A ver, una calaverita dedicada a la Muerte:
¡Qué mal día para la Parca!
no chambeó siquiera un poco,
se leyó a la luz de un foco
toda la obra de La Barca.
Y esperó un buen rato aparte
cabeceando en su escritorio,
dando vuelta al dormitorio,
sin ir a ninguna parte.
Al final estaba harta,
“¿nadie habrá muerto en el día?”
escribió en su última carta.
“¡Nunca lo permitiría!”
y firmó con su guadaña,
con su sangre y con su vida.