La distancia no mata al amor sino los amantes que permiten que entre ellos crezca un abismo.
El tiempo no mata al amor sino los amantes que pasan los momentos que deberían estar juntos en compañía de la soledad.
La indiferencia no mata al amor sino los amantes que deliberadamente ignoran a quien dicen amar.
Los celos no matan al amor sino los amantes que, en lugar de apagar esas llamaradas, se esfuerzan por mantenerlas vivas.
Las mentiras no matan al amor sino los amantes que al pronunciarlas están convencidos de que la verdad nunca saldrá a flote.
Las peleas no matan al amor sino los amantes que, bajo cualquier pretexto, se infligen heridas imposibles de cerrar.
El amor no muere por sí solo ni mata a los amantes aunque ellos juren y perjuren que mueren de amor; en cambio, son los amantes, que se declaran inocentes, los únicos culpables de tan dolorosas muertes.
Hiro postal