Notas para una lectura del libro del Éxodo
Cuarta parte
El libro comienza nombrando a los hijos de Israel que fueron a Egipto con Jacob. No menciona solamente a los hijos de Jacob, tampoco sólo a los hijos de Israel; sino que menciona explícitamente los nombres de los hijos de Israel que fueron a Egipto con Jacob. Si no prestamos atención a lo importante podemos pasar por alto el hecho de que en apariencia Jacob e Israel son la misma persona y que en apariencia los hijos de Jacob son los hijos de Israel. Pero ha de haber alguna razón para que el texto mencione explícitamente que se trata de nombrar a los hijos de Israel que fueron a Egipto con Jacob. En Génesis 32:29 el Señor ha cambiado el nombre de Jacob por el de Israel y ha proporcionado la etimología misma del nuevo nombre: “porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido”. Suele suceder que se comprenda erróneamente el sentido en que el Señor nombra Israel a Jacob, pues en la traducción suele perderse el sentido que el Señor explica en el texto. La sílaba final del término hebreo ישראלindica que el Señor es el sujeto y no el objeto de la acción, por lo que la preposición “con” de la traducción no tiene ni un sentido instrumental ni uno de complemento directo, sino que introduce una indicación de compañía. Nombrar Israel a Jacob es reconocer el modo en que se ha conducido por la vida: luchando, sí, pero siempre con el Señor. Nombrar, por tanto, a los hijos de Israel es nombrarlos como pueblo elegido, como aquellos que tienen una relación personal con el Señor. Y esos hombres que tienen una relación personal con el Señor caminaron junto con él hacia Egipto, y ahí asentados, pasado el tiempo, ahora se les nombra.
Los hijos de Israel son nombrados en tres grupos: un grupo de cuatro, un grupo de tres y un grupo de dos pares. Los primeros cuatro en ser nombrados son Rubén, Simeón, Leví y Judá, los primeros cuatro hijos. Rubén (Génesis 29:32) significa “ha visto mi aflicción”. Simeón (Génesis 29:33) significa “el Señor ha oído”. Leví (Génesis 29:34) significa “se unirá”. Y Judá (Génesis 29:35) significa “alabaré”. Los siguientes tres en ser nombrados son Isacar, Zabulón y Benjamín, noveno, décimo y doceavo hijos de Jacob, respectivamente. Isacar (Génesis 30:18) significa “recompensa”. Zabulón (Génesis 30:20-21) significa “regalo”. Y Benjamín (Génesis 35:19) significa “hijo de la diestra”, es decir, de la fuerza y de la virtud. Los dos pares nombrados al final son Dan y Neftalí, Gad y Aser, quinto y sexto, séptimo y octavo hijos de Jacob, respectivamente. Dan (Génesis 30:7) significa “me ha hecho justicia” y Neftalí (Génesis 30:8) significa “me ha hecho competir”. Gad (Génesis 30:11) significa “la buena suerte ha llegado” y Aser (Génesis 30:13) significa “la buena fortuna”. Destaca que el conjunto central sólo tiene tres nombres, cual si se quisiera resaltar la ausencia de José, el onceavo hijo de Jacob, quien ya estaba en Egipto. La enumeración de los primeros cuatro, además, describe una progresión hacia la fe que va de la vista hasta la alabanza; progresión que, dicho sea de paso, es semejante a la que describirá el libro en su completitud. La enumeración de los últimos cuatro, por su parte, señala los bienes que tras la revelación son recibidos. La clave del asunto es cómo se pasa de la recompensa y el regalo a la fuerza y a la virtud; ese es el lugar de José, quien tiene la virtud política de lo mismo aparecer como “un niño encantador” o “un potro salvaje” (פרא en Génesis 49:22; Septuaginta y Vulgata eliminan la ambigüedad del original hebreo), y esa la razón por la que ya estaba en Egipto; la vida de José que se narra al final del Génesis es la clave del asunto.
Al final del pasaje se nos informa que tanto José, como sus hermanos, como toda la generación de entonces ya había muerto, pues de la llegada a Egipto de los hijos de Israel al estado actual de los descendientes de los hijos de Israel mucho había cambiado. El lector que realmente quiere entender el libro del Éxodo ha de estar capacitado para captar dichos cambios.
Námaste Heptákis
Coletilla. “En la colmena y en el hormiguero vemos totalmente realizadas las dos cosas que algunos de nosotros tememos para nuestra propia especie: el dominio de la hembra y el dominio de la masa”. C. S. Lewis