Cuando se quitó la máscara se dio cuenta de que quienes algún día fueron sus amigos lo habían abandonado. ¿Realmente podía culparlos? Y si ellos no eran los culpables, entonces quién, ¿él, la máscara? La responsabilidad de su soledad quedaba reducida al vacío en el que había vivido detrás de la máscara, escondiéndose en el útero de una nada, en una trinchera desde donde todo se confundía, se distorsionaba. Cuando se arrancó la máscara se le fue con ella el rostro, como se le habían ido los amigos, como se le había ido la vida misma. Una vida que ya no valía la pena vivir, nunca había valido, pero al menos habían estado el alcohol, las mujeres y la máscara. Ahora ya n quedaba nada. Ni siquiera el arrojo de quitarse la vida, pues como todo en su vida, no valía la pena.
Gazmogno