Sicario


Los hombres nos hacemos de palabras intentando apresar con ellas las discretas arrugas de la joven realidad. En ocasiones, cuando el propio sitio no es del todo claro, intentamos esbozar cartogramas del uso y significado de nuestras palabras como queriendo orientarnos. Y en nuestros esbozos, a veces nos encontramos. Valga, a modo de ejemplo, un esbozo que a mis manos ha caído recientemente. Se estudia allí la frecuencia en el uso de ciertas palabras relacionadas con el crimen dentro de la literatura española entre el año 1800 y 2008. En la comparación entre la palabra “asesino” y la palabra “sicario” cabe una reflexión interesante. La primera tuvo un ascenso en su frecuencia de uso entre los años 1861 y 1864, en un índice que permaneció constante hasta 1987, cuando nuevamente aumenta su frecuencia. Por su parte, “sicario” tiene una baja frecuencia de uso hasta 1995, y un aumento considerable –casi el doble- de 2004 a 2008. ¿Por qué comenzar a nombrar sicarios a algunos asesinos?

         El término “sicario” proviene del latín sicarium y nombra a aquel que asesina usando una sica (daga). De manera particular, se denominó Sicarii a algunos judíos que asesinaban a los soldados romanos y a sus compatriotas asociados con los romanos durante las guerras judías del primer siglo de nuestra era, bajo la idea de la purificación y protección de las buenas costumbres. Ser sicario era ser defensor del bien, y por tanto un exterminador del mal representado por los romanos. El uso popular, por tanto, del término sicario vendrá a representar a los miembros de un bando que a nombre del bien y la justicia exterminan a los miembros del otro bando en la conflagración entre los diferentes que se niegan la razón. El término sicario pronto viene a nombrar a un bando dentro de la guerra de las purezas. Así se nota, por ejemplo, cuando Apuleyo declara en su Apología: “según esta opinión, también quien se haya procurado un bergantín, será pirata; y quien una barreta, ladrón perforador; y quien una espada, sicario” (32). Visto así, entre los puros, es fácil y sencillo saber quién es bueno y quién es malo, qué muerte es justa y qué muerte injusta. Que nuestra habla cotidiana comience a nombrar sicarios a algunos asesinos parece tener, sin duda, afirmación de pureza. Quizá sin saberlo, en la medida en la que vamos aceptando la utilización del término sicario, vamos aceptando nuestra discriminación en bandos: aquí los buenos, allá los malos; y por tanto, vamos justificando una gran atrocidad. ¿Cuál es el problema con eso? ¿Qué no son así nuestros tiempos? ¿Qué me espanta?

         En su novela El bautista (1990), Javier Sicilia hace afirmar a Juan el Bautista lo siguiente: “Yo he pecado, Sicario, y lo reconozco. A eso he venido al templo, a disponer mi alma para el perdón. Pero tú, ¿de qué justicia me hablas mostrándome tu sicari? ¿Te sientes más puro que yo o más justo que Herodes? Muy bien, degüéllame. Pero antes respóndeme, ya que hablas de justicia: alguien blasfema y le cortan la lengua; otro mata y es conducido al patíbulo; ¿qué proporción encuentras entre una cosa y la otra? ¿Cómo se puede calcular eso? ¿Cómo un crimen puede reparar otro?”. ¿En qué medida nosotros, que en nuestra situación actual nos hemos acostumbrado al renovado uso del término sicario, y –dicho sea de paso- vamos acuñando su versión verbal “sicarear”, podemos responder a las palabras del personaje novelesco? Al menos yo no puedo responder, y eso me espanta.

 

Námaste Heptákis

 

Ejecutómetro 2011. 9271 ejecutados al 16 de septiembre.

 

Escenas del terruño. El mismo día que el periódico informaba que investigadores estadounidenses advertían de las malas consecuencias en la memoria a corto plazo de los niños de cuatro años que veían Bob Esponja en televisión, la muy ingeniosa diputada perredista Edith Ruiz Mendicuti, presidenta de la Comisión de Cultura de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, incitó a tres niños a tomar la tribuna del Parlamento Infantil alegando “ustedes súbanse a tomar la tribuna, así pasa aquí, siempre hay un espectáculo”. Cuando a la diputada se le advirtió que había reporteros presentes, muy ingeniosa y muy valiente declaró: “pues que chinguen a su madre y que publiquen lo que quieran”. ¿Quién hace más daño a los niños, Bob Esponja o la muy ingeniosa diputada? No pregunto quién es más inteligente, porque la competencia es desleal: uno de los participantes no piensa (Bob Esponja, por supuesto).

Coletilla. “¿Cuál es la diferencia entre el Cielo y el Infierno? (Pongo ambas palabras con mayúscula, para no discriminar a nadie). En el Cielo los cocineros son franceses, los policías son ingleses, los mecánicos son alemanes, los encargados de la diversión son mexicanos, y la administración está a cargo de los suizos. En el Infierno los cocineros son ingleses, los mecánicos son franceses, los policías son alemanes, los encargados de la diversión son suizos, y la administración está a cargo de los mexicanos…” Catón (Armando Fuentes Aguirre)