Contrariando la naturaleza, esta cigarra frente a la más oscura de sus noches no entona un canto más alto; todo lo contrario, poco a poco el melodioso sonar se me va apagando, enmudezco. Ya no me anima que pronto vendrán días más cálidos, más claros, mejores, porque ciertamente el clima se ha vuelto inestable, la incertidumbre comienza a asfixiarme. Esta cigarra que fue acusada de desentonar, hoy descubre que asentó sus pocos huevecillos y está próxima a morir, que llegó al límite de los de su especie. ¡Insecto engreído que he sido! Ya no hay guitarra, ya no hay fiesta, se acabó el brío. Esta cigarra que antes alegre gritaba notas, ahora muere y no de frío. No suplicaré por trigo ni por abrigo, no pediré nada. Abandono todo, el canto, el baile… la vida. Es que esta cigarra ya no sabe cómo cantar: he olvidado el tono, la música, las letras. Las letras me olvidaron a mí… y sé resueltamente, que es momento de partir.
La cigarra