Carta abierta a una amiga llamada Elba.

Elba:

El placer que me ha dado la última conversación que tuvimos, me ha llevado irremediablemente a reflexionar sobre la naturaleza de la amistad, en especial de nuestra amistad. Las escribo ahora procurando ser breve, pues más que claridad al respecto no he dejado de sentirme maravillada ante algo que bien podríamos pensar como milagroso, pues entrelazar dos almas en una amistad como la que tenemos, es algo que parece propio de la divinidad.

Las condiciones espacio-temporales que en algún momento nos reunieron para conversar han sido superadas, sin que veamos con claridad cómo se da esto, al grado de que aún cuando el tiempo pasa, estando cada una de nosotras en espacios diferentes, como seres unidos amistosamente nos reconocemos al volver a vernos para seguir conversando. ¿No te maravilla cómo un hecho que se viste con esa apariencia de cotidianidad muestre  que tal separación es meramente circunstancial?

Bien vemos entre algunas personas mayores, que pueden ser tomadas como ejemplo de vida, que la posibilidad de conversar entre ellas, y por tanto su amistad, se conserva porque ésta no se fundamenta en la búsqueda de lo efímero o en el recuento de lo que se hizo en común, de ahí que no sea del todo claro que la amistad pueda explicarse por la atracción de lo semejante con lo semejante, o de lo disímil entre sí. Nuestras similitudes y diferencias dan cuenta de ello.

Amor podría llamarse a ese algo, pues en tanto que éste es misterioso nos deja la tarea de pensar el hecho de que conversar con el amigo que no se ha visto en mucho tiempo es algo que se logra cuando esa amistad se fundamenta en lo que siendo invisible, inmaterial e intemporal perdura, a pesar del espacio y de los eventuales desacuerdos que ponen en peligro los lazos que algún momento se formaron.

Me despido, sabiendo que he pecado de parquedad, pero de momento no encuentro las palabras que apropiadamente expliquen de manera satisfactoria al fundamento de lo amigable. Por lo pronto, te deseo un feliz cumpleaños, larga vida y la prudencia para llevarla.

Maigo.