Notas para una lectura del libro del Éxodo
Quinta parte
La fecundidad del pueblo de Israel despertó la astucia del Faraón, quien buscó medidas para detener el crecimiento y la fortificación del pueblo judío. En primer lugar le asignó trabajos vigilados (1:11), posteriormente lo oprimió hasta reducirlo a la servidumbre (1:13) y finalmente estableció límites a su procreación (1:16 y 1:22). Es de notar que las medidas adoptadas para detener el crecimiento del pueblo judío son, de algún modo, políticas; pero que, mirándolo con un poco de atención, su éxito va más allá de la asequibilidad política. De hecho, es de notar que la introducción del nuevo Faraón está caracterizada por su desconocimiento de José, es decir, por el desconocimiento de la sabiduría política de José, quien por su prudencia salvó tanto al pueblo egipcio como al judío al tomar medidas prácticas ante la escasez y al reconocer su limitación para contrarrestarla (Génesis 47:13-27). El nuevo Faraón carece de prudencia y por tanto desconoce los límites de la acción política.
Es relevante que entre las medidas tomadas por el Faraón sólo una se repite en el texto: el control de la descendencia. La primera mención se encuentra ante las parteras hebreas; la segunda ante el pueblo egipcio. La primera pretende que una parte del pueblo hebreo actúe contra su propio pueblo; la segunda, contrapone a los pueblos. La primera es imprudente porque considera que la autoridad política sobrepasa al temor de Dios (1:17); la segunda lo es porque incita al conflicto que inicialmente se quería evitar. El Faraón no conoce sus límites respecto de lo divino, pero tampoco respecto de lo humano; el Faraón ni es justo ni es magnánimo, y el texto lo contrasta claramente con el nombre de las dos comadronas hebreas que lo desobedecieron: Sifrá (“que es justo”) y Fúa (“espléndido”). Al mismo tiempo, la actitud de las comadronas contrasta con la actitud del esclavo, con aquel a quien se ha amargado la vida (1:14), pues su justicia viene de la esplendidez de temer al Señor. Sólo el prudente puede ser justo y magnánimo, por ello piadoso. El primer problema político del drama que aquí leemos es el de la relación de la piedad con la prudencia.
Prudencia y piedad son, probablemente, las características que distinguen el relato del nacimiento, juventud y huida a Madián de Moisés. En primer lugar, Moisés es descrito como un bebé hermoso. La Tanaj usa מוב que nombra tanto al que es bueno, bello y agradable, como al que es capaz de hacer lo bueno, el bien, embellecer y propiciar el agrado. La Septuaginta utiliza αστειος que nombra al hombre de la ciudad, en el sentido de civilizado, correcto, donoso e inteligente. Y la Vulgata lo nombra elegans que es el distinguido por esmero, por su corrección en el actuar, puro y elegante, el exquisito. La donosura de Moisés propicia a la madre su conservación durante tres meses, suficientes para que, con la llegada del verano, el cesto en que el niño viajó por el río no se perdiera al hilo de la corriente, sino que, por ser el caso peculiar del río Nilo, su abundante caudal veraniego lo mismo favoreciese los frutos y el cultivo, que el rescate del niño por la hija del Faraón. La misma donosura favoreció al pequeño Moisés que fue seguido con la vista por su piadosa hermana, quien pronta e inteligente se acercó a la hija del Faraón para obsequiar de nodriza a la misma madre del niño. Ahí donde los gentiles, al leer la historia del nacimiento de Moisés, encuentran la ευτυχια, ahí los creyentes encuentran la piedad.
La primera acción de Moisés que es descrita en el texto corresponde con un principio rudimentario de justicia, pues habiendo visto cómo un egipcio mataba a un hebreo, Moisés vengó la muerte del segundo aniquilando al primero. A fin de no malentender el pasaje, la siguiente escena muestra a Moisés disolviendo un pleito entre dos judíos, movido por la indignación que el pleito mismo, y el maltrato que conlleva el pleito, produce en él. Contrasta en cuanto actitud la respuesta del judío, quien siente como afrenta la indicación mosaica y le echa en cara la muerte del egipcio. Para clarificar más la actitud de Moisés, se nos narra que tampoco quedó impávido ante la recriminación: Moisés lo mismo se indigna ante las injusticias que se avergüenza ante los errores. Es por esta última parte que podemos afirmar que la muerte del egipcio no fue un simple acto de venganza, sino que en realidad fue un intento de justicia. Así nos lo permite comprobar la escena inmediata siguiente. Habiéndose refugiado en Madián, Moisés defiende a unas muchachas frente a un grupo de pastores. Dado que las defendidas ni son de su tribu, ni son conocidas de Moisés, podemos ubicar en él el sentimiento de justicia. Si bien el Faraón y otros judíos no reconocieron ése sentimiento, Reúel (“el amigo de Dios”), padre de las muchachas, sí lo reconoció e intentó corresponder al acto justo de Moisés.
Una malinterpretación fácil es suponer que Moisés huyó a Madián para evitar el castigo por la muerte del egipcio y con ello para evitar la justicia. Sin embargo, no está de más saber que Madián (מדיןi) lo mismo nombra a la ciudad que a una rencilla o a un enfrentamiento. Sí, él llegó ahí a enfrentar a los pastores, pero su donosura no le hubiese permitido llegar ahí sin el enfrentamiento interno que le causó el encaramiento del judío.
El pasaje termina nuevamente con la fecundidad nombrando el nacimiento del primer hijo de Moisés. Simbólicamente, Gersón, que es su nombre, significa “forastero soy en tierra extraña”. Y aunque forastero, bien ganado tiene un lugar en el hogar, pues es un acto de reconocimiento de la justicia realizada. El reconocimiento de la justicia que el anciano de Madián tuvo a bien hacer contrasta con la incompetencia del nuevo Faraón para reconocer lo mismo respecto del pueblo judío. La donosura de Moisés no está a la vista de todos; la justicia tampoco. Quizá se requiere de algo más para que la justicia advenga; y a ello apela la piedad.
Námaste Heptákis
Coletilla. “Parece que el hombre verdaderamente práctico no ama sin reservas la realidad ni la toma en serio”. Robert Musil