¿Yo?, yo ya no ando comprando las últimas novedades y cambiando de modelo en modelo por todo lo moderno. Cada vez eso se vuelve más rutinario y aburrido, y la gente no se da cuenta de que la estafan haciendo que los productos sean más desechables y menos duraderos. Les venden computadoras que se cambian en dos años y focos ahorradores que duran menos que los meros buenos que se hacen de vidrio. Yo, en cambio, he descubierto la mejor tendencia hasta ahora inventada (y no sé por qué nadie la tomó tan en serio antes). En realidad ya se había intentado, pero no bien, no por completo. Qué bueno que la mejoraron, la verdad. Antes le habían puesto un nombre poco inspirado: “retro”, sin ver que se puede retro-ceder tan sólo unos segundos y eso no hace diferencia. Sólo pintaban los envases de las cosas como en los cincuentas y ya con eso se creían muy rudos; pero la clave no está en el refresco disfrazado, sino en beber leche bronca, y envasarla en vidrio.
Esta nueva ola es el “Tech-Furui”. Creo que es chino y significa usar pura tecnología como era antiguamente. Ahora tengo todo viejo y uso siempre las cosas como eran antes. Es mucho mejor, porque todas las cosas las hacían mejor antes. Por ejemplo, uso sombrero y visto de pana; y más aún, no me voy de buzo en las vacaciones con los disfraces de sirena y gogles ridículos que se romperían ante la mínima presión. No, yo me pongo escafandra, con casco de metal y todo. Si me preguntan burlonamente qué me pasa es porque no tienen idea de lo deprimente que es su propia situación: su traje no protege y sus botas no traen la bella sensación de jalarlo a uno por su macizo peso de plomo. Las cosas viejas pesaban en serio. También dejé de ver la televisión a color, porque eso es como hacer trampa: es mejor el esfuerzo por discriminar los grises obscuros y los claros. Tengo luz en casa, obviamente, porque no puedo pedirles a los demás que tan abruptamente cambien sus costumbres; pero yo no la uso. Yo enciendo una lámpara de aceite por las noches y si necesito más luz (como cuando voy al baño), la obtengo del primer modelo de celular con lamparita en el mercado, cuando acababan de sacarlos sin antena.
Claro, se ha necesitado mucho dinero para traer este estilo de vida a la realidad, porque ni las escafandras ni las calderas de hierro son baratas en estos días. Pero no importa, porque al final lo vale. Nada como sentarse en una mecedora a esperar que el café se caliente en el fogón, para después leer el periódico bebiéndolo en un pocillo. Al final de la semana, además, me entregarán mi Audi modificado, al que le metí caja estándar, un carburador y una máquina que funcione con gasolina Nova (aunque ésa ya no la consigo, pero creo que la Magna no lo echa a perder). No puedo esperar a estrenarlo, lo único que le falta a mi emocionante nueva vida es manejar lo más rápido que pueda escuchando un motor de verdad, como antes los hacían, rugiendo como bestia mitológica antigua.