Por sólo $20 uno puede comprar dos cocas de 600ml en la tienda del cuais, tres gansitos y dos chicles bubbaloo, ir de Tlalnepantla a Paseo de la reforma y regresar, comprar cinco cigarros en aquellos puestos donde cuestan $3.50 y cinco chicles clorets, (o cinco cigarros donde cuestan $4, o mejor aun –que son raros, pero hay dónde- comprar ocho cigarrillos con quienes los venden por $2.50). ¡Tantas cosas que uno puede hacer por tan sólo $20!
Paseaba por el centro de la ciudad, y después de un mal día y un montón de tiendas y gente que caminaba junto a mí, note que comenzó a ser más constante la cantidad de personas que, una tras otra, me pedían una moneda. Es angustiante darse cuenta de la cantidad de personas que te piden una moneda, y que aparentemente nada se puede hacer para ayudarlos a mejorar su situación. Comencé a pensar acerca de lo que podría a ser para mejorar aquello que me rodeaba, pero cada pensamiento que venía a mi mente hacía que me fuese más difícil encontrar una solución. Caminé y caminé casi todo el día y no dejaba de pensar en la posibilidad de hacer algo para que el mundo sea mejor.
En repetidas ocasiones vino a mi mente la modesta propuesta que nos hizo Jonathan Swift y la posibilidad que dio para acabar con el hambre y la pobreza. Él dijo que la pobreza podría acabarse si los pobres comienzan a vender a sus hijos por kilo como carne. Propuesta que resulta ser bastante buena, pues así, los pobres se hacen un poco más ricos y al vender a sus hijos ya no se reproducen más pobres y obtienen unas monedas.
Pero, la “estúpida” dignidad humana nos limita a llevarla a cabo. La realidad, es que la mayoría no está de acuerdo en vender a sus hijos por kilo. Así que la propuesta pierde fuerza ante ella. Por lo cual continué pensando qué hacer para mejorar la situación. De repente, en un momento de lucidez ¡vi con claridad qué se puede hacer! La solución es una cuota diaria voluntaria. Consiste en caminar por las calles (haciendo lo que uno siempre hace y pasear de vez en cuando por lugares nuevos) con veinte pesos apartados en la bolsa. No para comprar dos cocas, ni gastarlos en cualquier cosa que uno pueda comprar –si es que el dinero se gasta más allá de lo material-, sino para dar un peso a cada persona que pida una moneda. Con ello aseguraremos estar mejorando el mundo y ser cada día más humanitarios. Uno se ayuda ayudando. El pobre que pide una moneda será un peso más rico, y si con suerte, diez personas que hayan leído este escrito pasan por donde él, será, entonces, diez pesos más rico.
Por un lado uno ayuda a quien lo pide; por el otro, uno tiene mayor calidad humana. Si repite esto todos los días de su vida, suponiendo que tiene treinta años y vive cincuenta años más a partir de haber leído esto, estará ayudando 18250 días (sin contar los años bisiestos), si contamos los años bisiestos, ayuda aproximadamente 18262.5 días. Si eso días los multiplicamos por veinte pesos diarios, al cumplir ochenta años, habrá dado $365, 250 y ayudado a dieciocho mil doscientos sesenta y dos y media personas (poco más o poco menos).
Por ese número de personas ayudadas, uno ya merece algún beneficio. Si uno cree en Dios, será como pagar un pase al cielo; si no cree, eso lo hará un mejor y más humanitario hombre, pues ya puede presumir haber ayudado a un gran número de hombres –este ateo, es más que un santo o por lo menos se encuentra en el mismo rango-, ya que ante la pregunta ¿a cuántos hombres a ayudado un santo? Él podrá responder: yo he ayudado más o los mismos (lo que lo hace mejor persona o equivalente a una persona santa). Muchos dicen que la ayuda comienza con uno mismo, y qué ayuda es mayor que aquella que es hecha a quien se lo pide. Con esta propuesta el beneficio es doble. Se está ayudando al pobre a ser poco más rico; mientras uno se hace poco más santo. Y hasta donde sé, no hay santos en el infierno, por ello, al hacer esto, día a día se es más santo y día a día se garantiza el cielo –cosa que beneficia a quien cree en Dios. Es poco a poco irse yendo al cielo, es irse al cielo peso a peso. Es pagar por algo de lo cual nadie podrá ofrecer el doble, pues ¿cuál es el doble de salvación eterna?
¡Y si creamos talonarios que permitan comprobar nuestra inversión celeste, también podremos juguetear con los impuestos!
Ojalá que algún priísta acomedido lea esta propuesta.
Me gustaMe gusta
¡Antco Loaeza!
Me gustaMe gusta
Loaeza, je je je… Buena, Perro de llama, buena.
Me gustaMe gusta