¡Vagos del mundo, uníos! La sombra del empleo cubre hoy los rincones, jardines y bajopuentes del errante mundo en que hemos venido a existir. Los gobernantes, los empresarios, los académicos, los obreros, los comunistas, los sacerdotes y Bono están hoy confabulados para el exterminio de la vagancia. Astutos, recorren hoy el mundo contratando, subempleando, defendiendo, arengando, doblegando –en fin- la andariega virtud con que desde antaño cubre sus miserias la vagancia. Nuestro tiempo pide decisión, la firme decisión de vagar por el mundo sin esperar nada a cambio. Volvamos la mirada a Tales, quien vagaba a cuestas de su propia vida y sus fracturas; a Aristóteles, quien debió soportar al derredor forofos que poco entendían de metafísica; a Rousseau, que vagó librado de sus feos e insoportables hijos; a Machado, ansioso rumiante del papel empelusante de su eterno gabán; volvamos la mirada y reivindiquemos la vagancia.
Reivindiquemos la vagancia ante la profesionalización de la misma, que no es otra cosa la reconstrucción de la calle Madero en el Centro Histórico de la ciudad de México. La nueva calle de Madero es una vialidad para la circulación de los peatones, no un espacio para la vagancia. Si permitimos la proliferación de vías peatonales pronto tendremos encima un impuesto a la banqueta que será promovido con las falsas promesas de hacer más eficiente la circulación evitando caídas a las personas mayores y disminuyendo los charcos en la época de lluvias. No caigamos en el engaño: las banquetas y las guarniciones, así como las nuevas vías peatonales, no fueron hechas para proteger la vida, sino para ordenar el flujo de peatones en su camino hacia el transporte o lugar productivo y confinar a los vagos al río frenético de las ciudades. Las banquetas existen para no entorpecer el camino de los autos, y los peatones existen en las banquetas para impedir que los vagos las ocupen y obligarlos así a que se ocupen en otra cosa. Nótese, si no, cómo se ha fraguado la conjura desde las criptas de los diccionarios. Hacia 1739 la Real Academia Española definía como acepción principal de vagar a “andar por varias partes sin determinación a sitio, o lugar, o sin especial detención en ninguna parte”. Ahora, en cambio, en la edición de 2001 la principal acepción de vagar viene a ser “tener tiempo y lugar suficiente para hacer algo”. Devaluación de la vida: del ocio como cualidad del hombre libre al tiempo libre como carencia y escasez. De la vagancia del sabio griego a la licenciatura en administración del tiempo libre del junior contemporáneo.
Debemos reivindicar la vagancia, liberarla de los hitos de la institucionalización y la profesionalización, pues quizás ella es la única forma de sobrevivir si el progreso termina en un inmenso congestionamiento eterno de polumo pesadamente condensado.
Námaste Heptákis
Ejecutómetro 2011. 6955 ejecutados hasta el 8 de julio.
La letra yerta. Habrás notado, lector, que usé hoy la palabra junior, así, en itálicas y sin acento; debo la explicación. Hasta la edición vigésimo segunda del DRAE, júnior (proveniente del latín) refiere a una categoría religiosa, en tanto junior (proveniente del inglés) refiere al adjetivo aquí empleado; pero para la próxima edición, la primera será escrita como junior, en tanto a la segunda corresponderá júnior; razón para el cambio: la castellanización de la segunda. ¿Pero está justificada la pérdida de acento en la primera? Situación a la que podríamos denominar: ¡el inevitable drama de la justicia diacrítica!
Coletilla. Para los irresponsables disfrazados de realistas traigo un párrafo alfonsino:
“Y es que, en el fondo, confundimos (preciosa confusión) lo real con lo feo. Unos le tenemos saña, y otros le tienen una afición depravada de escatófagos. El realismo estético así entendido se reduce al ´feísmo´ estético: entre un lago de oro de crepúsculo y un charco pululante de moscas verdes, no vacila el ´realista´. Siempre escoge por el olfato, pero siempre al revés”.
“La parábola de la flor” en Obras Completas de Alfonso Reyes, tomo IV, p. 236.
… ya decía yo que te habías tardado en meterte, como siempre lo haces. jajajajajajajajajaj. ¿qué te puedo decir? solamente que estoy de acuerdo en lo que dices. lo único que me sorprende es que hayan necesitado hasta de una falacia a la autoridad (¡y qué autoridad!) para decirme lo que yo ya sé. yo nunca he negado nada de eso. y, con todo, no me importa mucho. yo escribo lo que escribo, sabiendo lo que escribo y que me van a objetar… ya ni modo. Eso en cuanto a la coletilla.
En cuanto al manifiesto, yo digo que estoy de acuerdo. hay que defender a la vagancia. ahora bien lo único que no me queda claro es que Aristóteles fuera un vago. yo creo que no, sino un trabajador dedicado y que defendía el ocio en el discurso. jajajajaja, pero eso ya ni tiene caso decirlo, pues es más bonito que los aristotélicos vivan creyendo que el estagirita era ocioso, poeta, virtuoso, etc, fuese o no fuese así. de los demás, estoy de acuerdo.
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El que ha hecho la falacia eres tú, martinsilenus, que yo no cité a don Alfonso con afanes demostrativos, simplemente mostrativos; tú lo leíste como parte de la discusión que en este sitio has tenido con mi amigo Cantumimbra; yo sólo recojo pasajes como florecillas en los vivarios de los estantes y los traigo para adornar este jardín. ¡Soy inocente de (casi) toda culpa!
De Aristóteles no voy a decir nada, porque si lo hago haré enojar a los insoportables hijos de Rousseau.
Que estés bien.
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¡Viva la vagancia!
Y amén por no decir nada de Aristóteles, por ahora.
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¿No te parece que al hacer un llamado a la vagancia corres el riezgo de institucionalizarla, así como ocurre con muchos manifiestos una vez pasado el tiempo?
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¡Que viva!, coincido contigo, Cigarra.
En cuanto a lo que comentas, Maigo, creo que no se corre el menor riesgo de institucionalización, pues para evitar eso es que el manifiesto es tan vago.
Gracias a ambas.
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Námaste: no lo llames falacia si no quieres. has necesitado recurrir al bello decir de una autoridad para «adornar el jardín» tan colorido que son tus palabras, y eso me halaga en demasía, pues habla de tu honestidad al reconocer tu incapacidad de adornarlo tú solo (cosa que a veces, en otros de tus escritos, pareciera que no reconoces). Ahora bien, yo nunca dije, porque no lo creo, que seas culpable de toda culpa (valga la redundancia y la posible cacofonía).
de Aristóteles me da gusto que no digas nada, pues él no habla tan bellamente como Reyes, por ejemplo, y lo demás sería puro invento (o creencia), como invento fue lo que yo dije de él.
que estés muy bien también.
P.S. Disculpa la tardanza de mi respuesta.
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No estoy muy segura de la vaguedad del manifiesto que aquí publicas, pues en cierto modo de aprecia con claridad que consigue su cometido de encomiar a la vagancia.
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