Tú, tan quieta, tan sencilla, tan ahí, tan en tu centro, apacible y excitada,
como una mariposa que revolotea desmesurada pero sin perder jamás el equilibro.
Yo, tan desbocado, tan simple, tan por ti, tan en mí mismo,
ofendiendo con dulzura la soledad que sé muy bien no habrás de doblegar.
Gazmogno