Velas

“Duermo, luego vuelvo a remar”

Un fenicio

Esta es la historia de un hombre que, como todos, era cuerpo y algo más que cuerpo. Que comía y bebía. Cantaba, bailaba, pensaba y acaso también amaba. Este hombre también soñaba. Soñaba con las estrellas y el mar. Soñaba que no tenía alas pero podía volar. Soñaba que amaba y era amado por aquélla que siempre quiso, por aquella que nunca se fijó en él. Soñaba con islas lejanas, con Diosas y aventuras profanas. Soñaba paraísos perdidos, el cielo y el infierno. Soñaba con rosas y con máquinas del tiempo. Soñaba también cosas feas. Soñaba minotauros y laberintos. Soñaba infinitos y espejos. Que no lo amaban, que no hablaba, que no podía soñar. Soñaba, y este era tal vez su sueño más feo, que veía hombres con caras que no eran las suyas, hombres que parecían usar máscaras pero no las tenían. Veía a su madre, a su padre, a su hermana y a su único amigo, pero sus rostros no eran los mismos, eran otros. Sus gestos bailaban de otro modo, sus arrugas y cicatrices contaban cuentos de otra vida y dolores de otros colores. Y ella, ella también era otra; ese lunar ya no estaba en su boca, esa boca no era la boca que tantas veces quiso besar. Esos ojos no eran ya aquellos que nunca lo miraron. Este hombre nunca supo por qué soñaba, nunca supo por qué los laberintos, el mar y las caras. Nunca supo, y jamás se lo digas, que él era ese mar y ese viento. Nunca supo que él era el cielo y las islas lejanas. Mucho menos supo que él era todas esas caras.

Aquel hombre me dejó pensando en las caras, en los rostros que cada uno cargamos, sentimos y somos. ¡Qué maravilla! Todas con ojos, labios y boca, pero todas tan diferentes. Cada una con un movimiento tan suyo al hablar (así como el tuyo). Cada una con una arruga que cuenta algo especial y único, con ojos propios sólo de esa cara, con ojos que cuentan dichas y tristezas. Caras que se iluminan y que iluminan. Míralas, todas cantan un himno propio, todas causan asombro –me dijo alguien alguna vez. Y era cierto. Todas cuentan una historia: su historia, y cada una vale la pena descifrar y tal vez luego contar. Cuando se muere un hombre, leí un día, muere una cara que no se repetirá; mueren miles de circunstancias, miles de recuerdos. Recuerdos de infancia y rasgos humanos demasiado humanos…Es bueno recordar esto en días como los de ahora en que mueren más de la cuenta y, creo yo, más de los que debieran. Estos días en que la muerte es sólo “un efecto colateral e inevitable”. Perder hombres es soplar velas que nunca volverán a brillar.

PARA APUNTARLE BIEN: Les dejó el inicio doce del Paraíso Perdido de Milton (que fue resultado, dicen, de un sueño):

As one who in his journey bates at noon,

Though bent on speed; so here the archangel paused

Betwixt the world destroyed and world restored,

If Adam aught perhaps might interpose;

Then, with transition sweet, new speech resumes.

Thus thou hast seen one world begin, and end;

And Man, as from a second stock, proceed.

Much thou hast yet to see; but I perceive

Thy mortal sight to fail; objects divine

Must needs impair and weary human sense:

Henceforth what is to come I will relate;

Thou therefore give due audience, and attend.

This second source of Men, while yet but few,

And while the dread of judgment past remains

Fresh in their minds, fearing the Deity,

With some regard to what is just and right

Shall lead their lives, and multiply apace;

Laboring the soil, and reaping plenteous crop,

Corn, wine, and oil; and, from the herd or flock,

Oft sacrificing bullock, lamb, or kid,

With large wine-offerings poured, and sacred feast,

Shall spend their days in joy unblamed; and dwell…

MISERERES:   Al PRI lo sigue persiguiendo, y alcanzando, su pasado en Coahuila. Pero Peña Nieto se desliga. El debate del próximo domingo no será transmitido en canales estelares; a esa hora hay fútbol. Ahora Bolivia, tal vez siguiendo a Argentina,  nacionaliza eléctrica española.