Dedicado a A. A.
Early one morning the sun was shining,
I was laying in bed,
wondering if she’d changed at all
If her hair was still red
Bob Dylan
Sabe si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que el alma que hablar puede con los ojos
también puede besar con la mirada.
Bécquer
¿Será? ¿Seré? ¿Seremos los mismos? ¿Qué fuimos? Seis años ha y fue como si retomáramos los viejos caminos en un tiempo nuevo. Como volver a caminar tomados de la mano, aunque cada quién en distinta dirección. Si fuera un tango se hablaría de los recuerdos amargos – como se hizo – de los instantes perdidos – como se reprochó – de los inviernos alojados en nuestras frentes y en nuestra voz – como realmente pasó. Y aun así el tango no pudo con la belleza que se posó en nuestras miradas, en nuestras risas y en las sonrisas de lo que ahora somos por lo que fuimos.
Un anillo, un pequeño anillo fue el lazo que unió nuestro pasado con un presente que no deja de seguir, a cada instante, a cada momento, a cada recuerdo… que nunca dejó de rondar, de insistir; desde aquel anillo que sostuve trémulo ante tu incrédula y terrible mirada, hasta el pequeño brillante que tratabas dulcemente de ocultar – brillante que mostraba luminoso el infranqueable abismo que los años lenta e inclementemente cavaron entrambos… aun cuando por un instante parecimos haber sido los mismos, los de ayer, sin anillos, sin recuerdos, construyendo en una breve charla el presente y destruyendo en un fugaz momento el pasado.
El tiempo indómito hizo de las suyas uniéndonos y alejándonos y volviéndonos a unir. En los recuerdos, en las fugas, en los anhelos y en los reproches. Una historia que hace mucho terminó quebrándose en dos, volviéndose símbolo de nuestra vida, dos caras de una misma moneda con que nos pagó el destino por las faltas de una juventud malversa, de un amor mal interpretado, cuya llama persistió por mucho tiempo trocándose en cenizas que descubrimos algunas siguen encendidas, esperando el último escozor. Revivimos felices los momentos dolorosos y volvimos a amarnos en instantes de recuerdos que quién sabe en dónde estén ahora ni qué pueda hacerse con ellos ni si queramos hacer algo.
Pero el reencuentro está demasiado fresco, demasiado cerca como para poder apreciar su belleza de la forma en la que, a instantes, la volví a apreciar en tu mirada: tímida, agazapada, como el pequeño león que aprende a cazar y cree que es más un juego que una supervivencia, con la misma seducción y coquetería con la que caí enamorado la primera vez, pero que ahora se confunde con el recuerdo y con el pasado y con tantas imágenes que llegaron a mi mente en un torbellino que todavía persiste mientras intento hilar estas palabras.
Sé que no somos los mismos y que hay más cosas ocultas que las que puedo en este momento contar o comprender, o incluso descubrir, y también sé que, como en toda moneda, las caras de lo que fue nuestro amor miran a lados opuestos; pero entiendo que la belleza nos volvió a unir en un instante, en ese pequeño instante en el que, aunque en recuerdos, volvimos a vivir nuestra historia y, embriagados por el pasado, nos besamos aunque tan solo fuera, como dijo Bécquer, con la mirada.
Gazmogno