En respuesta a Directo de la Biblia de la Cigarra.

Muchas personas creen que es posible encontrar la respuesta que Dios daría a una pregunta tomando la Biblia y escogiendo algún pasaje de ésta al azar, si ese método de adivinación es efectivo o no, es algo que no pretendo poner a discusión en este momento, pues a mi modo de ver las cosas,  las creencias se respetan, pero no se discuten.

La cigarra señala en su escrito titulado Directo de la Biblia que este método de adivinación es empleado por los católicos, veamos cómo lo dice:

“No sé, al leerla me causó una sensación rara recordar aquello que dicen los católicos acerca de que cualquier respuesta está en este libro y que la indicada llega justo al momento en que ha de leerla quien la encontró.”

Si vemos con atención esta afirmación, nos percatamos que en cierto modo la Cigarra habla con verdad, pues efectivamente las religiones que tienen como fundamento un libro sagrado, entre las que se encuentra la religión católica, consideran que ese libro contiene la respuesta a las preguntas que se hace el hombre cuando piensa en sí mismo como un ser mortal que puede trascender, preguntas tales como su origen, o la finalidad de su existencia.

Pero, la Cigarra erra el camino al adjudicar a la práctica católica un método de adivinación que está prohibido por el canon de la Iglesia, y que es contrario a la tradición no lectora de los fieles que bajo sus preceptos se congregan.

Veamos cómo es que tal práctica resulta contraria a la tradición católica, pues una demostración de tal error apelando al canon sólo nos deja en la aceptación silenciosa que éste supone.

Sin ahondar demasiado en una historia de la Iglesia, que nos llevaría por lo menos a ver lo que ocurría con el judaísmo desde por lo menos el siglo III a.C. , podemos ver que el catolicismo se instauró como una práctica religiosa que se fue imponiendo de arriba hacia abajo[1], es decir, que una vez que se aceptó el cristianismo entre aquellos que tenían poder político, se buscó que éste mismo fuera aceptado entre aquellos miembros de la sociedad que no poseían tan poder.

Como tal manera de propagar al catolicismo no exigió conocimiento del libro en el que se irían fundando ciertos aspectos del canon, saber leer no era necesario para convertirse en creyente y en feligrés. Además hay que tener en cuenta que la misma tradición católica impidió que se tuviera acceso al libro durante mucho tiempo, pues la libre interpretación de los textos sagrados desembocaba en la propagación de herejías que en la mayoría de las ocasiones hacían peligrar al poder político establecido, de modo que a fin de evitar el peligro que supone la libre lectura del texto la misma Iglesia se encargó de que no todo el mundo tuviera acceso a la Biblia.

Las consecuencias de una libre interpretación de la Biblia se vieron especialmente durante la guerra de Reforma, donde se aprecia que la tradición lectora de los protestantes comienza con la posibilidad de leer e interpretar la Biblia sin necesidad de acudir a una autoridad instruida para ello, tradición que no se desprende de los preceptos católicos, y que no necesariamente involucra el acto de adivinación sobre el que nos invita a pensar la Cigarra.

Así pues, si bien la Cigarra acierta al invitarnos a pensar sobre una creencia que nos muestra cómo se llega a consultar un libro sagrado, erra el camino al adjudicar a los católicos una práctica que va en contra de lo que haría un buen católico, pues aún cuando la Iglesia católica ya tiene la apertura suficiente como para dejar que el fiel se acerque a su texto sagrado, no por ello libera al feligrés de la autoridad que interpreta tal texto, y eso se aprecia en la homilía que se conserva en el rito católico de la misa.

 

Maigo.

 


[1] Cfr. Vaneigem Raoul. Las herejías. Págs. 75-76. Ed. Jus. México. 2008.