Año tras año vemos cómo caen las hojas secas de los árboles y, en lugar de angustiarnos al ver algo que nos recuerda lo breve que es la vida, disfrutamos del espectáculo confiados en que pasados el otoño y el invierno volveremos a contemplar las ramas -que ahora quedan despobladas- llenas de hojas nuevas y verdes, mismas que nos anuncian que la vida continúa y que en cierto modo se renueva.
Esta confianza tan caracteristica de quien ve en las hojas secas belleza y tranquilidad indica la seguridad que se tiene en la existencia de un orden natural, orden conforme al cual se va desarrollando la vida humana; de modo tal que el frío causante de la caída de las hojas en otoño nos lleva a modificar ligeramente algunos de nuestros hábitos.
Al darnos cuenta de la existencia de un orden, se va conformando la cotidianidad de la que depende el curso de nuestra vida, confiamos todo el tiempo, confiamos en que al cruzar la puerta de una habitación efectivamente saldremos de ésta, confiamos en que al soltar un objeto este caerá necesariamente, de modo que para vivir sin el terror que supone la falta de un orden necesitamos confiar en la necesidad que supone la existencia de un orden natural.
Sin embargo, nunca faltan aquellos hombres que parecen empeñarse en que aquello a lo que llamamos orden natural no existe, dicen que eso a lo que denominamos orden o ley natural es en verdad una ilusión que puede acabarse en cualquier momento, evidentemente tales hombres niegan la posibilidad de confiar en algo o en alguien, pues la confianza se fundamenta en la posibilidad de preveer que algo ocurrirá.
Si alguien negara la existencia de este orden, veríamos lo genuino de su negación en la falta de confianza con la que conduciría su vida, quien no cree que hay un orden conforme al cual ocurren los movimientos en la naturaleza carece de cotidianidad y por ende no se mueve con la misma confianza con la que camina quien sabe que el piso no se undirá en cuanto ponga los pies en él.
Así pues, si algo nos muestra la caída de las hojas secas en otoño, y más que ésta, la confianza que tenemos en que después de ésta sigue el surgimiento de nuevos brotes en las ramas que se quedan a ssoportar las ventiscas del invierno, es que por más que teóricamente nos empeñemos en negar la existencia de un orden, tal empeño sólo surge de un alma necia que no quiere reconocer que está sumergida en la cotidianidad.
Maigo.