Había descubierto aquel botón por accidente. Era la primera vez que paseaba por allí y no hacía más que tantear el espeso terreno que se abría a su paso cuando de repente se encontró con él. En ese momento no supo de qué se trataba, pues apenas si lo había rozado pero, tratándose de algo completamente desconocido, decidió que era mejor apartar la mano con cuidado y regresó enseguida por el camino andado.
Volvió un par de días después cuando hubo reunido el valor suficiente para enfrentarse con el misterio que representaba el botón aquel, aunque no sólo eso le intrigaba sino también el paraje donde se encontraba, el cual le resultaba maravillosamente novedoso y extraño. Dispuesto a repetir la experiencia, intentó hacer el mismo recorrido que la vez anterior y aunque terminó por otro camino, pronto dio con el botoncito ese que le despertaba una curiosidad tremenda.
Su emoción era tanta que tuvo que esperar hasta tranquilizarse un poco y luego se acercó cautelosamente a él para rozarlo, cuidando de hacerlo sólo con la punta de su dedo índice. El botón respondió al sutil toque vibrando débilmente y en cuestión de segundos un suave ronroneo rompió el silencio que llenaba aquel espacio. El ronroneo parecía provenir de la vibración y si bien aquella reacción no lo espantó, decidió aguardar un momento para ver qué más sucedía. Cuando estuvo seguro de que eso había sido todo, continuó explorando los contornos del pequeño botón, cuya vibración –así como el ronroneo– aumentaba con cada toque.
Viendo que aquella vibración era inocua se animó a tocarlo también con el pulgar, pero fue tal la reacción que desencadenó ese movimiento que nada podría haberlo preparado para ello. El botón ya no sólo vibraba, sino que ya tampoco era pequeño, pues con cada roce de sus dedos se iba hinchando un poco más. Temía que el botón explotara en cualquier momento y aunque pensó en detenerse, una fuerza interior lo impulsó a terminar lo que había empezado aun cuando cierta parte de él fuera presa de un miedo indescriptible a lo desconocido.
Sin pensarlo dos veces, decidió que era mejor que él reventará el botón antes que esperar a que éste lo hiciera por sí solo y en un arranque instintivo presionó con firmeza su centro, lo cual le pareció enseguida la peor de las ideas concebidas. Sin que pudiera dar marcha atrás, el terreno comenzó a inundarse con un torrente de agua salada y ahora, en lugar del habitual ronroneo, se escuchó un bramido que retumbó en todo el lugar.
Estupefacto por lo que había causado, retiró temblorosamente sus dedos de aquel botón y fue entonces cuando notó que la hinchazón ya había comenzado a ceder. Ahora sólo quedaba el eco de aquel grito ensordecedor y una mancha que indicaba que ahí había ido a parar el torrente de agua salada. Había conseguido develar el misterio del pequeño botón y la chica que yacía al lado suyo se lo agradecía infinitamente.
Hiro postal