Y así la gracia

Revisitación del salmo III

1) Salmo de David al huir de Absalón, su hijo.

 

2) ¡Oh Eterno, cuántas enemistades:

muchos se alzan contra mí!

 

3) Y muchos me dicen así:

“En Dios seguro es que no te salves”.

 

4) Pero tú, Eterno, eres mi escudo,

mi gloria y quien levanta mi cabeza.

 

5) Con mi voz te llamo seguro

y tú me respondes con realeza.

 

6) Así me acuesto y me duermo,

despierto y el Eterno me sostiene.

 

7) Ya no temeré más al pueblo,

aunque bien rodeado me tiene.

 

8) ¡Levántate, Eterno!

¡Y sálvame, Dios mío!

Tú que las mandíbulas has quebrado

a cada uno de mis enemigos,

y con los dientes bien molidos

has dejado a los malvados.

 

9) Del Eterno es la salvación.

¡Vamos,

a tu pueblo concede tu bendición!

 

Coletilla. Novedad editorial es la publicación, bajo el sello del Colegio Nacional, de los cuadernos de Alfonso Reyes, escaparate del poeta niño y del inquieto joven que, en su segunda década de vida, ejercitó la pluma lo mismo en notas de aritmética, magia o historia, que en ejercicios poéticos, recreaciones en verso y diversiones rimadas. ¿Qué fue del niño Alfonso antes de ser el benjamín del Ateneo? ¿Cuáles eran las diversiones infantiles del que llegó a ser el caballero de las letras mexicanas? Hato de regocijos, conjunto de maravillas, presentación de un Alfonso Reyes inusitado, los cuadernos son una muestra más de la perfecta poligrafía de quien hizo literatura de su vida y vida de su literatura. (Es una lástima, dicho sea de paso, que los editores fuesen tan descuidados en la transcripción de los cuadernos; además de limitarse a transcribir, sin ofrecer alguna otra ayuda al lector, hubiese sido muy conveniente esforzarse un mínimo para ofrecer un aparato crítico). Del cuaderno 1 extraigo un soneto intitulado “Negro”.

Cuando en horrenda convulsión el alma

se precipita en huracán deshecho,

y rompiendo los diques de la calma

abate en su furor al férreo pecho;

 

cuando en el aire rugen las tormentas

de rabias y de odios reprimidos,

y la virtud en sus fatigas cruentas,

se ve atacada hasta exhalar quejidos;

 

cuando, cobarde, maldecida y necia

la envidia con tesón su guerra arrecia

y el hombre, entre los hombres se ve solo,

 

aparece y se yergue ante su dolo

el fantasma voraz del homicidio,

o voluptuoso y tentador suicidio.