De nuevo Año Nuevo

La llegada del Año Nuevo está llena de sentimientos encontrados. Por un lado, sentimos nostalgia por lo que se está dejando atrás y, como “recordar es volver a vivir”, aprovechamos los últimos minutos del año que está por terminar para hacer un recuento de todo lo vivido en el transcurso del mismo: momentos llenos de singular alegría en los cuales compartimos nuestros triunfos y éxitos, o cualquier otro suceso importante en nuestra vida, con la gente que queremos; momentos que estuvieron empapados de tristeza en los que pudimos habernos sentido solos, pero que seguramente siempre hubo alguien que estuvo apoyándonos aun cuando no fuéramos conscientes de ello; momentos de incertidumbre, confusión y duda en los cuales sentimos que nuestra alma pendía de un hilo y estuvimos a punto de darnos por vencidos, o bien que pensamos que ya nada tenía solución; momentos que se grabaron a fuego en nuestra memoria, para bien o para mal; momentos que nos dejaron valiosas enseñanzas, momentos que ya no habrán de repetirse, momentos que quisiéramos tal vez olvidar, pero que no nos es posible. Asimismo, recordamos a las personas que nos acompañaron durante el año: a las que conocimos y se volvieron importantes, a las que ya conocíamos y dejaron de serlo; a las que, cual estrellas fugaces, sólo cruzaron por nuestro camino para continuar el suyo; a las que deseamos nunca haber conocido, o bien nunca haber olvidado; a las que se nos fueron dejando un enorme vacío en nuestro ser, a las que cambiarían nuestra vida por completo.

Por otro lado, también nos embarga un sentimiento de ilusión y alegría, pues esperamos que el año que comienza esté lleno de bendiciones para nosotros, así como para los que queremos, y se logren cumplir todos nuestros deseos. Además, lo vemos como una nueva oportunidad para hacer todas las cosas que no hicimos en éste que termina, o bien para enmendar aquello que hicimos mal, a sabiendas de que es bastante probable que no lo aprovechemos para ninguna de las dos cosas. Es decir, lo concebimos como un nuevo “chance” para cumplir –ahora sí– con los propósitos de Año Nuevo, los cuales van desde bajar de peso, comer mejor, esforzarse más en la escuela o el trabajo hasta conseguir pareja, saltar del bungee o irse de viaje. Lo curioso del asunto es que, generalmente, sucede lo siguiente: la singular alegría que nos embargaba al principio se irá diluyendo conforme transcurra el año y aunque hayamos jurado que este año sí cumplíamos con nuestros propósitos, terminaremos por no hacer nada… como siempre; o tal vez sólo sea que sin propósitos, el Año Nuevo sería cualquier otra cosa menos Año Nuevo. No obstante, puede ser que en éste demos la sorpresa (aunque lo dudo bastante) de cumplir con dichos propósitos, pues cabe señalar que el 2012 no es un año cualquiera, sino que es el año en el que, según dicen que señalaron los mayas, se ha vaticinado el fin del mundo y a lo mejor eso sea suficiente aliciente para cumplir aunque sea con un par de ellos.

Pero mientras son peras o son manzanas, ¡feliz Año Nuevo del fin del mundo tengan todos! Y como diría la Beba: “Si esto no se termina, pues la seguimos”.

Hiro postal