Últimamente se ha puesto en boga la exposición visual de múltiples cuerpos enfermos y de las operaciones a las que son sometidos los mismos, esto con la finalidad de invitar a la población a consumir determinados productos que prometen mantener y salvaguardar la salud, es decir, que ofrecen evitar el dolor que supone una complicada cirugía.
Para hacer más eficiente la invitación a la población los publicistas se han empeñado en satisfacer el morbo del consumidor otorgando la posibilidad de ver por internet el desarrollo de una cirugía, o las imágenes de ciertas infecciones que no se pueden mostrar abiertamente debido a su carácter, ya sea por que las imágenes son muy fuertes o son privadas. Junto con ello, se ofrece al consumidor alguna información sobre aquello que padece el paciente tratado, a fin de que el consumidor al identificar una sintomatología con ciertos malestares que padece o quiere evitar sepa fácilmente con qué tratarse, se supone que la unidad entre imágenes y grotescas y algunos datos ya son capaces de dar al público la técnica médica de la que adolece y que le impide automedicarse.
Fuera de lo escandaloso que pudiera parecer la queja contra estas campañas, quejas que provendrían de seres sumamente conservadores, e incapaces de dar cuenta de su modo de ser estas campañas nos muestran los grandes temores a los que se enfrenta el hombre moderno en su vida cotidiana, que son el dolor, la vejez y la fealdad, asuntos que ya son vistos de una u otra manera como enfermedades prevenibles y que han de ser atendidas mediante medicamentos capaces de acabar con todos los males del mundo, y que por su fácil consecución convierten a todo consumidor en médico calificado para determinar que está enfermo y que debe tratarse, al tiempo que elige cómo tratarse.
Pero esos grandes temores que están a la vista de todos y quizá también se encuentran guardados en lo más profundo del corazón, no es lo único que nos muestran estas campañas publicitarias, que por lo que se alcanza a ver han tenido bastante éxito. También nos dejan ver la soberbia con la que vivimos, pues por el conocimiento de unos cuantos síntomas y la observación de algunas imágenes grotescas el consumidor ya es capaz de saber cómo funciona el cuerpo y cómo hay que medicarlo, es decir, se convierte en todo un técnico de la salud.
Esta técnica al alcance de todos, es a su vez una imagen del deseo de democratización que domina la conciencia del hombre moderno, quien en su afán de quitar al médico la autoridad que tenía en algún momento, sobre todo cuando como único conocedor de cómo tratar al cuerpo se erige como autoridad capaz de determinar los límites de ciertos hábitos y dietas, autoridad a la que hay que obedecer si se pretende mantener o recuperar la salud. Ahora, gracias a la información que cura todos somos técnicos capaces de dominar a la fortuna y de cambiar el dolor por placer, la vejez por juventud y la fealdad por belleza.
La imagen que nos ofrece Platón en el personaje de Erixímaco hablando en el Banquete, resulta graciosa cuando pensamos en lo infortunado que el técnico de la salud cuando ve que los límites de su técnica, pues un movimiento violento como un estornudo es capaz de calmar otro movimiento violento e involuntario como el hipo de Aristófanes, movimiento en que el médico no tiene injerencia, pero si pensamos en la imagen que de nosotros mismos se dibuja cuando pretendemos jugar a ser médicos por el conocimiento de algunos datos que más que sapientes nos tornan hipocondriacos, vemos que nuestra situación es más desgraciada que la de aquel médico que por pensar que puede curar al cuerpo también puede gobernar bien a una comunidad, en tanto que la medicina y la política parecen depender del dominio de la fortuna mediante la técnica.
Así pues, si a las grandes enfermedades que son el dolor, la vejez y la fealdad, aumentamos el ridículo y la ignorancia de la que éste nace, la información que cura que bondadosamente nos ofrecen los publicistas, es en última instancia información que cura.
Maigo.