–Aconséjame sobre lo que hay que decir o hacer para que sea grato a los ojos del amado.
–No es fácil de decir, le contesté, pero si quisieras hacerlo venir a conversar conmigo, tal vez sería capaz de mostrarte las cosas de las que conviene dialogar, en lugar de aquellas que ahora recitas y cantas.
-Hipotales y Sócrates en el Lisis
¿Alguna vez han escuchado a alguien justificar las locuras de sus primeros amores diciendo «éramos muy jóvenes»? Me parece que no es extraño. Los jóvenes tienen que soportar todo el tiempo que los mayores estén diciéndoles que sus amores no son verdaderos, que son más juegos y caprichos que otra cosa, y cuando lloran algún terrible desamor, que ya se les pasará y aprenderán que no era tan importante como en ese momento piensan. Pobre del que escucha todo el tiempo esta cantaleta. Con todo, no he conocido aún al muchacho o muchacha que la acepte y tan tranquilamente diga: «Tienes razón, no me había dado cuenta. Ya me siento mejor».
Vemos entre los que tienen muy cercana la niñez explosiones abruptas de amores fervientes, alternadas (o hasta mezcladas) con súbitos odios. Vemos arrebatos voraces, y movimientos bruscos por todas partes. Vemos cambios, cambios, cambios, todos rápidos: nuevos amigos, viejas alianzas renovadas, placeres insólitos, promesas de toda la vida de pronto rotas; y cuando eso se vuelve para muchos solamente un recuerdo, la imagen de una vorágine los inclina a pensar que esos fueron «ensayos», y que el verdadero amor se ha templado más. «No puede algo verdadero ser tan cambiante», parece ser la idea. Piensan que el amor es más duradero, más seguro, más estable, y por tanto más precioso. Y podrían tener razón en que es así, ¿pero es cierto que sólo los jóvenes experimentan las tormentas del amor, y los viejos ya las tienen bien controladas y apaciguadas? ¿Nunca han habido varones o mujeres maduros que se entreguen sin pensarlo al arrebato de Eros? Por supuesto que sí. ¿Y entonces por qué no pensar que por el otro lado el turbulento amor de los jóvenes puede ser verdadero?
Nadie piensa que su amor es falso. ¿Cómo podría?, si la única razón para pensarlo así es la experiencia de haberlo vivido. ¿Quién ha existido que haya podido tener su amor siempre bajo control? Nadie. Qué no es amar de verdad y qué sí, no es algo que se deje explicar aunque de ello platiquemos mucho, y los que ya han vivido lo suficiente como para ver una diferencia entre el amor joven y el maduro tienen algo que los ha templado a ellos mismos, no al amor. Entonces los ingenuos no son los jóvenes que creen estar enamorados -aun si tuviera toda la razón del mundo quien dijera que el amor no es trémulo sino cadencioso-, sino los que creen que haber amado significa haber conquistado al amor. Para Eros, todos somos suficientemente jóvenes como para enamorarnos sin saber qué nos está pasando, y suficientemente viejos como para creer que sabemos bien que estamos enamorados.