Algún día todos en México tendrán un doctorado. Nada se resolverá, México seguirá siendo tan problemático como ahora o quizá más, pero todos podremos culpar, con doctorado en mano, a la malvada realidad por ser tan cruel con nosotros. Seguramente organizaremos una manifestación por todo el Paseo de la Reforma para demandar a la realidad el cumplimiento de nuestro pliego petitorio (cuyo primer punto será, por cierto, la destitución de la realidad de sus funciones para ser sustituida por un consejo de notables… marichis), desconoceremos a la realidad y celebraremos en el Ángel nuestra victoria. Y todo esto será posible por la educación.
La historia de nuestro prometedor futuro comienza el 1 de diciembre de 1994. Al ser cuestionado sobre su opinión de las interrupciones de los diputados de izquierda durante su informe de gobierno, el entonces presidente Carlos Salinas afirmó: “ni los veo, ni los oigo”. Dando respuesta, con ello, a un enigma secular: ¿cómo resolver los problemas? ¡Claro para el ingenio!: mirando al otro lado, donde no hay problemas, sólo posibilidades. Cuenta la leyenda que inmediatamente un mexicano astuto patentó el descubrimiento de Salinas bajo el nombre de “Procedimiento de Reforma Institucional” -que en la jerga política viene a ser conocido como el nuevo PRI, pero nadie diga nada-. Paulatinamente, los gobernantes del país comenzaron a resolver problemas conforme lo marcaban las reglas del gran descubrimiento.
El siguiente hito en el camino de nuestro prometedor futuro fue anunciado el 16 de junio de 2008, cuando el subsecretario de Educación Básica, Fernando González, afirmó: “reprobar ya no es palabra, porque reprobar ya no estaría en el lenguaje de nuestro sistema educativo”. Por tanto, desde ese día supimos que en el futuro ya no habría problema de reprobación en el país. A partir de entonces comenzó a implementarse la Reforma Integral de Educación Básica.
Ahora podemos afirmar gozosos que hemos dado un paso más en el camino a nuestro prometedor futuro, pues el pasado miércoles el subsecretario tuvo a bien informar a la nación que “está en desuso reprobar a los alumnos”, y acorde a ello a partir del próximo ciclo escolar se implementará en toda la educación básica un modelo de evaluación que evite la deserción, impidiendo la reprobación, porque “un niño que se queda rezagado cuesta el doble”. Al ser cuestionado por reporteros -que la realidad infiltró para opacar el feliz anuncio- sobre la conveniencia de las reformas educativas, el subsecretario afirmó que no había problema, porque “en términos estrictos todos los alumnos aprenden”. O dicho en otros términos, si en el país hay niños que no saben lo que deberían saber, pero bailan bien bonito el reguetón y sicarean todas las tardes de cinco a seis, no hay problema, pues “ni los ven, ni los oyen”.
¡Cuídate mundo, que los doctores mexicanos están llegando ya!
Námaste Heptákis
Ejecutómetro 2011. 7210 ejecutados hasta el 15 de julio.
Ideas en vuelo. «Mrs. Plumpbutt, dama de la alta sociedad de Nueva York, decía desconcertada: “Lo que no entiendo es por qué Jesús, siendo judío, tiene nombre mexicano”». Catón (Armando Fuentes Aguirre).
Coletilla. El pasado miércoles se anunció que Eduardo Lizalde ha ganado el premio Alfonso Reyes. Celebrémoslo con sus versos.
Los amantes se aman, en la noche, en el día.
Dan a los sexos labios y a los labios sexos.
Chupan, besan y lamen,
cometen con sus cuerpos las indiscreciones
de amoroso rigor,
mojan, lubrican, enmielan, reconocen.
Pero al concluir el asalto,
los dos lavan sus dientes con distintos cepillos.