El nardo gris

“She always stood in the doorway and watched him exit the clearing deflated at the thought of the week that stood, like an immense, immovable object, between her and his next visit. She always held her breath as she watched him go. She held her breath and, in her head, counted seconds. She pretended that for each second that she didn’t breathe, God would grant her another day with him.”

K. Hosseini

Ella lo esperaba todos los días, a todas horas, aunque sólo los jueves de las tres a las cuatro lo viera. Quizá, como su mamá le repetía, desperdiciaba su vida esperando tanto tiempo a alguien como él. Pero no importaba. Cuando llegaba, los ojos le cambiaban; brillaban. Todos lo notaban. Su madre también, por eso se enojaba. “Es de tontos esperar. Algún día no va a llegar. Entiende que no le importas, que no vales nada para él”, eran palabras que todos los días le repetía, en el mismo orden y con la misma tonadita. Alguna vez había intentado no ser tonta; intentó no esperar más. Trató que eso que sentía en su panza se aplacara, que sus ojos se callaran. Pero le salió muy mal su plan. Era como cuando llega el sueño; no sabía bien qué, pero era algo mucho más fuerte que ella. No podía y la verdad tampoco lo quería evitar. Esa hora de cada jueves, era la mejor de todas las de la semana. Por esa hora cualquier cosa aguantaba. Él era la razón. Él, con su sonrisa chimuela y poco elegante. Él, que en lugar de gritarle como su madre, la sentaba en sus piernas, le traía siempre regalos de historias especiales. Y este jueves sería aún más especial; era su cumpleaños y él le había prometido llevarla a otro lugar. Sería la primera vez de toda su vida gris que ella saldría de su hogar. Se levantó media hora antes; hizo, como siempre, sus oraciones correspondientes. Buscó su falda verde, era la más nueva, aunque se apenó de que no combinara con su único hijab. Era la una y ella ya estaba lista, como siempre, esperando que llegara él. Espero un poco más. Dieron las tres y diez, pero él no aparecía. Seguro se le había atravesado algo, porque era un hombre muy importante. Comenzó a oscurecer; ella seguía esperando y él seguía sin llegar. Poco a poco la flor blanca que había cortado para él fue haciéndose más gris. Cuando la noche se había acomodado bien, y ya no era claro si era jueves o viernes, ella seguía esperando, aunque sus ojos poco a poco se fueron apagando. Su nombre era Mariam, y ese hombre al que esperaba era su papá.

PARA APUNTARLE BIEN: «But he was a child once,» said the old man. «He played with children. Before he lay down on his bed at night, and fell into his guiltless rest, he said his prayers at his poor mother’s knee. I have seen him do it, many a time; and seen her lay his head upon her breast, and kiss him. Sorrowful as it was to her and me, to think of this, when he went so wrong, and when our hopes and plans for him were all broken, this gave him still a hold upon us, that nothing else could have given.»Charles Dickens.

MISERERES: Peña Nieto promete, para combatir la corrupción que en realidad es la sombra de su partido, contralores para cada una de las Secretarías (falta agregar que hay gato encerrado, pues el contralor que según evaluará, será elegido por el secretario de cada sector, o sea que el secretario elegirá quién lo evalúe). Comex, una de las empresas mexicanas más grandes, ya va a cambiar de nacionalidad. Sherwin Williams, empresa estadounidense, la compró.  La semana pasada Sergio Aguayo escribió algo sobre el asunto de la reciente legalización de la marihuana en Estados Unidos (en Washington y Colorado) y su efecto en México. Acá está lo que escribió: http://www.sergioaguayo.org/html/columnas/Manazoyleccion_141112.html.