¿Cómo es posible esperar que
la humanidad acepte un consejo,
cuando ni siquiera acepta
una advertencia?
Jonathan Swift
El solitario vive de oídas. Peculiarmente silencioso, al solitario lo acompañan los ruidos del mundo, la indiferencia sonora del entorno, el azaroso concurrir de ondas objetivas sobre sus desubjetivados oídos. Porque al solitario no le hablan otras voces, no le cuentan los otros, no cuenta para los otros; le habla su propia voz, su propia y temerosa voz: la voz del solitario es distintas voces. Lo mismo el eco de la soledad que el vacío de la ausencia de compañía, al solitario siempre se le presenta distinta su voz: si se habla, no se habla para sí, sino que simplemente habla; si habla, no habla para alguien más, sólo habla; el solitario es el ser que habla sin expresar, en quien el habla es inhumana. Si lo encuentran los otros -¡hay otros!-, comienza a fingir humanidad: se vuelve el mal actor de su recuerdo… Con un poco de suerte, la amnesia existencial lo curará de olvido y comenzará a vivir para la vista: habrá callado a esa siempre extraña voz interior.
Námaste Heptákis
Coletilla. “Si se tiene en cuenta que la fuerza de los jóvenes es proclive a explotar, no nos asombrará verlos decidirse por determinadas causas con tan poco tacto y discernimiento en su elección. Lo que excita a los jóvenes es la efervescencia que suscita una causa. Ver, por así decirlo, la mecha encendida; no la causa en sí. De este modo, los seductores más sutiles procuran prometerles la explosión y no se preocupan de legitimar su causa; ¡no se gana a semejantes barriles de pólvora con legitimaciones!”. Friedrich Nietzsche