Desintoxicación

How strange that Nature does not knock, and yet does not intrude!

E. D. 

Me contó emocionada cómo había vivido una semana, con unos diez más, en la montaña. Fue, dijo, a limpiar su cuerpo y su alma. Diario se despertaba a las cinco de la mañana. La ponían a meditar (o por lo menos a sentarse y quedarse callada). Diario, esos diez iban a caminar. Todo el día caminar y nada más. Cada día, diez kilómetros más. Estaba incomunicada. No tenían computadoras, internet, teléfonos, ni iPads. Los primeros días, entre ellos,  hablaban sólo lo necesario, pero los últimos tenían que estar todo el tiempo callados.  Pero no importaba, estaban tan cansados que ni se acordaban. Hacían como todo el día ejercicio pero no comían más que frutas, verduras y semillas. Se estaban limpiando –o eso decía. Se les estaba quitando todo lo malo. Estaban aprendiendo a llenarse de toda la paz.  Qué emoción, y más, porque en siete días había bajado cinco kilos, dos más de los que desde hacía un rato había querido bajar. El siguiente año, prometió, regresaría. ¡Qué horror! –pensé yo. ¿De verdad, alejada, comiendo semillas y callada, había encontrado la paz? La verdad no entiendo cómo están de moda todas estas cosas. Aunque pienso que el hombre, como la montaña, el árbol, el perro y el gato, tiene su naturaleza bien determinada, dudo que su orden sea el de esa vida bucólica y alejada. Me parece que viviendo como esa señora, en la montaña, lejos, casi como una planta, esa paz nunca se va a encontrar. Porque el hombre se despega de lo meramente biológico-natural; tiende siempre a mucho más.  No sólo sobrevive; vive. Nos dan ganas platicar y no sólo de sentarnos y callar, de comer pastel y no sólo pasto y semillas. Y no pienso que esté mal. Así somos y ya. Con estas ganas de desintoxicarnos, nos estamos traicionando. Vale la pena la pena cuestionar esa búsqueda y deseos de aquella paz. Hoy en día es lo que más defendemos. Es la tierra prometida, el tatuaje y la bandera que llevamos de aquí para allá. Esos deseos y búsqueda incansable, tal vez, revelan que andamos errantes, desesperados por encontrarnos. Pero, tal vez, esos deseos de toda la paz estén equivocados. Así como no estoy segura que la felicidad la encuentre el hombre lejos de la sociedad, tampoco estoy segura que, al menos no dentro de la sociedad, se pueda hallar la paz completa, la paz perpetua. Quizá en esta paz esté justificada la sociedad moderna y, también, su condena a la infelicidad. Se busca la paz porque así “todo es más fácil”, porque “es lo que más conviene”; porque, así, todos podemos dar “rienda suelta” y satisfacer todos y cada uno de nuestros deseos y placeres. Se condena la guerra como si todos los motivos de ésta fueran fríos, triviales o insignificantes. En una sociedad comercial, cosas como la patria o la guerra estorban y siempre están de más.

PARA APUNTARLE BIEN: «War is not a courtesy but the most horrible thing in life; and we ought to understand that, and not play at war. We ought to accept this terrible necessity sternly and seriously. It all lies in that: get rid of falsehood and let war be war and not a game» –Leo Tolstói en La Guerra y la Paz

MISERERES: La anunciada y prometida Reforma de Telecomunicaciones aún sigue siendo puro anuncio y promesa. Porque nada se ha acordado. Y en Venezuela hubo elecciones. Ganó Nicolás Maduro, izquierdista y ex-chofer de Chávez, con bien poquito porcentaje de más. Capriles, el candidato perdedor (de derecha), no reconoció las elecciones, desconoce y le llama “espurio” al nuevo presidente. Esto es , quizá, casi como mirarnos frente a un espejo.