Amar locamente

De veras me cuesta trabajo distinguir entre el sentimiento de estar enamorado de veras y el de estar ya obsesionado con alguien. Los más dicen que la diferencia radica en los grados de cordura que se poseen en uno y otro estado… pero ¿qué no es el amor un sentimiento poco cabal, de arrebato y que es vivido con pasión desmedida? ¿Qué es pues el amor, sino esta locura? Hasta donde veo, si es que el amor es tal como ahora lo preguntado, la diferencia entre estar enamorado de veras y estar obsesionado no es tan perceptible, se confunde en la práctica. Creería, pues, que estos sentimientos no son los polos de un entero disyunto, sino que en el amor a veces la obsesión hace una tierna aparición y en la obsesión –si nos obstinamos en distinguirlos– también se puede sorpresivamente caer en cuenta de que se está amando ardorosamente; se les halla, finalmente, equiparados.

Amar con locura, dicen, es hacer cosas estúpidas por alguien más: escribir versos en su honor, pensar en él mucho tiempo del día y abrigar esperanzas que una mente racional hubiese, de tiempo, desechado; ¿Esto no es una clase de obsesión? Es decir, el amor mismo es una clase de obsesión. Cuando el DRAE dice que obsesión se define como una perturbación anímica producida por una idea fija o como una idea que con tenaz persistencia asalta la mente, está casi hablando del amor: ¡Vaya que el amor es una idea fija y vaya que ha asaltado la mente de alguien! ¿Qué clase de amor
fútil sería aquél que no quede estático en la cabeza y que se ha puesto en ese lugar a hurtadillas del sentido racional de alguien? Obstinando en la distinción, hay algunos más que dicen que la correspondencia denota amor, mientras que la unilateralidad indica obsesión y quizá es la forma que puede sonar más real –al menos en su distinción– pero ¿es que entonces queda cancelada la posibilidad de la forma de amor más puro, de esa forma que presume dar todo sin esperar nada a cambio? De creerlo, el amor se volvería una transacción comercial tan solo, con ganancias, perdidas e intereses. Asunto que nada tiene que ver con amar.

La pregunta seria es: ¿cómo alguien es capaz de decir a otro que se está obsesionando con alguien si lo único que está sintiendo éste, es la posesión ineludible de una fuerza brutal que arrastra a concebir algo extraordinariamente mágico? ¿Cómo alguien puede atreverse a distinguir entre un amor obsesivo y uno que no lo es? ¿Cómo tachar algo de locura si lo único que se está haciendo es vivir deliberadamente el amor?… La gente no se obsesiona, ama, ama tal como debe amarse: sin freno alguno, sin pudor y sin ganas de cubrir lo evidente.

La cigarra