Dedicado a la veci que tan sólo me dejó un cochino encendedor y unos pinches discos
¿Qué decir, qué hacer ante la partida de un amigo? ¿Cómo sostenerse en pie y dejar atrás tantos recuerdos, tanta dicha vivida?
Porque los recuerdos lo acechan a uno. Se arremolinan locos y chapotean entre sentimientos que no terminan de aclararse y tan sólo señalan el sendero de la ausencia por venir. Pero la ausencia no llega. Está, pero no llega. Aparece a ratos, pero se desvanece ante la evocación.
Es verdad que algo se muere cuando se va un amigo, pero algo perdura. Una luz pequeñita permanece constantemente prendida dentro del corazón. Luz que de a ratos se inflama y quema, calcina por la ausencia, por el vacío, por el hueco que nada puede llenar más que la presencia del amigo.
Pero otras veces reconforta, pequeña hoguera que hace de nuestro corazón un verdadero hogar, un santuario. Por eso la amistad es un milagro. Es un regalo que no se sabe cómo empieza ni cuándo se recibe; simplemente aparece, como si siempre hubiera estado ahí.
De Amigos de Gines, unas sevillanas:
I
Algo se muere en el alma
cuando un amigo se va
y va dejando una huella
que no se puede borrar
No te vayas todavia
no te vayas, por favor
no te vayas todavia
que hasta la guitarra mía
llora cuando dice adiós.
II
Un pañuelo de silencio
a la hora de partir
porque hay palabras que hieren
y no se deben decir
No te vayas todavia
no te vayas, por favor
no te vayas todavia
que hasta la guitarra mía
llora cuando dice adiós.
III
El barco se hace pequeño
cuando se aleja en el mar
y cuando se va perdiendo
que grande es la soledad
No te vayas todavia
no te vayas, por favor
no te vayas todavia
que hasta la guitarra mía
llora cuando dice adiós.
IV
Ese vacío que deja
el amigo que se va
es como un pozo sin fondo
que no se vuelve a llenar
No te vayas todavia
no te vayas, por favor
no te vayas todavia
que hasta la guitarra mía
llora cuando dice adiós.
Gazmogno