Braúl de los recuerdos

Y si me hundo en mi nostalgia, ¿quién habrá de sacarme ahora?

¿Y si me pierdo en el olvido, quién me hará recuperar el camino?

Porque dos mil cinco era el año y septiembre corría, un jueves llegaba y veintinueve era el día…

Hiro postal

Juicio

Revisitando el Salmo VII

1 Lamentación de David, que cantó al Señor

a causa de la palabras de Cush, el benjamita.

2 Dios mío, en ti, Señor, me refugio;

de los que me persiguen, sálvame.

3 Para que nadie me atrape, líbrame,

que como león me acabe sin remedio.

4 Señor, si alguna bajeza, Dios mío

acaso he cometido,

o hay crímenes en mis manos;

5 si he traicionado al amigo,

o despojado vil al adversario;

6 que el enemigo me persiga y alcance,

que mi vida contra el suelo aplaste,

y mis entrañas en el polvo arrastre.

7 Levántate, Señor, airado,

álzate contra los escarnecedores,

y despierta el juicio que has mandado:

8 que te rodeen los pueblos en asamblea,

que los presidas tú, desde lo alto.

9 De las naciones el Señor es el juez:

júzgame por mi justicia, de una vez,

y por mi integridad, también.

10 Que la maldad de los impíos termine.

Tú que ves los corazones y las mentes,

tú que eres justo, salvas a inocentes.

11 Mi escudo eres sólo tú, Señor,

que salvas a los rectos de corazón.

12 Dios es un juez justo,

airado en cualquier momento.

13 Si no se convierten, la espada afilará,

el arco tensará y pronto apuntará;

14 preparará las armas de la muerte

y sus flechas de fuego hiriente.

15 De malicia preñado el hombre,

concibe la desgracia

y alumbra el fracaso.

16 Cava la fosa y la ahonda,

donde su vida cae desastrosa:

17 cae la maldad en su cabeza,

su cráneo se inunda de violencia.

18 Por su justicia, gracias al Señor daré

y el nombre del Señor, altísimo, cantaré.

Novedad bibliográfica. Salió a la venta hace algunas semanas No hubo barco para mí (Ediciones Cal y Arena, 2013) de Luis González de Alba, ensayo autobiográfico en que el psicólogo vuelve a sus temas habituales para hacer frente a las oscuridades del pasado. Especialmente relevante es una advertencia que, si bien se encuentra ya en sus libros anteriores, es dicha de modo especialmente claro: los participantes del movimiento de 1968 tienen el deber de aclarar los equívocos y las falsedades con que la izquierda ha hecho la historia del movimiento, especialmente ante la nefasta manipulación que de él hacen algunos grupos actuales. Varias páginas del libro sirven para desmitificar el famoso 2 de octubre; por desgracias las consignas de la próxima semana servirán para sepultarlo en mito.

Coletilla (dedicada a más de uno). “Cuando la vanagloria es una imaginación corporal nos impulsa hacia la pasión de la lujuria; por el contrario, cuando es una imaginación psíquica hace que crezca en nosotros la soberbia”. Isaac de Nínive

Ausencia

Los Viajes a Nemra Zohui

El disfraz de maestro de obras había quedado muy lejos, allá en la ciudad, donde nadie que lo ve piensa otra cosa de él más que la extensión de sus habilidades con su herramienta y sus obreros. Los callos de las manos no servirían aquí para cargar mucho peso, apretar tubos metálicos o tallar superficies, servirían para asirse de la piedra más áspera al fondo de la caverna. Los días que la gente común y corriente usaba para descansar o para divertirse en sus pasatiempos eran para él los únicos días verdaderos, los únicos para trabajar en serio. Con su aspecto desgarbado y unos grandes ojos juguetones, nadie se percataba que Erdfano era en el fondo un explorador buscador de tesoros y cazador de recompensas. Su utensilio favorito era su detector de metales. El martillo viejo y el perico lo esperaban fríos en su caja desdeñada por unos cuántos días –la mayor cantidad que se pudiera–, y así, viajaba a pueblos lejanos con grutas o viejos cuentos de hombres del pasado, para hallar algún día la fortuna de algún desventurado enterrada lejos de la vista cotidiana.

Erdfano bajaba ahora por el hondísimo canal –mucho más de lo que le habían dicho en el pueblo– de las cavernas conocidas como las Tablas del Tiempo, Nemra Zohui en su dialecto autóctono. Nemra Zohui, según contaban la leyenda los deslavados descendientes de los habitantes originales de la sierra, era el sitio oculto de una cámara construida por los dioses para grabar en sus paredes las hazañas de los mortales desde el surgimiento de las estrellas hasta el último respiro del cielo. Estas cavernas las habían hallado los conquistadores y uno de sus capitanes, el señor Ambrosio de Vallegrán, las había explorado hasta el fondo en busca de un buen lugar para esconder los barriles de oro que excedían por mucho lo que le permitirían sus compañeros regresar a España sin quitarle un gramo. Esa exploración, se decía, había iniciado muy por la mañana de un día con lluvias fuertes, así que todos los testigos habían vuelto a sus casas antes de que los indios cargados de barriles y el guerrero ibérico retornaran a la superficie; pero nunca salieron: ni al día siguiente se les vio, ni ninguno de los muchos después.

“Mucha gente acaba enterrando sus cosas”, les decía Erdfano a los que trataba de convencer de que lo acompañaran, o a quienes explicaba su rara afición. Hoy sólo venía con tres más, todos bajando por una cuerda en improvisado alpinismo. Mientras luchaba con su lámpara, o desamarraba la soga con las mochilas, pensaba en todos esos hombres con todos esos barriles hacía cientos de años. Debían seguir allá, muy al fondo, los unos fallecidos y los otros olvidados, y esa voz de rumor había encantado su vibrante corazón. Después de una caminata por un túnel del que opinó que “no podía haber sido construido por gente de ahorita”, llegó con su contingente a una suerte de claro tan amplio como una meseta. Sorprendido y cautivado con una estentórea conmoción, saltó y corrió a mirar sus paredes. Buscó los barriles recorriendo con su lámpara en zancadas peligrosas el fondo pétreo de la cuenca enterrada.

Erdfano de pronto se paralizó. Frío y tembloroso por una risa que no escapaba a su pecho, miró con la claridad con la que se reconoce la silueta de un hermano a la distancia, los esqueletos de decenas de hombres. Muchos estaban casi por completo derruidos; pero otros eran más recientes. Había incluso uno con un casco de minero; otros llevaban palas o picos y, efectivamente, el grupo más antiguo tenía cerca barriles de madera deforme por la humedad. “¡Los indios de Ambrosio de Vallegrán!” exclamó contento; pero pronto algo más llamó su atención. El muro estaba brillando. Primero con un susto parecido al de ver de reojo el movimiento de un insecto grande, y después con la mezcla irreconocible de terror asombrado y una maravilla que no puede resistirse, el explorador miró que la luz de la pared venía del fondo transluciéndose, como si la roca fuera vidrio coloreado y detrás hubiera un potente fuego. Lo más sorprendente fue que el muro estaba tallado y la luz ígnea hacía brotar con mórbida delicadeza figuras humanas y sitios con árboles, animales, más personas, eventos completos. Erdfano se acercó a observar con detenimiento: reconoció de inmediato la representación tallada con todo detalle de la última casa que él y sus obreros habían levantado; estaba allí grabada en la piedra, con maestría imposible, y ahí estaba también él, inclinado sobre una carretilla. Mientras contemplaba con la boca abierta, más y más imágenes se le hicieron conocidas: estaba allí también su hijo, y las cosas que habían hecho juntos; estaban sus amigos minuciosamente retratados; estaban su mujer y su exesposa, y su evasiva amante; su escuela, el campo de su pueblo, la iglesia… pronto se percató de que estaba tallada la historia de toda su vida. Por supuesto, estaba también su viaje a Nemra Zohui.

El detalle de los últimos minutos era maravilloso: se pudo ver representado corriendo como caballo al galope por el frío piso de la cámara, miró también los barriles de oro tallados incluso con el matiz de la madera distinto al de los huesos polvorientos, se vio incluso sorprendiéndose por el muro tallado. A sus compañeros no volvió a verlos nunca más, pero a la representación de sí mismo en ese muro no podía quitarle la vista de encima. Pronto, Erdfano estaba mirándose mirarse, representado en ese mismo instante, haciendo lo que hacía y viendo lo que veía. Todas sus hazañas terminaban en ésta, y ésta no terminaba. Y no terminaba. Y no terminaba. Al buscador de tesoros el estupor le duró toda la vida, y antes el mundo mudó y se hizo otro que hubiera quien desenterrara de Nemra Zohui los barriles de oro del señor de Vallegrán.

Hablando del Olvido IV. Recordatorios para olvidar

El olvido es algo que ocurre de manera un tanto involuntaria, por más esfuerzos que haga alguien para olvidar lo único que consigue es mantener en la memoria aquello que pretende dejar de lado, en ello radica la desgracia del borracho que busca sumergirse en el alcohol para conseguir que el recuerdo que lo atormenta cese por completo. Pretende olvidar y entre más lo pretende más recuerda y menos consigue deshacerse de sus dolores.

Pero al recorrer la vereda del recuerdo y el olvido en un sentido inverso nos damos cuenta de que pasa más o menos lo mismo, entre más confiamos en que recordamos algo, más fácilmente lo olvidamos y lo dejamos de lado sin que nos percatemos de la pérdida que llegamos a padecer.

En la vereda que va del recuerdo hacia el olvido el mayor riesgo de llegar al fatídico destino que significa olvidar lo trae consigo el confort. Cuando recorremos un camino por primera vez prestamos atención a casi todos los detalles, o al menos a aquellos que resultarán relevantes para no extraviarse en el momento de ir de regreso, la atención se concentra en mantener en la memoria lo más posible sobre el camino recorrido y con el paso del tiempo éste se puede considerar como algo aprendido.

Cuando ya se ha aprendido algo, es más fácil sentir la confianza suficiente como para no tener que prestar atención a cada paso o cada movimiento, pues ya se domina lo que en un primer momento no resultaba tan sencillo hacer. La confianza obtenida mediante el aprendizaje permite que lo aprendido vaya perdiendo importancia y que ésta le sea concedida a otros asuntos que son considerados de mayor relevancia sin que necesariamente lo sean.

Lo peligroso de los recordatorios es que éstos invitan a olvidar, pues en la medida en que éstos se mantienen y aceptan como puntos de referencia para llegar a algo, el olvido se va apoderando poco a poco de ese algo y los meros puntos de referencia se convierten en fines que a su vez se van quedando en el olvido dejando al caminante de la vereda perdido y sin el deseo de regresar al lugar de dónde vino, pues éste incluso se pierde en medio de los recordatorios.

Considerando el modo como se relacionan los recordatorios con el olvido, no debería extrañarnos que estos pasen a formar parte de nuestra vida cotidiana y que nos conduzcan a obscuridades similares a las del laberinto del Minotauro, en medio de las cuales resulta imposible notar qué tan perdido se encuentra el caminante que ya ni siquiera es capaz de reconocer cómo es que fue a dar ahí.

Maigo.

Palabrería

Las verdades de hoy serán las mentiras de mañana.

 

Hiro postal

Notas para una lectura del Éxodo – III

Notas para una lectura del libro del Éxodo

Tercera parte

Según el segundo modo de considerar la estructura del libro, aquel que aquí he llamado el del sentido literario, debemos distinguir los diversos modos literarios que toma el libro y a partir de ellos deducir su estructura. El texto comienza de modo descriptivo. En total hay cuatro secciones descriptivas (1:1-6; 2:23-25; 5:1-6:27; 35-39), tres al inicio y una al final del libro; destaca que al centro del mismo no hay estilo descriptivo. Tras la primera sección descriptiva encontramos la primera sección narrativa. En total hay trece secciones narrativas (1:7-2:22; 3-4; 6:28-7:13; 7:14-10:29; 11:1-13:16; 13:17-14:31; 15:19-18-27; 19:1-25; 20:18-21; 24:1-18; 32; 33-34; 40) que pueden distinguirse en dos clases, pues algunas de ellas están intercaladas con otro tipo de secciones (las secciones narrativas 1:7-2:22 y 3-4 con las secciones descriptivas 1:1-6; 2:23-25 y 5:1-6:27; las secciones narrativas 32; 33-34 y 40 con la sección descriptiva 35-39; las secciones narrativas 19:1-25; 20:18-21 y 24:1-18 con las secciones prescriptivas 20:1-17; 20:22-23:29 y 25-31) y otras no lo están: las secciones narrativas intercaladas y las secciones narrativas continuas, siendo ocho las intercaladas y cuatro las continuas y una independiente; correspondiendo las secciones de narrativa continua al pasaje de las diez plagas, la salida de Egipto y el paso por el mar Rojo. Tras la sección de narrativa continua aparece la única sección lírica (15:1-18) del texto. Y, finalmente, podemos señalar que son tres las secciones prescriptivas (20:1-17; 20:22-23:29; 25-31). Por tanto, el libro consta de veintiuna secciones, siendo narrativas la mayoría. La proporción entre la parte narrativa y la totalidad del libro tiene la forma clásica de la razón extrema y media, es decir, tiene proporción áurea. La importancia de la sección narrativa en el texto, de acuerdo a todo lo anterior, es fundamental. A partir de ello podemos reconocer que la narrativa del Éxodo se distribuye en cinco secciones. La sección inicial (1-6:27) consta de tres secciones descriptivas y dos narrativas; la segunda sección (6:28-14:31) consta de cuatro secciones narrativas; la tercera sección (15:19-18:27) es por sí misma una sección narrativa; la cuarta sección (19:1-31:18) consta de tres secciones narrativas y tres prescriptivas; y la quinta sección (32-40) consta de tres secciones narrativas y una descriptiva. Tenemos, pues, que la sección que se distingue, en cuanto al estilo literario, es la que en nuestra distribución queda al centro (15:19-18:27), aquella que habla de las tribulaciones por la necesidad, la guerra y el gobierno. Se distingue, además, por estar precedida por la única sección lírica. Ni las penurias del pueblo judío oprimido por el Faraón, ni la salida de Egipto, muestran al pueblo como uno, sino que eso se presenta hasta la sección central, donde aparece el canto, la guerra y el gobierno; quizá sea suficiente indicación sobre la sabiduría política que guarda nuestro texto. Cabe destacar, además, que la acción previa a la parte central (la de la segunda parte) es continua y carece de prescripciones; la que sigue a la parte central (la cuarta parte) es discreta y proveída de prescripciones; la parte central, pues, marca el nacimiento de la acción política, de la acción orientada por la ley. No está de más decir, tampoco, que la primera parte es el camino de un hombre particular hacia Dios; mientras que la quinta parte es el camino de un pueblo hacia Dios. La obra literaria que queremos comprender es la narración del nacimiento de un pueblo regido por la ley. Como obra literaria, el Éxodo es una obra política.

         De acuerdo al tercer modo, que habíamos enunciado primero, el texto se divide en dos partes simétricas, correspondiendo la primera a los primeros veinte capítulos y la segunda a los últimos veinte. Así dividido, el texto nos muestra al centro el famoso pasaje del Decálogo, es decir, nos muestra cómo se da al pueblo la ley. Al interior del pasaje central, que consta de veintiséis versos, se remarca la diferencia entre los preceptos del Decálogo, correspondiendo a los primeros los preceptos positivos y, a partir del versículo que queda justo a la mitad (20:13), los siguientes a los prohibitivos. Así dividido, sólo en cuanto a la figura exterior del texto, el Éxodo es la subida al monte Sinaí para recibir la ley (primera mitad del texto) y su correspondiente descenso y desenvolvimiento (segunda mitad). Nuestro libro expone el ascenso del hombre hacia la Ley y el descenso desde la revelación.

         A partir de las posibles estructuras del texto podemos dejar asentado que estamos ante la sabiduría judía respecto a la Ley y el drama por el que esa sabiduría enseña.

Námaste Heptákis

Coletilla. “Sólo los locos, los desequilibrados y los maniáticos pueden resistir largo tiempo al fuego del entusiasmo; el hombre sano debe contentarse con declarar que, sin una chispa de este misterioso fuego, la vida no vale la pena vivirse”. Robert Musil