Otros ahora
en mi casa – mañana:
casa de muñecas.
Matsuo Basho
Al final toda obra humana es perecedera. Quedan los senderos, algunas huellas tenuemente marcadas; pero nada que el tiempo no pueda borrar. La palabra, como los caminos, se deshace cuando no se le frecuenta. Descuidando la palabra, dejándola de lado para atender a otras cosas -cosas que no necesariamente son tan importantes-, se atrofian los pasos del diálogo. Éste se vuelve pesado, toda una carga, insoportable. Cuando no cuidamos de la palabra los entrecruces son meros compromisos banales. Cuando ya no importa el encuentro afortunado de las palabras, cuando ya no se tiene ninguna sorpresa ante la elocuente presencia del otro, cuando los caminos se vuelven indiferentes, cuando ya no pueden verse las divinas señales que nos invitan a volver a andar en las sendas de la palabra, cuando los pasos ya no van a ningún lugar, cuando nos hemos acostumbrado a que la casa propia deje de ser viaje, entonces lo único que queda, según recomienda el sabio Maestro Basho, es abandonar la casa y salir a vagabundear, dejando en el camino migajas del diálogo, esperanzados al menos un poco en que algún día nos volvamos a encontrar…