Paradojas de la buena conciencia


 

Son modas aristocráticas

en cierto modo simpáticas

que ejerce hasta la vejez.

Mas te sientes en su tálamo

como a la sombra de un álamo

un verano en Aranjuez.

Vemos por televisión imágenes aterradoras: cientos de cadáveres envueltos en sábanas blancas atestando cuartos putrefactos mientras la voz de fondo afirma que los cientos de muertos son producto de las armas químicas empleadas por el gobierno sirio. Vemos por televisión imágenes aterradoras: cientos de profesores oaxaqueños golpeando granaderos y obstaculizando el tránsito por las calles como modo de presión para llamar la atención a la defensa de sus derechos. Cientos de imágenes aterradoras que exhiben impúdicas los abusos de la fuerza. Las buenas conciencias se preguntarán si nadie puede hacer nada para impedir el uso de las armas químicas. Las buenas conciencias se preguntarán si nadie puede hacer nada para impedir la obstaculización de la vida diaria. Las buenas conciencias pedirán que se contenga la fuerza y al mismo tiempo se invadirán de una extraña desazón que les hace sospechar que los abusos de fuerza sólo pueden contenerse con la fuerza. ¡Paradojas del progreso moral! La represión no se justifica porque no se justifica ningún abuso de fuerza, pero no justificándola nada impide el abuso de la fuerza. Ha sido hasta después de la Segunda Guerra Mundial que el hombre ha querido impedir el abuso de la fuerza en la guerra, que comienza a sonarnos raro que hombres como Ignacio de Loyola o Miguel de Unamuno defendieran el derecho de guerra. Ha sido hasta después de los años sesenta, tras asimilación de algún sofisma de Foucault, que toda fuerza perdió legitimidad. La abundancia de la buena conciencia tiene el efecto paradójico de acrecentar la violencia, pues negando la posibilidad de la fuerza justa la única manera de resolver una diferencia es el abuso de la fuerza. El progreso moral va mucho más adelantado que el progreso material y que el progreso intelectual, y paradójicamente acicatea al material para dotar de nuevas armas a la violencia y contiene al intelectual desviando su atención hacia el material como causa del moral. El progreso moral, paradójicamente, va acabando con la moral. Las buenas conciencias celebran la extenuación moral bajo el epíteto de tolerancia, pues es tan elegante y de buen gusto como los sepulcros blanqueados; quizá ya pocos saben lo que eso significa.

Námaste Heptákis

Coletilla. “En cuanto uno se permite tratar a los hombres sin amor, no hay límites a la crueldad y a la fiereza, y no hay límites a los sufrimientos que uno mismo se busca”. Lev Tolstoi

1 comentario

Deja un comentario