El sinsentido vivencial

¿Verdaderamente, la pregunta filosófica fundamental será si la vida vale o no la pena ser vivida? No sé si sea la pregunta que muchos se hayan hecho a lo largo de su vida; así como, si hacerla será necesario para vivir. Conceder que la pregunta filosófica fundamental sea si la vida merece la pena de ser vivida, requiere, primeramente, de una inconformidad con la vida; requiere de pensar, por lo menos un momento, que la vida no vale la pena de ser vivida; pues, si yo estoy convencido que vale vivir la vida, será difícil que cuestione hacerlo –no lo necesito, estoy bien con vivirla.

Llegar a realizar sinceramente esta pregunta (a vivirla) no es fácil. Uno debe de estar en duda del valor de la vida como tal. Si se duda del valor de la vida, se duda también de continuar viviendo. Pero ¿por qué podríamos dudar del valor de la vida? La respuesta es: porque no tiene sentido seguir viviendo. Empero, si no tiene sentido seguir viviendo, ¿para qué continuar? Si uno sufre un dolor tan grande que no puede soportarlo, seguramente no continuará viviendo. En este caso, la decisión es tomada porque no vale pena seguir viviendo; la pena es mayor a la vida (caso contrario será si a pesar del dolor sentido, se pretende afrontarlo y continuar viviendo). Aunque este problema lo es solamente si consideramos un gran dolor en el alma, que impide continuar viviendo. En este sentido la pregunta se vuelve fundamental; pero no es (ni será) posible que sea fundamentalmente filosófica. La razón es por que únicamente atañe a sola una persona que padece un dolor que supera la vida.

Si la pregunta filosófica fundamental es si la vida vale o no la pena ser vivida, necesariamente no tiene que serlo en estos términos; sino en aquellos que nos arrojen a la pregunta por la existencia, a cuestionar por nuestra existencia en tanto humanidad; a modificar el cuestionamiento de si la vida vale o no la pena ser vivida, por cuál es el sentido que el hombre encuentra de vivir la vida. Puesto que la respuesta a la pregunta inicial depende del sentido que tenga la vida de ser vivida; si la vida tiene sentido, entonces vale la pena vivirla; si no lo tiene, la pena es vana.

Pensamos que la vida tiene sentido, si le encontramos alguna finalidad: ya sea porque alcanzaremos a algún fin, ya sea porque vivir es la finalidad. Si esta finalidad se pierde de vista o no la hay, ni nunca la hubo, se hace necesario responder que no vale la pena vivir sin sentido. Sin dios posible, sin finalidad, sin dirección o sin sentido alguno, vivir no tiene sentido alguno; la vida por sí sola no vale la pena de ser vivida. Sin sentido, cualquier acción posible carece de valor; nada de lo que sea hecho valdrá, pues todas son acciones vanas. Si no vale la pena vivir, entonces, ninguna acción realizable tiene sentido de ser realizada; sin fin alguno, ni la vida ni la muerte tienen sentido.

Al momento de confiar en que la vida no tiene valor ni fin, la existencia del hombre se vuelve un sinsentido. Al llevar esto ha sus últimas consecuencias, ni morir ni vivir tienen sentido. Viviendo, no hay acción posible que valga ser hecha, pues cualquier acción, quizá tendrá sentido sólo mientras uno viva, y únicamente mientras no se percate que algún día morirá y no tendrá sentido nada de lo que ha realizado, porque él fue quien le puso dio sentido a acciones que realmente no lo tienen, y si lo tienen es mientras el viva; pero nada de lo que haga tiene sentido, pues la muerte se lleva todo, hasta el sentido de las cosas. Morir, tampoco tiene sentido. Sin una finalidad, la muerte no es más que el fin de la vida a la que nada continúa. Sin sentido alguno, y si uno vive coherente con ello (aunque vivir coherente con ello es de algún modo un sentido) ni vivir ni matarse es posible, pues tanto vivir como morir requieres de cuestionarse, qué sentido tiene hacerlo.

No conozco alguien que sea coherente con un modo de pensar así, mucho menos de llevar una vida así. Es más, estoy casi seguro (pues podría darse el caso, aunque no veo cómo) que nadie puede vivir (por no decir estar o existir, como lo hace una vaca) de esta manera. Cuando intento pensar el existencialismo con seriedad, llego a aporías que no permiten seguir avanzando en ello. Cuando intento pensarlo como posible, me doy cuenta que no puedo vivirlo como posible. No es lo mismo el sin sentido del existencialismo que la vida trágica. Ser así, quizá sea una buena manera de conquistar mujeres –uno se verá muy interesante recargado en la pared mientras se emborracha, con un cigarro en la mano, cara de basset hound y diciendo, a la chica que desea conquistar,  que nada tiene sentido-, pero definitivamente no es un pensamiento que lleve a una buena manera de vivir (ya no se diga coherente).