Lamento del Egoísta

«In the swirling curling storm of desire
unuttered words hold fast
with reptile tongue, the lightning lashes
towers built to last.
Darkness creeps in like a thief
and offers no relief.
Why are you shaking like a leaf?
Come on, come talk to me.»

Miro atrás primero, y miro mis ajadas manos. Qué tarde es para hacerlo. Mi trabajo no son esos muros, no son la piedra ni las lozas en el suelo, no son tragaluces en los techos, ni muebles, colecciones, botellas o aparejos. ¡Todo aquello que se quiebre y caiga carcomido! ¡Que se canse y se corrompa como cuando, quejándose, crujen los huesos caducos! Lo hice todo y nada tengo. No, mi trabajo son estas manos débiles y espinadas, y detrás de mí se extienden campos plantados de rencor. Hasta mis suspiros parecen falsos, me saben a una tristeza deslavada. Mis brazos perdieron su fuerza y mi cabello delgado ya es muy poco. Mi música –antes confiable y último refugio, estación de guerra– es un pobre pabellón desamparado, poblado sólo por polvo apilado. Pero no siempre fue así: antes, mi voz seducía mujeres y persuadía jóvenes con desbordada potencia. Alguna vez se me vio desde abajo, se escuchaba mi voz y se cimbraban las almas. Tuve voz. Ahora sólo ruega, en el fondo de esta casa que no reconoce dueño, con súplicas perdidas. Nadie queda que las escuche ni cuando sus cámaras están plagadas: ¡lastres, lambiscones, lombrices que lamen y beben la sangre y la aligeran, la languidecen! Y mis hijos… No pueden ver mis ojos, no alcanzo a ver a dónde miran.

Ahora que lo he perdido todo sostengo que nunca se me enseñó a mantenerlo; pero nadie escucha. Ahora que lo he perdido todo entiendo, o quiero entender lo que no tengo; pero nadie me explica. ¿Cómo es que no hay en este mundo perdón para un hombre que no hizo mal sino en su ignorancia, que no ha lastimado más allá de lo que ha sido él mismo herido por su debilidad? ¿Cómo no hay mérito para el único que acepta no buscarlo? Nadie me ve ya como lo que soy, nadie mira ya mi verdadero valor. Nadie me sabe a nada. Pero por eso nadie tampoco se entera de que no quiero nada para mí, pues pronto me iré: quiero que se cuide de los míos; pero nadie está dispuesto a hacerlo. Nadie me llorará cuando me pierda, pero yo aún ahora los lloro a ellos y en eso hallo un llano consuelo: por haberme ido no habrán perdido más que lo que les faltará por no llorarme.

1 comentario

  1. Maigo dice:

    Más que arrepentido, creo que el personaje sigue siendo el mismo egoista de siempre, sólo que ahora se regodea de su supuesta generosidad para no sentirse tan mal porque los demás no lo prefieran a sí mismos y sientan su partida como una gran pérdida.

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