lo que somos, hoy una cosa y mañana otra, y lo mostrado ni se complementa ni se aúna por necesidad; del otro lado, la lectura añade lo que no somos para ser lo que ella quiere que seamos, la lectura nos va completando. De un lado, la selección de las lecturas corresponderá a lo que en el momento somos, a las compañías y las preocupaciones, a los desvelos y las alegrías, porque lo bueno no es lo mismo para todos y para siempre; del otro, la selección viene de lo que el educador considera bueno, de lo que él quiere hacer del otro, porque ya se tiene la receta de lo bueno. De un lado, la lectura es un camino libre que se forja al paso, al compás de las preguntas; del otro, sólo se lee con andadera. Hasta aquí, la vida dedicada a la lectura al modo socrático es contraria a la vida dedicada a la lectura de modo educativo.

Sin embargo, en la Atenas clásica la educación no estaba dominada por los libros, por eso no se centra en ello la acusación a Sócrates. No hacía falta leer cuando la formación se obtenía por otros medios. No hacían falta los libros en las academias o los liceos… al menos hasta que la palabra se volvió autoridad, cuando de las bibliotecas se formaron las escuelas, cuando una escuela se caracterizó por estudiar los libros de su maestro; la educación tornó entonces libresca: lo importante era estudiar lo dicho, aprender los textos, hacerse mejores en cuanto al parecido con el maestro. Lo importante era producirse como imagen del maestro. Los libros se volvieron más importantes que las palabras, las glosas ocuparon el tiempo de las pláticas y los textos comenzaron a embrutecer las almas.

En tiempos del helenismo, cuando proliferaron las escuelas y las sectas, la esencia de la actividad escolar se realizaba en la biblioteca y los libros tornaron objetos de cuidado: tanto de conservación bibliotecaria, como de copiosos comentarios al margen. La magna labor de la biblioteca de Alejandría fue, en esencia, la misma de aquel que no sabe qué hacer con los libros: archivar, limpiar el polvo, subrayar con rojo las ideas importantes, elaborar tarjetitas que resuman lo esencial, hacer listas de vocabulario y asegurarse una dos o más copias para cuando sea necesario. La necesidad de producir se acompañó de la necesidad de tener más. La abundancia de libros dejó en el olvido al modo socrático de leer, pues lo importante era otra cosa: mantener la escuela.

Poco cambió el asunto en el mundo romano: las escuelas siguieron creciendo junto a las colecciones de libros, los nuevos maestros formaban nuevas escuelas y hacían más grandes las colecciones. Fue entre los siglos V y VI que a las grandes colecciones de letras clásicas se añadieron los textos canónicos del cristianismo. Las bibliothecae sacrae pronto se convirtieron en anexos de los templos: el cuidado de los libros se convirtió en cuidado de la fe. Más que producir, ahora se buscaba la salvación; pero para salvarse era necesario producir: educarse en la fe. El monasterio de Vivarium nació como la primera academia cristiana. Su reglamento interno, formulado por su fundador Diocleciano, incluía el compromiso de los monjes para servir a Dios mediante el asiduo estudio y la esmerada copia de los textos cristianos y paganos, de modo que por razón del copiado los monjes aprendieran las lenguas clásicas y fuesen capaces de leer las Escrituras. Lo importante era leer para estar bien educado y difundir correctamente la fe. Los maestros de la antigüedad fueron substituidos por sacerdotes y los educandos por feligreses; el púlpito profetizaba la cátedra. La lectura socrática quedaba, entonces, fuera del camino de la salvación.

La universidad medieval dio un pequeño giro al asunto: además del préstamo de la biblioteca universitaria era permitido que los stationarii prestaran libros a los estudiantes para formar su biblioteca personal, pues ahora la salvación dejaba de ser asunto comunitario y era más cercana para el que más sabía. (De aquí, creo yo, viene esa ruin costumbre de desacomodar y esconder los libros en los estantes bibliotecarios ¡para que nadie más los lea!). Lo importante ya no sólo era producir, sino ser maestro en las producciones; la salvación vendría luego. Poco después, ya no por fe sino por fama -esa rara fama que da el exceso de fe-, se fundó la Biblioteca Marciana: ostentación plena del poder de los Médici, símbolo de su influencia política, fluidez crematística y potestad eclesiástica; o en otras palabras, fiel imagen del Renacimiento, vaga reunión de lo pasajero y lo eterno a la sombra del comercio -que en su clase cultural se llama mecenazgo-. Lo importante aún era hacerse, pero no hacerse en la erudición para la sabiduría, ni en la fe para la salvación, sino en la fama para la ganancia y por el mercado; lo importante ya no era copiar los libros, sino comprarlos impresos. La palabra perdió autoridad y los estudiosos abandonaron los libros antiguos -que ya nada decían- y la verdad, como en Descartes, fue buscada leyendo el gran libro del Mundo, escrito en el lenguaje en que estuviese escrito. La escuela, como el pasado, ya no era importante; lo importante era producir para el futuro… y los libros se llenaron de polvo.

¿Los libros se llenaron de polvo por esos años cuando, en palabras de Kant, el hombre salía de su minoría de edad? ¿Qué no es acaso que el siglo de las Luces es el período culto par excellence de la humanidad? ¿Cómo explicar que teniendo todos los recursos y conocimientos de que disponía el hombre moderno la situación de sus lecturas se juzgue aquí tan deplorable? Voltaire es más que claro: “las conversaciones y los libros raras veces nos dan ideas precisas, es muy común leer mucho de sobra y conversar inútilmente”. Es la Ilustración: hay mucho por saber y poco tiempo que perder. Lo importante era sintetizar el saber, dejarlo en lo esencial, despejar las minucias… y así nacieron los libros de texto -delicia de los jóvenes universitarios actuales-. Junto a los libros de texto nacieron las universidades modernas y las burocracias académicas. Si en el pasado la escuela era anexo de la biblioteca, ahora la biblioteca vino a ser apéndice escolar; y quizá en un futuro no muy lejano la escuela llegue a ser hopo de la administración burocrática. Ahora lo importante era la certificación universitaria: leer los libros de texto para instruirse en el modo correcto de conquistar al mundo. Si se tenían libros, eran para hacer trabajo intelectual; si se escribían, eran para demostrar que uno trabajaba. Lo importante nuevamente había cambiado, pues había que hacerse, hacerse de la mejor manera: sin perder tiempo y sin errores. Había que hacerse a sí mismo y hacerse era forjar su propia fama. ¿Entonces lo importante era la fama? La respuesta histórica fue dialéctica: sí y no. No, porque había apremios que no la hacían disfrutable: “el éxito es indispensable para poder encontrar un editor en Inglaterra, sin lo cual mi deplorable situación material seguirá siendo tan difícil y tan irregular que no encontraré tiempo ni sosiego para terminar rápidamente la obra (El Capital)” [Carta de Karl Marx a Ludwig Kugelmann del 11 de octubre de 1857]. Sí, porque lo que se haga o se deje de hacer para librar los apremios depende de la fama: “Mucho más que la profundidad lo que nos interesa es «meter ruido»” [Carta de Friedrich Engels a Karl Marx del 13 de octubre de 1867]. La fama era indispensable para la libertad y la libertad era el fin último. Había, por tanto, que producirse y producirse era producirse libre. Por ello, las letras se asumieron revolucionarias: del germen de ser que se es, se habría de buscar el desarrollo pleno del hombre. Había que producir para el futuro, pero viviendo el futuro desde hoy. Los libros se convirtieron en las herramientas de la producción, en los instrumentos de la libertad. Los intelectuales se convirtieron en la vanguardia de los hombres nuevos. Las universidades tornaron voceros espirituales de su raza. El apotegma escolar fue del ageométretos médeis eisíto al Arbeit macht frei. La discreta mayoría devino absoluta. Y ahora estamos totalmente convencidos de que la educación nos hace mejores.

Námaste Heptákis

Los «Caracteres» de Teofrasto: una lectura marginal

 

El humor es este arte de la superficie, contra la vieja ironía, arte de las profundidades o de las alturas. Los sofistas y los cínicos ya habían hecho del humor un arma filosófica contra la ironía socrática, pero con los estoicos el humor encuentra su Dialéctica, su principio dialéctico y su lugar natural, su puro concepto filosófico.

 

Gilles Deleuze, Lógica del Sentido

 

                                                                                 

I.

 

Con la muerte de Aristóteles alrededor del 322 a. C., en términos de historia espiritual, podemos marcar el fin de la época clásica de Grecia. Pocos años antes de su muerte, él mismo escribió que «casi todo se ha descubierto ya». El modo en que el estagirita organizó las disciplinas muestra la forma en que el saber será distribuido durante los próximos siglos, en otras palabras, la estructura general del saber estaba ya descubierta (la lógica y la metafísica) y por consiguiente, lo restante era refinar dicha estructura llenando los huecos faltantes. Bajo el peso de dicha tradición y empresa, Teofrasto asume la dirección del Liceo que fundara su amigo y maestro Aristóteles.

La vida de Teofrasto y su legado están marcados por la presencia de su antecesor. Así, los pocos datos que tenemos de su vida nos han sido transmitidos gracias a Diógenes Laercio, mismas que han podido ser ampliadas gracias a investigaciones modernas.

Tírtamo era el nombre real de Teofrasto. Nació en Éreso, ciudad ubicada al occidente de la isla de Lesbos, en torno al año 372 o 370. Hijo de Melantas de oficio cardador, supone cierta solvencia económica que le permitió estudiar primeramente con un maestro local llamado Leucipo, para posteriormente trasladarse a Atenas para ingresar a la Academia de Platón. Biógrafos y comentaristas discuten el hecho de que Teofrasto haya sido alumno directo de Platón y que haya estudiado en dicha Academia. Sea como fuere, es muy probable que Teofrasto haya trabado amistad con Aristóteles en Mitilene, ciudad de Lesbos, en la cual éste se estableció junto con su grupo después de su partida de Asos, de donde partieron hacia Macedonia, Estagiria y Delfos, hasta la fundación del Liceo en Atenas alrededor del año 335 donde todo el grupo se asentó de manera definitiva. Al igual que Aristóteles, Teofrasto también mantuvo relación con los poderes promacedónicos de su época. Sólo hasta la muerte de Alejandro en 323, la convivencia en el Liceo se ve sismada. Aristóteles fue condenado por impiedad como castigo a su claro apoyo al Imperio, con lo cual parte hacia Calsis para evitarle a los atenienses otro pecado en contra de la filosofía, donde morirá poco tiempo después. Teofrasto ocupa el cargo del Liceo y la tutoría del hijo de Aristóteles como lo dictaba el testamento de éste último, además de recibir su biblioteca. El mismo cargo de impiedad es hecho a Teofrasto entre 319 y el 315. Probablemente ayudado por sus influyentes amistades entre las que se encontraba Demetrio de Falero, gobernador de Atenas del 317 al 307, y Ptolomeo, el proceso en su contra fracasó. A excepción de dicho proceso, y de un decreto en 307 en contra de las escuelas filosóficas, su actividad docente y académica al frente del Liceo fue ininterrumpida e intensa. Las páginas que Diógenes Laercio le dedica a su figura reportan una ingente cantidad de tratados y estudios, de los cuales muy pocos han llegado hasta nuestros días, entre los que destacan dos amplios estudios sobre botánica, uno de metafísica y los Caracteres que ahora nos ocupan. Fue una figura respetada y querida del pueblo ateniense. Su filosofía muestra un aprecio mayor a la sensibilidad y la empiria, aunque, por supuesto, no puede ser valorada en su totalidad debido a lo fragmentario de lo que se conserva de la misma. Sin embargo, no se le puede juzgar de un simple continuador de las teorías aristotélicas, sobre todo en lo que respecta a la metafísica y en específico a la teleología del motor inmóvil. Teofrasto muere en el 287 a los 85 años según Diógenes.

 

II.

 

Resulta difícil decir cuál fue la importancia que Teofrasto y sus alumnos le dieron a los Caracteres. La finalidad y destino de dicha obra ha sido ampliamente discutida por comentaristas y académicos. Se ha apuntado que tratase de ejemplificaciones que mostraran las investigaciones y trabajos sobre retórica del mismo autor, en el sentido de que través de ellos se enseñasen sus lecciones teóricas. Otros han señalado que pudieran ser, si bien igual ejemplificaciones o ilustraciones, sólo que de un tratado de moral teórica. Una última vertiente es aquella que dice que pudieran ser los ejemplos del perdido tratado sobre la comedia que nos hace saber Diógenes Laercio. Esto último en relación a una supuesta segunda parte de la Poética de Aristóteles que versaba sobre la comedia. Podemos imaginar que así como Teofrasto aportó y discutió las más importantes teorías de su maestro (la metafísica y la lógica), es muy probable que también lo haya hecho con lo que respecta a retórica y a la poética, sólo que de estas dos últimas lo único que nos ha sido legado son los Caracteres. La datación del escrito oscila entre 319 y el último decenio del siglo. Señalaría, si estas fechas fueran ciertas, que Teofrasto se encuentra en la plenitud y madures de su pensamiento filosófico, así como una ya lejana influencia directa de su maestro.

Nuestra lectura en términos esquemáticos será la siguiente: los Caracteres de Teofrasto son el conjunto, definición y descripción humorística de treinta diferentes modos de ser de los individuos libres de Atenas con vistas a ejemplificar los vicios y defectos (excesos) de una vida no ética, esto es, no prudente en sentido aristotélico.

 

III.

 

En lo que mayoritariamente concuerdan los comentaristas acerca de los Caracteres es que ellos son ejemplos. Pero ¿de qué son ejemplos? y más difícil aún, ¿qué es un ejemplo? Sin entrar en minucias filosóficas, para lo que nos sentimos incompetentes, podemos decir, en primer término, que el ejemplo es uno de los ejes fundamentales de la retórica, la ética y la dialéctica aristotélica.

La inducción es en términos dialécticos lo que el ejemplo es en la retórica. Aclaremos. Aristóteles esquematiza para la dialéctica en Analíticos Primeros el razonamiento a través de la ejemplificación: «Hay ejemplo cuando se demuestra que el extremo superior se da en el medio a través de lo semejante al tercer término. Pero es preciso que sea conocido que el medio se da en el tercero y el primero en lo semejante». El razonamiento dialéctico quiere demostrar a través de proposiciones plausibles (tres términos por lo menos) dadas, establecidas, «algo distinto de lo establecido». El uso del ejemplo funciona para dicha demostración plausible como término externo y semejante a alguna de las proposiciones establecidas. Por ejemplo, se quiere demostrar que «la guerra contra los tebanos es un mal». Se tiene como proposiciones «el mal» (término superior), «emprender la guerra contra los vecinos» (término medio) y «los atenienses contra los tebanos» (tercer término). El ejemplo sería aquel que mostrara o dijera de manera plausible y semejante que un pueblo, al guerrear contra otro extranjero, le fue inconveniente (mala) dicha acción. Dado que la acción de ese pueblo, en principio, fue guerrear contra un pueblo extranjero y de ahí la inconveniencia, se demuestra que hay mal en guerrear con extranjeros. El ejemplo sería, al final, «la guerra de los tebanos contra los focios». Este ejemplo puede ser uno entre tantos, por ello que la efectividad dialéctica y retórica del ejemplo radique en la cantidad de ejemplos semejantes que demos. Lo más interesante en lo que entiende Aristóteles por ejemplo, a nuestro modo de ver, está en la segunda parte de su definición, esto es, en aquello que es necesario saber con antelación para comprender un ejemplo. Ya en los Tópicos ha escrito que lo plausible son las cosas «que parecen bien a todos, o la mayoría, o a los sabios, y, entre estos últimos, a todos, o a la mayoría, o a los más conocidos y reputados». Del mismo modo que en las cosas plausibles, cuando apelamos a un ejemplo es necesario que nuestras proposiciones estén instaladas en cierto dominio común de referencias, sea político, social, de valores, que sean,  aceptados por la mayoría. Así, el ejemplo sólo funciona si sabemos con anticipación que la guerra de los tebanos contra los focios fue mala y que los tebanos son extranjeros. Sin esos básicos conocimientos (y de igual modo con cualquier ejemplo) el ejemplo no es plausible y por ello no es persuasivo. En la Retórica, de igual modo que en los Analíticos Primeros, se aclara que la relación del ejemplo no es la del todo con la parte o la de la parte con el todo, ni tampoco la del todo con el todo, sino la de la parte con la parte, lo semejante con lo semejante. Por último, podríamos nosotros definir al ejemplo: es la proposición semejante al tercer término, de una serie de proposiciones, que demuestra valiéndose de un conocimiento previo y común un razonamiento dialéctico.

La retórica y la dialéctica se conectan en el sentido de que ambas investigan cómo sostener una razón, y también defenderse y cómo acusar sobre cosas plausibles Se diferencian en sus fines: la retórica busca como fin la persuasión de los oyentes por parte del orador, mientras que la dialéctica busca la simple demostración encaminada hacia la ciencia de los primeros principios; en otras palabras, la retórica trata de cosas que puede ser de diversos modos (no necesarios) y la dialéctica abre el camino hacia los principios de las cosas que no pueden ser de diversos modos (principios necesarios).

El orador parece basar por entero su práctica en el uso de entimemas (lo que en la dialéctica son los silogismo) y de ejemplos. Así, podemos dar unas notas generales de la práctica del orador: «el orador saca sus argumentos del acervo de lugares comunes, que empelamos cuando ponderamos el pro y el contra. Y tiene que conformase con lo probable, pues sin duda no se argumenta sobre algo que efectivamente es verdadero». Lo verosímil o probable es la formula aristotélica por excelencia, ella vincula de forma exacta la dialéctica con la retórica, trata sobre lo que es aceptado por costumbre y tradición,  lo que «sucede ordinariamente». Es así que dentro de la retórica ya no se trata de hacer un escisión tajante entre doxa y episteme, al modo que lo hizo Platón, sino más bien, que «la filosofía puede proponerse elaborar una teoría de lo verosímil que proteja a la retórica frente a sus propios abusos, disociándola de la sofística y de la erística».  Así, probable y verosímil (que es la materia con la cual se llega a persuadir) en el discurso retórico se entienden dentro del marco de la polis; este marco entiende  que todo aquello que se delibera tenga, por así decirlo, una repercusión directa para los ciudadanos y es por ello que la materia del discurso retórico será «a partir de lo que ya es costumbre que se delibere». La relevancia política y ética del orador se entiende cuando sabemos a qué tipo de personas se dirige el discurso: una masa de ciudadanos, «oyentes tales que no pueden a través de muchas cosas tener visión de conjunto ni discutir a  distancia». El oyente, entendido como masa que escucha, es caracterizado por Aristóteles como imposibilitado para tener una visión panorámica y de cierto análisis que le permita deliberar correctamente, la función, en todo caso del político o del orador, será la de dirigir, con base en su discurso, juicio y experiencia, a esa masa que escucha para que ellos mismo puedan deliberar correctamente. Es por ello que se debe entender, ante todo, que el orador o el político no puede ser un hombre cualquiera, tiene que ser aquel hombre virtuoso que sabe distinguir el justo medio; en pocas palabras, se trata del phrónimos que se sirve del arte retórico para convencer; la retórica, vista en desde este aspecto, se circunscribe a la política. ¿Y qué es el phrónimos o la phrónesis? Brevemente, para terminar este comentario, trataremos de explicarlo.

A nuestro modo de ver el phrónimos u hombre prudente es aquel que sigue el ejemplo de otros hombres prudentes: «en cuanto a la prudencia, podemos llegar a comprender su naturaleza, considerando a qué hombres llamamos prudentes». Odiseo y Néstor son considerados generalmente prudentes gracias a su experiencia y su buen juicio; el vidente Tiresias debido a su respeto por los dioses y al modo en que lleva a cabo los ritos necesarios. Significa, pues, que por medio de caracterizaciones generales de hombres prudentes podremos saber qué es ella.

Del mismo modo, el hombre prudente delibera rectamente acerca de lo que es bueno y conveniente para sí mismo; esto quiere decir que la deliberación recta, que se ciñe al concepto de recta razón, elige de forma adecuada lo que beneficie o perjudique de forma directa al hombre, a este hombre que piensa su beneficio en términos generales y no parciales, para ello se supone que él interiorice la problemática y razone sobre ella con vistas a un bien general. La phrónesis dado que pertenece a la parte racional del alma que opera sobre las cosas no necesarias o que pueden de diversos modos, es entendida como «un modo de ser racional, verdadero y práctico, respecto de lo que es bueno para el hombre». De esta manera, podemos decir con Aubenque  que existen «dos especies de disposición, práctica o poética: la disposición práctica concierne a la intención o la regla de elección; ésta tienen por norma el Bien absoluto o el bien humano.». Conceptos como deliberación y recta razón, saltan a la vista en la definición de la phrónesis, sin mencionar la primacía del «justo medio» en la deliberación de este hombre prudente; de manera que se dirá lo siguiente: el término medio en sentido formal, es la cosa que dista lo mismo de ambos extremos; en sentido antropológico, el que ni excede ni se queda corto, y éste no es ni uno ni el mismo para todos. Es así, que la mayoría de las cosas para Aristóteles, son susceptibles de exceso y defecto, como la risibilidad y la fealdad como expresiones de la comedia. El término medio, en sentido estricto, es la perfección de la cosa o de la acción, de igual modo, concuerda con la definición de belleza de la Poética. De este modo, la buena deliberación del hombre prudente tenderá al término medio más adecuado (ya que este no es unívoco y no es el mismo para todos los hombres) y esto es el  término medio según la situación; es así que podemos decir que el término medio no opera sobre la deliberación del prudente, sino que la deliberación opera sobre la multiplicidad de términos medios para elegir alguno de ellos con vistas a un fin absoluto que es la felicidad o a un fin bueno particular tanto para el individuo y luego, por extensión, para la comunidad.

Cómo ya se ha dicho, la prudencia se define en función del hombre prudente. Pericles, como lo dice Aristóteles, es el ejemplo del hombre prudente que se identifica con el político. La recta razón queda establecida según el propio juicio del phrónimos;  tenemos así, «a un hombre que a pesar de todos sus atenuantes, no es sólo el intérprete de la regla recta [recta razón], sino que es la regla misma, el portador viviente de la norma». Ello establece al phrónimos como hombre que marca y fundamenta todo valor, toda virtud. Para ser virtuosos y prudentes, debemos de tener nuestra visión en ese hombre virtuoso que ejemplifica la idea de prudencia. El nexo queda esclarecido: el hombre prudente es aquel que interpreta y es la norma. Si ya Aristóteles ha identificado al prudente con el hombre político, ahí donde «el verdadero político se esfuerza en ocuparse, sobre todo, de la virtud, pues quiere hacer a los ciudadanos buenos y sumisos a las leyes», la relación resulta más que obvia: es en la acción política donde se lleva a cabo la función virtuosa del prudente. Éste utiliza como herramienta la técnica retórica para hacer presente su virtud como modelo y ejemplo para la masa. El nuevo enfoque que hace Aristóteles con su distinción de ser y modos de ser acerca de manera inusitada e insólita a la política, la ética y la retórica, y seguramente, también a la poética.

 

IV.

 

Siguiendo todo lo anterior, si hemos dicho bien, se puede entender el modo en que sintetizamos el tema de los Caracteres de Teofrasto. Esta obra puede ser leída como la suma de ejemplos, todos ellos probables y recogidos empíricamente de la polis ateniense, de vicios y defectos con respecto al phrónimos aristotélico que identifica al orador con el político. Si fuera así, cada uno de los diferentes caracteres representaría una violenta crítica y burla a la sociedad ateniense, a la vez que mostraría la postura política, y por ello ética y filosófica, del grupo peripatético dirigido por Teofrasto. El genio de Teofrasto radicaría no en ocultar la filosofía aristotélica bajo el manto de  un discurso que le es ajeno al estilo del estagirita, sino más bien, en traer a la superficie las honduras del pensamiento aristotélico en clave humorística, quizá porque esta clave expresa las consecuencias de dicho pensamiento y la imposibilidad de llevarse a cabo en una Atenas cada vez más decadente. Doblemente crítico, con respecto a Atenas y a Aristóteles, Teofrasto homogeniza en sus Caracteres el estilo, la argumentación, la ejemplificación, la comedia, la retórica, la ética y la política. Si bien Teofrasto sigue mirando al phrónimos, lo mira desde la conciencia de su imposibilidad. En efecto, se trata de una mirada enviciada que termina por poner en crisis todos los valores de la polis o muestra los nuevos valores. Podríamos distinguir, por último, un estilo de la superficie y un estilo superficial. El primero es el de los Caracteres y apela a un atributo físico del estilo teofrasteo, es una superficie plana y continua (de ahí la invariabilidad de los Caracteres y la dificultad para encasillar la obra en un género bien delimitado), poco accidentada, que incorpora con mínimas distinciones, la cultura de la cual era posible apropiarse para un hombre libre; el estilo superficial es el que a través de la mofa y caricaturización apunta a principios más altos (la comedia nueva), sería el estilo de Menandro. En los Caracteres afluyen y se expresan de manera magistral las intenciones nunca concretadas de todo el pensamiento helénico anterior, similar a las intenciones del gamberro que «apostado en la barbería o en la tienda de perfumes, cuenta que tiene la intención de emborracharse», su risa tragicómica es el ejemplo perfecto de la actitud general del ateniense, incluidos filósofos y políticos: «Mientras los demás entonan plegarias y vierten libaciones, él arroja la copa y se echa a reír como si hubiese hecho algo extraordinario», lo cierto es que no ha hecho nada.

 

V.

 

La filóloga Elsa Ruiz García, en la introducción a su edición y traducción de los Caracteres, conjetura lo siguiente: «la estructura fija y el propio ropaje empleados [en los Caracteres] son también una caricatura de la jerga generada en la escuela peripatética». Conciente de la imposibilidad de demostrar dicha afirmación, más abajo escribe: «el carácter esotérico de estos escritos le conferiría unas connotaciones de imposible valoración en la actualidad». En este sentido, tendríamos que preguntarnos ¿cómo es posible que siendo los Caracteres tan sólo un mero divertimento para los iniciados en la filosofía peripatética, y por ello de menor importancia, haya llegado hasta nosotros en vez, por ejemplo, de la Metafísica completa de Teofrasto? Podríamos atribuir este hecho al azar. Sin embargo, si no fuese así, ¿qué encontró la tradición en dicho texto para reproducirlo hasta nuestra época? Creemos que en la medida que podamos responder esta última pregunta (y eso hemos intentado hacer), de igual modo conjeturando, podremos darle a los Caracteres un sentido, si bien no el original, sí uno actual que nos enseñe todo lo que pueda esconder cualquier producción literaria por muy inocente e ingenua que aparente ser. Con ello partimos precisamente del supuesto de que los Caracteres no son un texto esotérico sino exotérico, y dado este atributo, es como llego hasta nosotros. Nos distanciamos, de igual modo, de aquellas lecturas que nuestro modo de ver caen en la trampa de los Caracteres, lecturas que dicen «que el humor del retrato parecen excluir [de los Caracteres] un propósito ético serio» o «no tiene ninguna tendencia ética ni parenética, sino que ofrece una descripción puramente biológica de treinta tipos característicos marcados»; una trampa que consiste en hacer un lectura superficial e igualmente bufonesca a muchos de los caracteres ahí descritos y que desvincula la seriedad del humor. A nuestro parecer, el valor de los Caracteres radica en humor muy serio que despliega. Esta pequeña y modesta vinculación que apuntamos daría el carácter polémico que nos gusta leer en los Caracteres, y ese sería su valor, el hecho de hacernos ver en el humor lo serio, y a la inversa, en lo supuestamente serio el humor bufonesco. Nos parece esta lectura una actitud más sana que la de la risa desinteresada, y esta actitud ya nos la enseña Teofrasto.

 


Wilhelm Nestle, Historia del espíritu griego, p.208.

 

Ibid. p.209.

Para lo siguiente nos ceñimos a la glosa de interpretaciones que da Elsa Ruiz García en la introducción a su edición y traducción  de los Caracteres, pp. 16 y 17.

Cfr., Elsa Ruiz García, Introducción,  pp. 21-22.

Aristóteles, Analíticos Primeros, 68b 35-40.

Aristóteles, Tópicos, 100a  25.

Ibid., 100 b 20.

Aristóteles, Retórica, 1357b 25.

Crf., Aristóteles, Tópicos, 101b.

I. Düring, Aristóteles, p.209.

Aristóteles, Retórica, 1357a.

Paul Ricoeur, Metáfora viva, p.21.

Aristóteles, Retórica, 1257a

Ibidem.

Aristóteles, Ética Nicomaquea, 1140a.

Cfr. la tragedia de Eurípides Las Bacantes, donde Tiresias junto con Cadmo van celebrar los ritos dionisicos a diferencia de Penteo, rey de Tebas, que niega los ritos y que luego sucumbirá ante la tragedia de su muerte a manos de su propia madre.

Ética Nicomaquea, Op. cit, 1140a.

Ibid, 1140b.

P. Aubenque, Op. cit., p.45.

Ética Nicomaquea, Op. cit, 1106a.

Ibidem.

Aristóteles, Poética, 1449a, capítulo V.

Ibid, 1450b, capítulo VII.

P. Aubenque, Op. cit., p.51.

Aristóteles, Ética nicomáquea, 1102a.

Teofrasto, Caracteres, XI, 8-8b.

Ibid, 9-10

Elsa Ruiz García, Introducción,  p. 24

Ibidem

A. Lensky, Historia de la literatura griega, p.671.

W. Nestle, Op. cit, p.212.

El Pensador.

(Inspirado en la escultura de Rodin)

I

Sentado en el olvido de la roca eterna, el pensador se encorva y se flexiona al pensar el mundo. De su divina parte, sostenida por una concupiscente mano, y por lo tanto inútil, emerge un par de burbujas cristalinas con pensamiento contenido. ¿Hacia dónde miras, pensador? ¿Qué sombras pretendes despejar con la luz del pensamiento? Sus ojos tan abiertos buscan; sus ojos tan abiertos no encuentran. Angustia lacrimosa en la mirada.
Tiempo ha transcurrido ya desde que el pensador hubo desechado el estaño del mundo, pues en algún momento se encontró en las cosas y desde aquel momento no ha dejado de buscarse. Probablemente…¡No! Necesariamente el pensador no se va a encontrar.
Aproximación. El pensador lo sabe. El pensador lo entiende. Éste es el motivo de su angustia.
¿Por qué sigues buscando? ¿Por qué no te detienes y te dejas de pensar? ¿Qué has encontrado pensador? ¿Qué motiva tu búsqueda?
(El pensador no me escucha)
Ha enmudecido el clamor de todas las campanas. Todo es silencio para el pensador.
Está solo.
¡Pensador, soy tu esperma, tu espíritu, tu corazón! ¿Por qué has callado también mi latido? ¿Por qué me has puesto en duda? Todo se ha vuelto sospechoso. No hay verdad. No hay tiempo. No hay palabra.
¿Qué hacer pensador? Ya no hay aire. El muro que le has impuesto al mundo te ha hecho olvidarlo.
El pensador baja la mirada. Sus ojos se han humedecido. Una delgada lágrima (que ya no pudo más) es desterrada por el cielo ocular.
Silencio.
¡La tierra ha sido fecundada!
Una lágrima la ha penetrado.
Un ser pequeño, cascaroso, con un par de antenas y tres pares de patas es dado a luz. Fruto de un romance perverso, de una unión mineral.
El pensador, cabizbajo, detiene su mirada, se interesa. Observa al asustado animal. El asustado animal se convierte en objeto ante los ojos del pensador. El pensador lo penetra, analiza, fragmenta y sintetiza.
Piel cascarosa, sangre envasada, amarillo, pegamento, gris, impulsos eléctricos, movimientos espásmicos, agua, saliva, toboganes de luz, viscosidades negras, viaje espacial, pérdida, caos, locura, misterio, armonía, comunión, sonido de agua salpicando., lluvia, subida, atracción, angostura, anchura, tic-tac, tic-tac, corazón, corazón, corazón.
El pensador no puede seguir.
El pensador escarabajo se escala a sí mismo.
Y aunque el cielo siga siendo la misma inmensidad para los dos, para el pensador-escarabajo el mundo se ha vuelto más grande, más fuerte, implacable; él se ha vuelto más pequeño, más vulnerable, indulgente.
El pensador-escarabajo cae de sí mismo.
El pensador ha sido herido en su ser. El pensador agónico está por morir. Con tremendo esfuerzo levanta la mirada y se ve a sí mismo viéndose, con una mano sosteniendo la barbilla, con la mirada detenida…
El pensador quiere salvarse. El pensador quiere, desea, anhela.
Ser.
El muro ahora es débil. Del otro lado comienzan a golpear. Los ladrillos caen pulverizados.
El pensador teme, escucha. Su corazón late apresurado. Sus músculos se tensan. Un lejano grito se escucha. La roca comienza a crujir.
El pensador-escarabajo es pisado por el mundo.
El pensador se ha muerto en parte. El pensador se angustia. El pensador se abraza.
El pensador ya no es uno con la roca.
El pensador ya no es uno.
El pensador ya no es.
El pensador lo piensa, lo entiende, lo siente…
…lo llora.


(Continuará)

El baile del mundo de Dannae… (parte I)

En las mañanas, cuando el cuerpo despierta y la mente está deseosa de hacer lo mismo, Dannae se siente suicida, busca entre sus cosas la máscara que portará ante la audiencia de hoy…¿de ayer? Para ella es lo mismo. Entre más busca menos encuentra, es la misma agonía de todos los despertares, puesto que en todos ellos mostrarse tal cual uno es puede perturbar, es más sencillo mostrar algo que es propio a todos que aquello que es a uno mismo. Dannae se contraría al pensar en esto, le suena un tanto ilógico, sin embargo regresa a su sitio habitual, lista para su rutina…

 

¿Qué sería de su sentir suicida sin esta agonía? Su semblante se ensombrece a medida que sus manos acercan la baladí máscara del día….Dannae se pierde detrás de ella, mira al espejo y no ve nada…

 

Dannae en el jardín, saluda sin pesar al fétido desfile que se mueve incesante frente a ella, charla brevemente con las tinturas, los materiales, los adornos y las falsas expresiones, se pregunta si habrá alguna real, si alguna de ella es suicida también. Las caretas llamativas se acercan a ella tímidamente, le susurran el buen trabajo que ha hecho con ella misma…Súbitamente una voz se adentra por los huecos que aparentan ser ojos y grita: ¡En ti misma!…La voz que grita siempre rompe…Dannae cubre su rostro y no repara en los trozos de la falaz careta, se mueve presurosa a su cuarto donde ya la aguarda aquel cofre que guarda más disfraces, se detiene un momento y una lágrima recorre su piel y desesperadamente cae al suelo, esa lágrima que se lamenta por aquella rota, aquella suicida cansada de intentar sostener lo insostenible de Dannae.

 

Cansadamente posa sus manos en el cristal de su ventana, desea tocarla, no se ha percatado que aún lleva la máscara puesta, se siente pesada a estas horas, mira a su alrededor y se ve sola, afuera no hay quién pueda mirarla tal cual es, sin embargo siente que alguien la observa ¿será acaso la voz? La voz escondida entre las sombras que ahora susurra lo que antes gritó. Le aterra tener que escuchar de nuevo ese grito, siente que la voz está esperando solo el momento adecuado para volver a gritar, pero ahora, sin careta ¿qué va a romper? el deseo de la noche embriaga a Dannae, para ella es más sencillo convivir con sombras, al menos ellas se muestran, las otras se rompen con voces que gritan, las sombras se esfuman en susurros. Haciendo memoria, el primer obsequio recibido fue una máscara con facciones finas, profundas e inocentes, se le dijo que la inocencia es una poderosa arma que  por desgracia se perdía pronto, pero puede inmortalizarse en una máscara, si ella perdía su inocencia, aquella embaucadora pieza la haría regresar. Triste recuerdo, Dannae sabía que no regresaría para ella, pero sí para los demás. Su madre una vez más le había dado algo que ha sido muy útil en mucho tiempo…Nunca quiso ser como su madre, pero tampoco sabía qué ser entonces.

 

Por suerte para Dannae, el baile de sombras se aproxima, descubre su rostro, al mirar de nuevo la careta del día se ensombrece y en un susurro se pierde….

 

 

Etna