El Canto y el Olvido

-No one should ask you
for the name of the one
who tells the story.

-B.G.

Imaginen de cerca una mano, es vieja y marcada por el tiempo pero aún así está presta a tomar un laúd con pericia de aquella que sólo tienen los expertos. En cuanto la ven no hay duda: es uno de ellos quien toma el instrumento. Ni lo voltea a ver y bien sabe cuánto pesa y cómo se mueve, cómo se acomoda sobre la rodilla ligeramente y casi nada se recarga en el regazo. Se nota que se sabe su madera, su olor y su tacto. Diez dedos para seis pares de cuerdas, y parece que la mano entera se dedica a cada una. Imaginen esa mano, pues era del rapsoda que mutó esa noche como cambia la uva en vino y cantó con una voz que no era de hombre viejo, sino de cantor de edad incontable y de experiencia invivible. Antes de escuchar las palabras, sus ropas eran coloridas, después del canto, sólo alumbraban opacos juegos grises.

Cantó rimando sobre una guerra y muchas profundas enemistades, sobre amores violentos y otros delicados y cándidos. Cantó rimando sobre el anhelo de los hombres más admirables y sobre la augusta o malhadada vida de sus hijos. Contó leyendas, describió bestias fantásticas, hombres nefastos y actos miserables. En su voz, el español no lo era más que lo habría sido cualquier otra lengua, pero nunca habría podido decir lo que dijo en otro idioma. Y cuando ya no decía más, el eco como un timbre dulce resonaba en los oídos de todos los reunidos. Podrían haber pasado tres días sin moverse, y lo mismo habría sido. El rapsoda dejó sobre una base de madera prieta a su acompañante cordado, y después se fue con ella mientras ninguno osaba rasgar el delicado silencio postrero.

Nadie, de todos los presentes, olvidó que cambió para siempre esa noche. Mas tres días después, nadie, de todos los presentes, recordaba la historia que el rapsoda había contado.

Respuesta a “[Cosa de hormigas” de la Cigarra

Cigarra,

¿Cuál es la diferencia entre dar, matar y sacrificar? Si lo que dices puede ser entendido también de todas las maneras en las que damos, entonces deja de ser claro el sacrificio. Si lo que damos es la muerte de alguien o algo, falta que sea claro para qué sacrificamos. Dices que lo hacemos por hipocresía, pero me parece rarísima la situación en la que matamos a algo o a alguien para ofrecer esa muerte a alguien más fingiendo que… ¿qué? ¿Cómo regalamos una muerte? ¿Qué fingimos con esa hipocresía? ¿Fingimos ser cristianos? Parece desprenderse de lo que dices, y al mismo tiempo me deja pasmado que un cristiano espere de los otros como él que luzcan la apariencia de que matan para salvar su vida en el eterno perdón. ¿Por qué no dices más sobre esto? ¿Cristo mismo en la cruz, está fingiendo también? Parece difícil de imaginar, y ciertamente me hace preguntarme aún más cosas, como ¿por qué parece tan obvio que podemos sacrificar animales como que podemos sacrificarnos nosotros mismos? ¿Es por medirnos a nosotros mismos como dádiva, o es por otra cosa? Y si nos medimos comparados con animales, ¿qué nos hace pensar que está en nosotros darnos a nosotros mismos? Creo que hay aún más que dudar, por las cosas que dices, de si solamente existe el sacrificio como facha falsa de la generosidad, o si también incluye al que hace como que recibe lo entregado. ¿Qué dios participa en un ardid de tal magnitud?

Es obvio para mí que dices menos que lo que piensas sobre el sacrificio. Tal vez pensaste que por escribir un texto entre paréntesis [o corchetes, que es lo mismo] no íbamos a prestar tanta atención a lo que decías y vacilaste en mostrarnos la imagen completa, pero pienso que no deberías estimar en tan poco a lo que dices ni tampoco a los que estamos dispuestos a leerte, aunque en este blog seamos poquitos. Sé que nos estás ocultando un poco más porque todos sabemos que la palabra ‘sacrificio’ tiene relación con lo sacro, y no puede ser que lo único que hables de lo sacro en tu escrito sea su imagen hipócrita. Vamos Cigarra, ¿por qué no nos revelas más de lo que piensas, sería acaso muy penoso para ti hacerlo?

http://ydiceasi.wordpress.com/2011/04/16/1771/

Una Adivinanza

Yo soy hijo de la tierra,
pero el agua es mi elemento,
me contento sin la lluvia en
que se arrullan mis hermanos,
amargados por el frío
yo me amargo en lo caliente:
rechazados mis gemelos
son devueltos a la tierra
de la sierra y de los montes
sin los goces y los gustos
de placer a tanta gente
y, entre toda, a tantos locos,
a otros pocos bien serenos,
acompaño a quien agrado,
ya sea necio o ya sea sabio,
a cansados desvelados,
y a velados pero tarde,
poco importa si arde el sitio
donde caigo a mi descanso,
porque manso es quien me besa
sin quemar poco los labios.

¿Qué soy?

Observar el silencio

Su amor en la oración aquieta todo:
el cuerpo, el pensamiento, la memoria,
y en su vasta e infinita trayectoria
me sumerjo, me abismo, me acomodo.
Bajo más y su amor se hace desierto,
se hace quietud inmensa y desolada,
páramo de la luz, exacta nada,
silencio en el que a solas me despierto.
Luego cae el vacío, cae la noche,
cae de Dios el azul de su derroche
sobre la clara ausencia de mi ausencia,
y cuando al fin la muerte estoy rozando
desnudo me descubro en Él y amado.

Javier Sicilia

 

No puedo argüir ante la muerte. Tampoco podría hacerlo ante el asesinato o ante la pena de muerte -su eufemismo irresponsable-. Nada puede argumentarse ante quien prefiere la muerte, porque la diferencia entre lo pensado sobre el sentido de la vida no es argumentativa, sino que al parecer se acerca más a la forma de un sentimiento, una apreciación del buen gusto, que a una verdad taxonómica o inferencia posible. No podría argumentar a favor de asesinato alguno, porque veo en el asesinato un acto vil, despreciable y, ante todo, lamentable. Ante el asesinato me lamento: por mí, por ti y por el asesino; no por la víctima. Me lamento por mí, porque me descubro vil, porque al indignarme con ira ante el asesino, cuando quiero volver a llamarlo “hijo de puta”, me descubro incapaz para la caridad, me veo cerrando el puño antes de vislumbrar la posibilidad de poner la otra mejilla, me encuentro tan soez como el asesino mismo. Me lamento por ti, porque incapacitado para la caridad fallo en mi compromiso contigo, porque sin caridad no podemos vivir bien. Y me lamento, finalmente, por el asesino, porque recibirá improperios igual de injustos que los míos, porque los que no sabemos amar caritativamente lo juzgaremos con una crueldad tal que ninguna vileza lo merece. Ante el asesinato de Juan Francisco Sicilia, hijo de Javier Sicilia –infatigable buscador de Dios en la claridad furiosa de los versos, poeta inspirador de la necesidad de la fe cristiana-, me lamento, porque nada puedo argüir ante la muerte, porque –como dijo Iván Illich- yo también decidí observar el silencio.

 

Námaste Heptákis

 

Ejecutómetro 2011: 2991 ejecutados hasta el 30 de marzo.

Coletilla: Rápidas fueron las respuestas a la tontería del gobernador de Chihuahua sobre el reclutamiento forzoso de los ninis, pero en ningún lado se escuchó que buena parte de los aspavientos que generan los ninis en la conciencia de nuestros prohombres tiene por origen la criminalización del ocio.