Un aspecto importante a considerar respecto a la experiencia de olvidar, es que en ocasiones el olvido es considerado como una de las mejores medicinas, las penas de amor las cura el tiempo, y eso se debe a que el tiempo va abriendo la distancia entre lo doloroso y el doliente mediante el olvido, a veces con tanto éxito que el sufriente deja de serlo por completo y con el tiempo vuelve a padecer por más o menos lo mismo que al principio.
Conforme va pasando el tiempo la viveza de los sufrimientos se va perdiendo, cada vez se recuerdan menos detalles respecto a lo que dolió en algún momento y con el olvido llega el alivio que permite continuar avanzando por la vida, o al menos eso es lo que dirían los apologetas del olvido, quienes olvidándose de las buenas costumbres aconsejan recordar lo menos posible sin siquiera haberse presentado apropiadamente.
Quienes ven en el olvido a una efectiva medicina, consideran que la vida es un constante suceder de movimientos, tan constante que no tiene caso detenerse en unos porque eso supone dejar pasar otros, así como no tiene caso concentrarse en lo venidero porque eso supondría dejar de hacer lo que es debido en el momento. Así pues, los apologetas del olvido viven siempre el tiempo presente.
Al vivir con el presente como grito de guerra los apologetas del olvido se condenan al silencio, pues no hay nada peor que alguien que se detiene para contar lo pasado, porque pasado es, o para hablar de las posibilidades que trae consigo el futuro, porque ese nunca llega. Así pues al vivir en el presente se rechaza por completo el estudio serio de la historia y el de la poesía, pues se ocupa de lo que ya no es y la otra de lo que podría ser, lo que implica una renuncia a la certeza absoluta de la que tanto gustan aquellos que sólo atienden a lo que tienen frente a sus ojos.
Quizá podríamos ubicar entre los apologetas del olvido a quienes estudian lo que es, pero tales seres no olvidan con facilidad, siempre que inician una investigación lo hacen de manera original, y no porque sean los primeros en preguntar sobre algo en específico, sino porque a pesar de los avances y de los discursos regresan a preguntar lo que otros ya se han preguntado, lo que deja de lado el olvido, y a los olvidadizos como seres aptos para llevar una vida dedicada a la contemplación y al estudio de lo que es.
Así pues, quienes ven en el olvido una efectiva medicina contra algunos de los mayores males del mundo, deben ser seres que no se dedican a estudiar, pero sí se dedican –como ellos lo dirían a vivir-, pero ¿vivir cómo?, de entrada es un vivir sin preguntar, sin querer fijar en el tiempo o en la memoria algo que más adelante podría ser estorboso, es decir, vivir atendiendo el momento y nada más, lo que supone la obtención de una paz interior que se perturba en cuanto algo rompe el silencio del olvido y trae a la memoria un recuerdo.
Sin embargo, pensar en el olvido como una medicina efectiva, es mantener presente el recuerdo de aquello que se pretende curar, a menos que el ser que recuerda poco a poco se vaya olvidando de sí y de aquello que le importa por ocuparse en distracciones que le muestren la belleza de ser olvidado y de dejar que todo fluya libremente.
Pero, para entender bien a los defensores del olvido hay que ver lo que ellos entienden por felicidad, pues sólo así seremos capaces de ver a qué se debe su defensa tan constante e insistente para que todos dejemos el pasado atrás y mejor nos dediquemos a vivir el tiempo presente.
Lo primero que nos diría una persona que considera al olvido como algo medicinal, es que para ser feliz hay que olvidar, de modo que la felicidad está en el terreno del olvido más que en el del recuerdo. Pero el olvido al que se refiere esta persona es un olvido selectivo, no se trata de olvidar todo sino sólo aquello que resulta desagradable, o paralizador, lo que implica ver a los recuerdos como meros estorbos que deben ser retirados.
Los recuerdos desagradables nos traen dolor, sufrimientos, miedos y a veces culpas, lo que nos impide continuar haciendo lo que hasta antes de padecer aquello que se recuerda se presentara, para continuar, nos dicen los defensores del olvido, es necesario olvidar a cualquier costo y por ello muchos de estos pasan el tiempo en cantinas o laboratorios, olvidando selectivamente y llevando junto con la selección aquello que los constituye como tales.
Si para algunos recordar es vivir, para otros lo es olvidar, porque el olvido permite al hombre seguir moviéndose por los mismos senderos sintiendo que lo que hace cada día es completamente nuevo e irrepetible, le libera de cargas y culpas y le deja hacer lo que los seres memoriosos ya no pueden debido a los arrepentimientos que consigo trae el recuerdo de lo hecho y lo vivido.
Maigo.