Escritores hay muchos en el mundo. De muchos tipos y colores, porque vastos son los humores que animan al hombre a escribir: algunos escriben para ser inmortales, la mayoría dellos muere sin remedio, y sin los recuerdos del vulgo, que cita y cita escritores para mostrarse culto y saber cuándo aplaudir. Otros más, que son menos valiosos que los primeros, escriben pensando en dinero, como si de escribir se viviera porque la escritura ocupa ocio, que se asocia y se pelea con el negocio que resulta de escribir. No hay que olvidar en este listado a quien escribe para ser leído, porque se sabe sabio y entendido sobre aquello que lo ocupa, y ve impasible una disculpa en lo que hace al escribir. Cómo olvidar a aquel que atrapa milagros, que escribe y escribe porque piensa, no en los otros ni en el tiempo sino en lo que hace de sí mismo el difícil acto de escribir. Y por qué no señalar por último de quien escribe sobre lo ya escrito, sobre escritores y escritorios, sobre él que se convierte en escribano, deudor eterno de autores que supieron escribir.
Maigo.