De amargo a dulce…

A veces estamos en una disposición de ánimo tal que es muy fácil que sintamos enojo con lo que no necesariamente es enojoso, cuando eso ocurre en ocasiones atinamos a decir que estamos como agua para chocolate. Esta frase, a pesar de señalar a una sensación non grata, no deja de ser bella y hasta cierto punto exacta; es bella en tanto que señala a algo tan delicioso como el chocolate, y es exacta por apuntar a dos aspectos del chocolate preparado en agua que dibujan perfectamente lo que sentimos cuando estamos predispuestos a ver aquello que es incómodo de entre todo lo que nos rodea.

Un buen chocolate, preparado a la manera tradicional con el que las abuelitas trataban los intensos dolores de cabeza, es espumoso debido a la acción constante del fuego y al movimiento agitador del molinillo, además de ser en ocasiones amargo, pero delicioso, o dulce debido a la adición del azúcar.

Si detenemos la mirada sobre la olla de barro que colocada al fuego contiene agua hirviendo se nos hace mucho más claro qué es lo que siente aquella persona que se encuentra como agua para chocolate, vemos en esta imagen cómo hierve el vientre de esta persona, y qué tanto puede variar ese hervor dependiendo de aquello que se ponga en el agua, ciertamente el resultado no será el mismo si lo que ponemos en esta agua es chile que si ponemos una tableta de chocolate.

Atendiendo al resultado obtenido cuando lo que se disuelve en el agua hirviendo es una tableta de chocolate, podemos pensar que cuando estamos como agua para chocolate en buena medida estamos dispuestos a un cambio de color y de sabor de boca, aún a pesar del hervor que se mantiene en el vientre de quien dispuesto al enojo o a la dulzura depende, quizá agraciada o desgraciadamente de lo que ocurre por causa de agentes externos.

Siguiendo la imagen del agua hirviendo y la de nosotros mismos cuando estamos con el hervor en el estómago, podemos notar que hay ocasiones en que si no nos encontramos así, no estamos dispuestos a recibir aquello que nos llevará a variar ya sea para algo agradable como el chocolate o para algo desagradable como las quemaduras que se siguen al dejar al agua hirviendo en la olla de barro.

Aquella olla que se deja en el fuego, revienta, de la misma manera en que reventamos cuando molestos o irritables no hacemos, ya sea por desidia o por impotencia, algo para evitar que el hervor continúe así sin más; y de igual manera aquella que contiene el agua hirviendo y tiene la suerte de recibir una tableta de chocolate y la acción revoltosa del molinillo, tiene la posibilidad, al igual que nosotros de ofrecer algo agradable, que si bien no es apreciable a simple vista, sí está presente en el buen sabor de boca que deja una buena taza de chocolate.

Maigo.