Hay chistes buenos y malos, chistes de política, de abogados o de sacerdotes, chistes colorados y de humor negro, chistes infantiles, sexistas y hasta los hay de Pepito. De todo tipo. Pero ¿qué es, con exactitud, un chiste? En México, los chistes son pequeños relatos que bien pueden ser, o no, fantasiosos y que dicen de algún suceso o dicho que produce risa, ya bien sea por su ambientación, su exageración, su franqueza o su ridiculización. La cuestión es que en nuestro país la gente ríe demasiado de demasiadas cosas, con una risa que quién sabe de dónde salga pues parecería consecuente que la situación actual entre la que vivimos dejase poco lugar para la risa. Con tanta muerte, pobreza, violencia o demás situaciones lamentables en las que está la población mexicana, resultaría casi ofensiva una risa estruendosa. No obstante, lo verdaderamente extraño es que se compongan chistes hasta de las situaciones más extremas y entonces, el mexicano sigue riendo. Todos sabemos chistes del padre Marcial Maciel, por ejemplo, o de la caída de las Torres Gemelas; hemos escuchado, y reído, de chistes de sicarios o de presidentes corruptos e incluso del mismo Cristo. Hasta la muerte nos inspira a reír. El 2 de noviembre aquí se celebra –asunto ya raro– a los muertos entre flores, chocolates y la lectura de “calaveras” que, las más de las veces, eluden situaciones graciosas de la “flaca”.
Mantenernos riendo al parecer ha funcionado, al menos la tasa de suicido es mucho más baja en México que en países como Japón, Francia o Canadá. Sobre la economía, el Banco Mundial de acuerdo al PIB, nos coloca por encima de países como Corea del Sur, Holanda o Rusia. Bebemos, en el país, menos alcohol que en lugares como Argentina, Portugal o Australia. Y las situaciones parecen medianamente fluir, aunque en realidad no sé qué tan bueno sea que como país superemos o afrontemos las adversidades haciendo algún comentario gracioso de lo que sucedió, sucede o vaya a suceder. Viéndolo bien, no resultan tan graciosas algunas cosas que sumándoles un poco de aquí y un poco de allá, terminan siendo el chiste del momento.
¿Eludir o sencillamente no tomar las cosas tan a pecho? Quién sabe. Pero cierto es que, al fin mexicana, una buena carcajada es el mejor remedio para olvidar (sólo) momentáneamente la crisis, el desamor y a veces, hasta el crimen.
La cigarra