Muy orgullosos estábamos de haber sometido a la naturaleza con el yugo de nuestras prodigiosas artes; Felix Baumgarten probó para nosotros algo que fácilmente se confunde con la noción de que podemos lograrlo todo: desde el límite último del planeta se lanzó protegido sólo con la seguridad que el ingenio de la humanidad y el entrenamiento podían darle, y sobrevivió contra todo buen sentido (o sea, expectativa desinformada). Y poquito después, ya que teníamos tan fresco ese sentimiento de controlar hasta los más mínimos detalles naturales, que le cae Sandy a Nueva York y lo destroza todo. Salió más caro el desastre del huracán que el gran brinco estratosférico.