Un gran viaje a la ciudad Capital I

He who makes a beast of himself

get rid of the pain of being a man.

Dr. Johnson.

Y como todo empieza, el acto y decisión fueron los causantes. Así comenzamos el viaje de nuestras vidas. Estábamos en la nueva época del 2000, en donde el furor de las drogas había pasado a ser un tema más común entre los jóvenes. Razones nunca necesitamos para empezar a experimentar lo espiritual del asunto. El único inconveniente fue el lugar. La ciudad de México fue nuestro resguardo a la hora de enloquecer. Un auto nuevo, recién adquirido por el papá de mi mejor amigo, Luis, fue el indicado para trasladarnos a cualquier lugar de esta gran ciudad. Para poder empezar esta historia, he de decir que nuestra necesidad por trasladarnos a otros lugares fuera de nuestro entorno, fuera de nuestros problemas, fuera de toda esa estructura rígida y pomposa en la que vivíamos, nos motivo a empezar el viaje. Lo decidimos una tarde, en la que el aburrimiento y las viejas preocupaciones nos agobiaban, como abejas buscando lo dulce de los conflictos. Necesitábamos encontrar nuevas cosas. Olvidar, y reencontrarnos con nosotros mismos. Así fue que decidimos partir. Fue un viaje largo desde Guadalajara hasta aquí. De paso, antes de salir de la ciudad, armamos nuestro maletín mágico con todo tipo de cosa que nos hicieran viajar. Desde la clásica marihuana, mezcalina, cocaína. Todo lo que pudimos conseguir. Digo, con dinero ilimitado, solo la imaginación nos podía limitar. Como el viaje era largo, el alcohol hizo presencia inmediata. Muchas cajas de cerveza se vaciaron conforme las horas transcurrían. Aunque no era lo único. El propósito era perdernos, y así fue. Lo lográbamos combinando las reacciones de las diferentes drogas que poseíamos, aunque nunca nada tan asqueroso, que hiciera imposible el manejar. La llegada estaba próxima. No tuvimos ningún problema. Pero cuando solo faltaban un par de horas ocurrió lo inesperado.

1 comentario

  1. Námaste Heptákis dice:

    No me había dado cuenta, pero me parece -más o menos- cierto: muchos afirman la necesidad de la psicotropia para «reencontrarse consigo mismos», como si alguna vez se hubiesen perdido… o peor, como si alguna vez no lo hubiesen estado… Espero la siguiente parte.

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