Algo de Rapaces, algo de Nietzsche…

Entre rapaces

¡Qué rápido tragan las profundidades a quien quiere bajar aquí! -Pero tú, Zaratustra, ¿aún amas el abismo haces como el abeto?- Arraiga donde la misma roca estremeciéndose se asoma a las profundidades, vacila ante los abismos donde todo en derredor tiende a caer: entre la impaciencia de la agreste rocalla, del precipitado torrente, paciente aguanta, firme, callado, solitario… ¡Solitario! ¿Quién se arriesgaría a ser huésped aquí, a ser tu huésped?… Quizá una rapaz, que tal vez se cuelgue maliciosa del pelo del tenaz paciente, con loca carcajada, una carcajada de rapaz… ¿Para qué ser tan tenaz? -se mofa cruel- hay que tener alas cuando se ama el abismo… no hay que estar colgando como tú, ¡colgado! ¡Oh, Zaratustra, el más cruel Nemrod! ¡Hace poco todavía cazador de Dios, la red para toda virtud, la flecha del mal! Ahora… cazado por ti mismo tu propia presa, penetrado en ti mismo… Ahora… solitario contigo disolitario en tu propio saber, falso ante ti mismo entre mil espejos, inseguro entre mil recuerdos; cansado por cada herida, frío por cada helada, estrangulado con tus propias cuerdas, ¡conocedor de ti mismo! ¡Verdugo de ti mismo! ¿Por qué te ataste con la cuerda de tu sabiduría? ¿Por qué te sedujiste hasta el paraíso de la vieja serpiente? ¿Por qué te deslizaste en ti, en ti?… Ahora un enfermo que enfermó por veneno de serpientes ahora un prisionero que le tocó la suerte más dura: trabajando encogido en el propio pozo, encovado en ti mismo, enterrándote en ti mismo, inerte, rígido, un cadáver; abrumado por mil cargas, sobrecargado de ti, ¡un sapiente! ¡un conocedor de sí mismo! ¡el sabio Zaratustra!… Buscabas la carga más pesada: y te encontraste; no te desprendes de ti… Acechando, acurrucándote, ¡uno que ya no se tiene en pie! ¡Me vas cogiendo la forma de tu tumba, espíritu deforme!… ¡Y poco ha todavía tan orgulloso sobre todas las garrochas de tu orgullo! ¡Poco ha todavía el eremita sin Dios, el bieremita con el diablo, el príncipe escarlata de cualquier arrogancia!… Ahora… encorvado entre dos nadas, un signo de interrogación, un cansado enigma, un enigma para rapaces… ellas te “solucionaran”, hambre tienen de tu “solución”, revolotean en torno a ti, su enigma, en torno a ti, ¡ahorcado!… ¡Oh, Zaratustra! ¡Conocedor de ti mismo!… ¡Verdugo de ti mismo!… Friedrich Nietzsche

Espinoso es indagar las imágenes que se nos ofrecen en el poema en cuestión, sin embargo la curiosidad que despertó en mí la lectura de este es el estar del autor cerca del final y en él, las interrogantes que se comienzan a gestar en torno a su obra y su vida. Estando cerca del abismo, viendo cómo se es tragado por las profundidades, Nietzsche inicia el recorrido de lo que ha sido y lo que es, comenzando con una retrospectiva dolorosa y tenaz de aquello que se pretendía ser, buscar y alcanzar. Zaratustra bajando, amando un abismo, tendiendo fuertemente a las profundidades, hacia lo obscuro, alejándose, creyendo que al igual que el abeto, sus raíces vacilarían entre aquello que miraba a veces cerca, a veces lejos aferrándose a la altura que le permitiera ver como todo cae. La crítica de todo esto me sugiere analizar e interpretar la vida misma del filósofo que en busca de la tan sublime verdad, de la tan preciada existencia, sin embargo, analizar conceptos tan oscuros como estos se tornan aún más complicados si recordamos la importancia que tiene para Nietzsche. la búsqueda de estos, no en lo común, no en lo acordado, es decir, buscar en donde los demás ignoran, desprecian, realizar la búsqueda desde los cimientos. La mirada de los otros, que viven observando el arriba, la luz, dando vueltas en torno a lo “clásico”, hacia aquello que los ciega, aquello tan “evidente” que les impide ver abajo, lo profundo, el abismo bajo sus pies. Pero quizá, dado que Zaratustra. es el epítome de el hombre que cansado de la impaciencia que corroe a lo otros, es el único que posa su mirada en las sombras, aquel que no enloquece con los demás. Zaratustra. el que observa la caída de lo arbitrario, Zaratustra, en solitario. En esta visión, algún rapaz husmea alrededor de aquel que se precipita al abismo… Zaratustra. pende de la orilla, escucha las crueles mofas del rapaz que se regocija del colgado, aquel que mirando hacia abajo, alcanzado poco a poco por las sombras del abismo, siendo tragado y alcanzado por lo profundo, cazado por él mismo. Es entonces que al unísono, el personaje y el autor se preguntan en qué momento el peso de sí mismo fue tan grande para dejarse caer. Todo aquello que se buscaba, que se criticaba y despedazaba, ahora se convierte en el peso que los aniquila. Zaratustra. ya no es un observador desde las alturas, ya no es la fuerte inocencia,es inseguro, devorándose a sí mismo, es su propio verdugo, ¿qué fue? ¿Voluntad? ¿Inocencia? O acaso, ¿el gran espíritu libre se ha aceptado como impotente ante aquello que deseaba desenmarañar? El doloroso estar, el doloroso ser de Nietzsche. reflejado en su más grande obra, Zaratustra, es ¿un reclamo? O es ¿una visión necesaria? ¿Un destino? Es el peso doloroso de la propia búsqueda, aquí ya no hay rapaces, no hay abismos, ni rocas, ni abetos, Nietzsche. ya no cuestiona, ni critica, las miradas externas han cesado. Ambos, hablando consigo mismos, doliéndose de sí mismos. Al final del poema, no vemos un espíritu derrotado, pese a lo que se hubiera podido creer, aún existe un espíritu orgulloso mirando a los rapaces que, creyendo poder comer, saciarse y emprender el vuelo nuevamente, revolotean en torno a Zaratustra, su enigma, que se duele de ellos, sabiendo que por más que se acerquen a él, jamás podrán ser conocedores y verdugos de sí mismos, tal vez la visión anterior podamos atribuirla a la modernidad, ella y sus rapaces que se buscan en conceptos fabricados, que no dan una mirada a sí mismos. Lo más doloroso de esta visión es que los rapaces son aquellos en oídos y corazones en los cuales ni autor, ni obra viven. La modernidad rapaz que ya no muere por la carga que conlleva el conocimiento de sí mismo, que ya no puede, no quiere y no se preocupa por aniquilarse (y transformarse). No hay poder, no hay voluntad, ni siquiera un “nihilismo”. La visión de Zaratustra entre dos nadas, al morir nada, el presente que ve y el futuro que, es nuestro presente…nada.

etnatm