Se dice que el flojo trabaja dos veces, y quien lo dice, se apoya en la evidencia que nos da lo maltrecho de lo hecho con flojera. También se dice que en lo hecho se ve el ser del hacedor, y si lo hecho está maltrecho lo que podemos concluir es que lo maltrecho por el hacer del flojo nos indica la maltrechés del flojo mismo.
Decir por otra parte que el flojo es un ser maltrecho parece un juicio aventurado y lanzado al azar, casi emitido con flojera, pero si nos acercamos al alma del flojo veremos que no resulta tan superficial el juicio antes dicho.
Si nos asomamos al hacer del flojo veremos que éste es un ser imposibilitado por su carencia de ánimos para hacer bien las cosas, es un ser enfermo y orgulloso de su propio mal, confiado en exceso y un tanto desvergonzado en tanto que deja todo para el último momento.
Su hacer, si es que se presenta, es apresurado y tacaño, el flojo sigue la ley del mínimo esfuerzo, aunque eso implique dejar lo que hace mal hecho y tener que trabajar más para reparar las nefastas consecuencias de su mal hacer. Aunque no todo flojo corrige lo que hace mal, lo que hace de los que no están dispuestos a corregirse seres desvergonzados y hasta presuntuosos respecto a su propia flojera, éstos últimos son los peores entre los flojos pues a más de flojos son irresponsables.
Y no podemos negar que quien presume de su irresponsabilidad es un ser maltrecho en tanto que ve como bueno lo que es malo y como malo lo que es bueno no sólo para los demás, sino para él mismo.
Maigo.