Calificaciones

Es difícil comprender cómo es que un número impreso sobre un papel puede decir tanto de un estudiante. Si el número es grande, es uno bueno; de lo contrario éste es uno mediocre, flojo o tonto. Las calificaciones en orden burocrático, dicen más de lo que alguien quisiera. Claro que pensar que una cifra dice de la calidad del estudiante o del aprendizaje es algo perturbador, las más de las veces encuentro complicado establecerme en la intimidad, si lo que he aprendido de veras compete al 9 o 90% de lo que debí aprender; con mucha menos razón creo que podría alguien más evaluar cuánto ha sido el porcentaje de lo que yo he absorbido en el aula.

En supuesto, la idea de calificar al estudiante se relaciona directamente con la noción de la enseñanza, es decir, si enseño y aprende, entonces merece ser evaluado satisfactoriamente, no así de lo contrario. Pero es visible que la enseñanza le precede al aprendizaje –al menos en el modelo regular de escuela–, por lo que el problema de las calificaciones, de un modo u otro, tiene que ver con lo que ha de enseñar el que está al frente de la clase. Y el problema es serio porque si nada enseña, nada podrá evaluar, pero eso no es lo que acontece. Diariamente muchos tenemos que toparnos con la ineptitud de las personas que se encuentran dirigiendo una clase, ineptitud que, sin embargo, osa en evaluar a otros.

Diría que es aceptable que alguien evaluase o calificase a alguien más, si de veras tal se halla en posibilidades de hacerlo –y no digo en posibilidades escolares, ésas no son suficientes–, pero encontrarse francamente en dichas posibilidades requiere más esfuerzo y más mérito que ostentar un gran papel enmarcado colgado en la oficina.

La cigarra

Deja un comentario

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s