Sentada siempre sola, solitaria se sentía. Sufría saboreando su soledad supurante: seguido secaba sendos senderos salados. «¡Sal, solecito!», susurró suavemente. «Síguenme sigilosas», suspiró señalando siete sombras sádicas. «¡Sálvame!», suplicóle sudorosa. Su solecito salió, surcando semejantes sombras sin separarlas: solapábalas solamente. Socorro sintióse sumamente sola sopesando su situación sin salida. Simplemente sucumbió: sofocáronle silenciosamente sus sombras. Su solecito sólo sonrió.
Hiro postal
Sólo sabría sonar silbidos satisfechos sobre su sonora saga. ¡Sale!
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Serena sonrío. ¡Salve!
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