“Y algunas veces suelo recostar
mi cabeza en el hombro de la luna
y le hablo de esa amante inoportuna
que se llama soledad.»
Joaquín Sabina
Podría asegurar, casi sin temor a equivocarme, que todos nos hemos sentido solos en algún momento de nuestras vidas y destaco sentido porque no es lo mismo sentirse solo a estar solo. Por un lado, me parece que uno puede estar solo y ello no implica que el sentimiento que lo embarga sea de soledad, pues puede encontrarse sin compañía alguna pero sentirse acompañado por sus seres queridos al llevarlos en el “corazón”. Por otro, uno puede encontrarse rodeado de otras personas –ya sean un par, varias o muchas– y aun en compañía, sentirse solo. Por último, y quizá el más lastimero de todos, se da el caso en el que uno se encuentra y se siente solo.
En el primer caso, así como en el tercero, el encontrarse solo se arregla con el simple hecho de juntarse con otras personas, pues es la soledad que produce la falta de compañía “física” la que se trata de compensar. De este modo, en el primer caso ya no habría soledad alguna, puesto que ni se está ni se siente uno solo y en cuanto al tercero, éste se habrá convertido en el segundo caso planteado: se encuentra uno acompañado de gente y, con todo, permanece el sentimiento de soledad. Lo anterior hace surgir la siguiente pregunta: ¿hay varios tipos de soledad? Al parecer sí, pues si la soledad fuera una nada más, con satisfacer la condición de rodearse de personas uno dejaría de sentirse solo, es decir, el sentimiento de soledad se desvanecería. Sin embargo, esto no sucede así porque existe el segundo caso.
Para resolverlo, o al menos intentarlo, es necesario preguntarse primero cómo es posible sentirse solo aun estando rodeado de otros, es decir, ¿a qué carencia corresponde el sentimiento de soledad que se experimenta en el segundo caso? En el fondo, lo que se está preguntando es en qué consiste este tipo de soledad. Según el DRAE, soledad es la “carencia voluntaria o involuntaria de compañía”, así como el “pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo”[1]. Queda claro que la primera definición se refiere a la soledad que se experimenta en el primer caso citado (y en parte del tercero). La segunda, a su vez, parece corresponder con la soledad del segundo caso.
Como sostiene la definición, la soledad se siente al darse la ausencia o la pérdida de alguien o algo –no hago mención de la muerte porque considero a ésta como un tipo de ausencia o de pérdida–, ya sea momentáneamente o para siempre. Si es para siempre, lamento decirlo pero esa soledad, irónicamente, lo acompañará a uno adonde quiera que vaya. Si es momentáneo, tiene remedio y bastará con que la persona o la cosa vuelvan a uno –o uno a ellas– para que el sentimiento de soledad se esfume. No obstante, todo esto no responde todavía por qué el sentimiento de soledad se hace presente si faltan la persona o la cosa en cuestión, aun cuando uno se encuentre acompañado por otras personas o cosas. Esto significa que dichas personas o cosas carecen de algo que las faltantes sí tienen, pero ¿qué es este algo de lo que carecen? No lo sé, así que en ambos casos, si he de ser sincera, me atreveré nada más a suponer.
En cuanto a las cosas, ya sea que estén ausentes o perdidas, lo que produce la soledad es el significado que tienen para uno. Así, por ejemplo, aunque me compren un nuevo perro no será lo mismo por el significado que el otro tenía para mí (ya sea porque vivimos muchos momentos o porque me lo regalaron en mi cumpleaños, etc.) y la soledad que siento por su muerte o pérdida continuará, lo cual tal vez no impida que quiera al nuevo pero eso es tema aparte. En cuanto a la soledad causada por las personas, me parece que se debe a la falta de empatía con las que en ese momento lo acompañan a uno. Así, aunque estas personas de hecho sean agradables, si no se identifica uno con ellas de algún modo, la soledad se hará presente.
Esto me lleva de nuevo al primer caso, donde el sujeto en cuestión no se sentía solo, sino que únicamente estaba solo y di por hecho que bastaba con hacerse de compañía para ya no estarlo. Pero al rodearse de gente y no haber empatía, también el primer caso se convertiría en el segundo, logrando el efecto contrario al que se quería. Entonces, lo que el sujeto tendrá que hacer, si es que acaso ya no quiere estar solo, será acompañarse de personas o cosas con las cuales tenga empatía para evitar el segundo caso. De cualquier forma, mejor vale aprender a apreciar la compañía que nos brinda la soledad.
Hiro postal
[1] Las definiciones incluidas corresponden respectivamente a la primera y la tercera proporcionadas por el DRAE. Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, 22ª edición, entrada “soledad”, consultada en http://www.rae.es/rae.html